4 de marzo de 2016

Aldeavieja: las Cruces de Aldeavieja. 4.

OTRAS CRUCES.

          En la confluencia de las calles de Segovia y Angosta, se encuentra una cruz de hierro, sobre base de granito, con la fecha 1620; se utiliza en la festividad del Cristo para hacer una parada con la imagen y proceder al beso de los pies de la misma por parte de todo el pueblo, es de factura completamente distinta de las otras que hay en el pueblo: sobre las gradas se levanta una peana estrecha y alta, de más de dos metros, en la que se eleva la cruz; ésta no es maciza, sino de varas; teniendo antes, en los bordes de los brazos, unos adornos redondos, al desaparecer uno hace mucho se quitó, después, el otro que restaba, quedando la cruz un tanto desangelada.



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          Hay otra cruz en la pared sur del cementerio, realmente no es una cruz completa, sino solamente el crucero, la parte alta; por el tamaño y la forma podría ser una cruz normal que se rompió o que se cortó a fin de desempeñar el papel que hoy tiene asignada: sacralización del recinto.


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          Frente al edificio de las antiguas escuelas, al final de la calle Real, según nos cuenta uno de los vecinos, se encontraba otra cruz; pudiera tratarse de una de las que faltan del Vía Crucis; al edificarse las nuevas escuelas en la época de la II República, éste viejo edificio pasó a utilizarse como salón de baile, y dado que se pensó que era poco adecuada la existencia de la cruz ante un local de diversión, ésta se desmanteló, sin que se conozca el destino de sus piedras.

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          En la calle Angosta, y formando parte de la ventana de una casa, se encuentra una piedra labrada con la inscripción AÑO 1624; se encuentra boca abajo, mostrando claramente que se echó mano de ella al edificar el edificio y se colocó sin tener en cuenta para nada si iba al revés o al derecho; la fecha que muestra da a entender que, casi con seguridad, formó parte de la peana de una de las cruces que faltan en el Vía Crucis (podría ser parte de la cruz de la que hablamos antes).


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      En las memorias de mi tío Gregorio se lee lo siguiente:
          “En la fachada del mediodía (de la ermita de San Cristóbal) estaba la puerta principal de entrada a la iglesia y, en la esquina de ésta con la del este, en lo más alto del cerro, de cara a todos los vientos, un crucero de piedra granítica y amarillentas peanas en cuyas bases tomaban confiados el sol los tornasolados lagartos. En este crucero terminaba el Calvario que inició su recorrido en su primera cruz levantada frente a la ermita de la Agonía, pequeño edificio de planta cuadrada, confundido con el gris de los secos tomillares y las tierras ocres de las laderas del cerro que bajaban hasta lamer las primeras casas del pueblo, cerro conocido con el nombre de El Calvario, sin duda por esta primera cruz que se alza a sus pies.
          Sus catorce cruces, representando otras tantas estaciones, están salpicadas por caminos y praderas hasta terminar en el crucero de San Cristóbal. Todavía yo conocí a las mujerucas del pueblo, con negros vestidos, manto de paño sobre la cabeza, bordeado de terciopelo y el rosario entre sus arrugadas y curtidas manos, recorrer estas catorce estaciones, arrodillándose en grupos alrededor de cada cruz, cada viernes de la Cuaresma.”
          Este texto hace suponer que, hacia los años veinte del pasado siglo, el Vía Crucis se realizaba desde la ermita del Cristo de la Agonía hasta la ermita de San Cristóbal utilizando, quizás, todas las cruces disponibles en el pueblo; yo, personalmente, jamás he asistido a Vía Crucis alguno en el pueblo. En los años cuarenta y cincuenta, según testimonios orales, el Vía Crucis salía de la iglesia de San Sebastián, recorriendo todas las cruces existentes, y acabando en lo alto de San Cristóbal.
          Las cruces existentes hoy son veinte, más las dos que completan el triduo de la estación doceava del Vía Crucis, veintidós en total, y van desde 1571 hasta 1730.

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          Como colofón a este estudio he de hacer referencia a otras cruces existentes en el pueblo que seguro que han pasado desapercibidas para la mayoría: las dos cruces grabadas en las jambas de la puerta trasera de la casa del número dos de la calle Segovia, la que da a la actual calle de la Aceiterilla: son dos cruces esquemáticas, con su base y su crucero, marcadas, quizás, como guardianas de la prosperidad de la casa en un sentido supersticioso o como auténticas marcas de la religiosidad de los ocupantes de la misma; en la calle Real, en el número 11, en la jamba izquierda de la puerta, hay otra cruz grabada con idéntica finalidad; y, por último, en uno de los bancos de piedra que se adosan a las casas de la plaza de la Aceiterilla, también se ven grabadas, en el duro granito, otras cruces.




     Igualmente no debemos dejar de lado el magnífico Vía Crucis existente en el interior de la iglesia de San Sebastián: las catorce estaciones están representadas por otras tantas cruces de madera, grandes, de más de un metro de altura, colgadas a lo largo de las paredes, hoy día pintadas de negro con dorados y al pie de cada una, una pequeña pintura orlada representando el significado de cada estación; en la doceava que, como es costumbre, hay tres cruces, hay una placa debajo de la pintura correspondiente que dice: “Esta bía sacra hicieron Luís Garzía de Cerecedo y María de Herera su muger. Año de 1676”.


         En la ermita del Cristo de la Luz, recientemente restaurada, y en la que se venera una imagen de san Cristóbal, hay otra cruz, metálica, coronando la cúspide del tejado; se trata de una cruz de pequeñas dimensiones que, curiosamente, tiene en sus brazos, los símbolos de la Pasión de Cristo: la corona de espinas, unas tenazas con las que quitar los clavos, la lanza de Longinos, una vara con la esponja del agua y el vinagre y alguna pieza más que falta (se ven los agujeros que soportaban otros objetos) y entre los que creo recordar una pequeña escalera; por último, cómo olvidar que el monte más alto del término (1657 metros) se llama Cruz de Hierro.



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