7 de enero de 2016

Aldeavieja: siglo XIX. 7.

          La pérdida de las colonias tiene un efecto inmediato, muy alejado del pesimismo noventayochista que originó una de nuestras mejores literaturas y un renacer de nuestra cultura; al pueblo llano le preocupa otra cosa: el precio del tabaco; el tabaco que se fumaba en España procedía, en un noventa por ciento, de Cuba y Filipinas; las plantaciones pertenecían a las mismas personas que antes de la guerra, pero ya no era igual, no eran territorio nacional: el tabaco se encareció enormemente hasta que se empezó a cosechar en Extremadura y en Canarias.
          En Aldeavieja no podía ser menos; un artículo aparecido en el Diario de Avisos de Segovia, el 31 de marzo de 1900, da cuenta de la creación de una curiosa sociedad de perjudicados por la subida del precio de su vicio favorito:
          Un numeroso grupo de vecinos de Aldeavieja (Ávila), entre los que se hallan el Juez Municipal, Alcalde, algunos Concejales, Secretario, Cura párroco, Médico, Farmacéutico, Maestro, dos tenientes repatriados residentes en el pueblo, y otras importantes personalidades del mismo, han firmado un pacto por el que se obligan mutuamente a no fumar, desde el día primero de abril próximo venidero en vista de la subida del tabaco, y hasta tanto que la compañía Arrendataria no rebaje los precios y mejore la clase. El que falte a lo pactado pagará la multa: 5 pesetas por la primera vez y 10 por las siguientes, cuyas cantidades se destinarán a un fin benéfico, que se deja a la consideración de los tres primeros firmantes.
          Por último, el reincidente que no se corrija después de haber pagado cinco multas en un periodo de dos meses, será expulsado de la Sociedad.
          No sabemos si su actitud serviría de algo o si obligaron a la Compañía de Tabacos a reducir sus precios.

          Como expusimos antes, la existencia en Aldeavieja de un corresponsal del Diario de Avisos de Segovia, dio lugar a que nuestro pueblo fuera protagonista de muchas noticias, unas más importantes que otras; pero lo que sí se consiguió es que el nombre del pueblo no fuera olvidado y que su vida cotidiana se viera, a su vez, enganchada a la vida del país en general; el 1 de junio de1900 se publicaba el siguiente artículo relativo a la expectación causada por el eclipse de sol:
          El acontecimiento de la semana
          Anunciado por la prensa periódica el eclipse del día 28 el pueblo de Aldeavieja (Ávila) también rindió culto a la actualidad.
          Desde la una de la tarde veíanse en calles y plazuelas, numerosos grupos alrededor de barreños y jofainas de agua los unos, y otros armados de cristales ahumados que esgrimían sin cesar. Otros, más curiosos, o egoístas, para mejor gozar del espectáculo, marcharon a los cerros que circundan al pueblo. Así lo hizo a las dos de la tarde un numeroso grupo en que estaba representada la Iglesia, la Milicia, las Ciencias, el Magisterio y hasta las autoridades y, dirigiéndose al cerro de Silla Gineta, provistos de catalejos y el obligado cristal ahumado, a cada momento se paraban para ver el sol, entablándose discusión acerca de la fase en que se hallaba el eclipse, hasta que llegó el momento supremo, observando entonces todos el color sui géneris, que ofrecían las casas del pueblo; el campo y hasta la cara de los compañeros; los pajarillos y las aves enmudecieron; los labradores suspendieron sus tareas para contemplar el sol, todo parecía anunciar el crepúsculo vespertino; y aún más, a semejante altura sentíase un frío que entumecía los miembros, lamentándose algunos de no llevar abrigo creyendo que aquel fenómeno sería duradero.
          Terminado el eclipse sentiase mayor calor que por la mañana, empezando entonces el eclipse de las meriendas y aún el de algunas pobres perdices, que traidoramente fueron fusiladas.
          Por último, sólo nos resta decir, que los niños de ambos sexos tuvieron vacaciones esa tarde, para que pudieran disfrutar del hermoso espectáculo que gratuitamente se les ofrecía, después de habérselo explicado en la clase su dignísimo maestro.
          El Corresponsal. Aldeavieja 30 mayo.

          Este fin de siglo fue pródigo en noticias y celebraciones en Aldeavieja; el 13 julio de 1900 toco, en el Diario de Avisos de Segovia, relatar la visita pastoral que el obispo de Segovia realizó al pueblo:
          La Santa Pastoral Visita en Aldeavieja
          Si la magnitud de los días hubiere de medirse por sus acontecimientos, grande, muy grande había de ser para los habitantes de Aldeavieja, el 7 de julio de 1900, por haber tenido, la honra de albergar en su seno, a su virtuoso y sabio Prelado Dr. D. José R. Quesada, figura preeminente del episcopado español, que alcanzó tan elevado puesto por sus muchos merecimientos, y los que le conducirán a otros más elevados destinos, según la unánime opinión de propios y extraños. (…)
          Pasando a la descripción de la Santa Pastoral Visita, diremos que anunciado por nuestro dignísimo párroco D. Bonifacio Pelayez, se dispuso todo lo conveniente para dispensarlo digno recibimiento. El día de la venida del Sr. Obispo, que lo fue el 6, salieron a esperarlo al límite del término municipal el laureado teniente de artillería, e hijo de este pueblo D. Simón Maroto, D. Enrique González y D. Gregorio Perlado, estos últimos médico y farmacéutico titulares respectivamente y llegado S. I. con sus familiares D. Santiago Fernández, Abad de la R. e I. Colegiata de San Ildefonso, secretario de visita; D. Miguel Fernández, Mayordomo de S. I. y D. Francisco González, párroco de Valdeprados, después de saludarles y darles la bienvenida, obtenida la venia para ello montaron a caballo siguiendo al coche hasta la entrada del pueblo, donde esperaban con las insignias parroquiales y cetros todas las cofradías, el Sr. Cura párroco revestido y el de Maello, autoridades y los maestros de ambos sexos con sus discípulos organizándose solemne procesión, yendo el Prelado bajo palio, entonóse el “Cántico de Zacarías” y una vez en la Iglesia parroquial se cantó el “Te Deum”.
          Es de advertir que el Sr. Obispo llegó a este pueblo una hora antes de lo que se le esperaba; y con tal motivo acudió a recibirlo bastante menos gente de lo que se pensaba y ante esa consideración y venir cansado S. I. sólo dirigió unas frases de saludo a sus oyentes ofreciendo predicarnos al siguiente día siendo después acompañado a la casa rectoral por cuantos salieron a esperarlo.
          El día 7 a las 9 de la mañana, comenzó la confirmación en la Iglesia parroquial siendo asistido S. I. además de sus familiares por los párrocos de este pueblo, y los de Maello, Ojosalbos y Bernuy de Salineros (los dos últimos de la Diócesis de Ávila) y el Vicario de las monjas de Villacastín.
          Fueron padrinos de confirmación D. Simón Maroto y su anciana madre Dª Cayetana Beltrán, habiendo recibido el sacramento unos cien individuos no sólo de este pueblo, sino de Blascoeles y aún tres de Ávila hijos de nuestro distinguido y respetable amigo D. Edmundo Pérez Iñigo, profesor de la Academia de Admón. Militar, que se hallan de temporada en este pueblo con su mamá y su abuelito D. J. Carmelo Delgado.
Terminada la administración del Sacramento, S. I. nos dirigió la palabra predicando un bellísimo sermón…
          Acto seguido y revestido nuestro respetabilísimo Obispo de los hábitos pontificales, se hizo la procesión de ánimas alrededor de la Iglesia, y terminada recomendó muy eficazmente el establecimiento del Apostolado de la oración en esta parroquia, pasando a practicar la santa Pastoral visita y quedando sumamente complacido y satisfecho.
          Al marchar a la casa rectoral, lo acompañaron las autoridades locales, las personas más caracterizadas del pueblo, y señores sacerdotes antes mencionados, precedidos por los niños de la escuela, que dirigidos por su digno maestro iban entonando cantares contra la blasfemia.
          A las cuatro de la tarde y acompañado S. I. por las personas aludidas en el párrafo anterior pasó a la casa del acaudalado labrador y propietario D. Juan Moreno López, para admirar las muchas y valiosas ropas y alhajas que posee nuestra Excelsa patrona, bastantes de ellas regalo de su difunto tío, rico comerciante de Barcelona, D. José López Gordo.
          Por último, el camarero Sr. Moreno, presentó una veneranda reliquia de su propiedad, que consiste en una astillita de la columna en que sufrió la flagelación Nuestro Señor Jesucristo, santificada con su preciosa sangre, reliquia que está encerrada en una valiosa cruz de oro que contiene varias reliquias de Santos, a la que acompaña su correspondiente auténtica.
          El señor obispo, aunque en familia, nos dedicó una hermosa plática, explicando las preeminencias de que gozaba la reliquia, y después de atinadas consideraciones la presentó a la adoración de los presentes, concediendo 40 días de indulgencias a cuantos la veneren y dediquen una oración en la forma acostumbrada, diciendo que no obstante ver que se la conserva en una urna apropiada y en habitación reservada, rogaba a su afortunado dueño, que cuando su estado financiero se lo permita, construya en su misma casa un pequeño oratorio para rendirla el homenaje debido.
          A las cinco y media S. I. y familiares, precedidos siempre por cuantos decimos en párrafos anteriores, se dirigieron al Santuario de Nuestra Señora del Cubillo, y después de orar a coro hubo de manifestar su admiración por tanta magnificencia, hecha la Santa Pastoral Visita, tributó merecidos elogios a la fábrica del templo (que según tradición dirigió el inmortal Herrera) admirando la profusión con que se prodiga el oro en altares y aún las bóvedas, el rico manto de la Imagen, la hospedería, las dependencias todas y hasta la hermosa pradera y arboleda que lo circundan al templo, ensalzando la limpieza y buen orden, recomendando a la santera que nunca esté apagada la lámpara, y escitando a estos honrados vecinos para que continúen las venerandas tradiciones de sus mayores, a fin de que la Santísima Virgen siga dispensándoles sus favores.


                                                                                      La ermita de El Cubillo en 1901.

          Terminada la visita, S. I. muy atento con todos, hizo que montasen a caballo, pues que en santuario dista del pueblo cerca de cuatro kilómetros, y respondiendo a sus deseos cada uno montó en su cabalgadura, y el Sr. Camarero y familia en su coche particular, pero el Sr. Obispo y familiares regresaron a pie, viniendo el coche delante.
          Habiendo dado a luz la señora del Médico titular, un hermoso niño el mismo día de la llegada de S. I. y no habiendo podido ser confirmado cuando todos los demás, se pidió permiso para la administración de los Sacramentos al día siguiente, y así fue concedido, autorizando para que actuara de bautizante el Sr. Secretario de visita y de padrinos el señor Cura Párroco y su señora hermana; celebrándose este acto el día 8 a las siete de su mañana, y a continuación fue confirmado el niño ante la mayoría del pueblo que colmaba de felicitaciones a todos los interesados en tan sublimes actos.
          El Sr. farmacéutico también fue objeto de las atenciones de S. I. quien le concedió en la forma acostumbrada 40 días de indulgencias para un modesto crucifijo que posee, enviándole por tan señalado favor el testimonio de su reconocimiento y adhesión incondicional.
          A las ocho de la mañana del domingo, este vecindario tuvo el sentimiento de despedirse de su queridísimo Prelado, entre aclamaciones y vítores al Sagrado Corazón de Jesús y a S. I., haciendo votos por su salud y prosperidad…
          Aldeavieja y Julio 9 de 1900


          Veamos, ahora, en qué estado se encuentra el pueblo en este fin de siglo, según el Nomenclator de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España en el 1º de enero de 1888, en él se indica que la población total es de 674 habitantes de hecho, un poco menos que en el anterior recuento; de los cuales 639 viven en el núcleo de la población y el resto en La Lancha, 8, en la Virgen del Cubillo, 3 y diseminados por el término, 24: Existen 273 casas, 133 de un piso y 140 de dos (contabilizando como segundo el sobrado o altillo que casi todas las casas tienen); en el núcleo urbano hay 121 de un piso y 139 de dos, el resto 13, en los lugares antes indicados.

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