Entre los edificios que nos han
legado los siglos pasados hay dos que tienen una cosa en común: unas singulares
arcadas onduladas rematando sendas entradas a patios o corrales; se trata del
edificio del parador, situado en la carretera nacional N-110 y del ya comentado
edificio edificado en la calle Segovia con esquina a la del Mediodía y que ha
servido, durante tantos años, como lienzo para las conmemoraciones de los
“quintos” del pueblo.
Entrada de carruajes del parador
Casa de don Juan Moreno
Este tipo de adorno no es nada
corriente en la zona; constituyendo una “anomalía” dentro de la arquitectura
popular de Ávila o de Segovia; para encontrar algo parecido hay que irse al
norte, a Barcelona, donde se puede encontrar en alguna de las obras
emblemáticas del arquitecto Antonio Gaudí, sobre todo en la Finca Miralles,
edificada entre 1900 y 1902 y en las Escuelas de la Sagrada Familia, levantadas
en 1909.
Escuelas de la Sagrada Familia (Barcelona)
Finca Miralles (Barcelona)
¿Cómo llegó este tipo de arquitectura
a nuestro pueblo?, eso es algo que vamos a intentar explicar en las líneas
siguientes.
De todos es sabido que uno de los
últimos propietarios de la casa de la calle Segovia fue Gregorio Moreno López,
nacido en una de las familias más pudientes de Aldeavieja del siglo XIX,
notario en la ciudad de Toledo y sobrino de uno de los grandes mecenas del pueblo:
José López Gordo (1805-1885), afincado en Barcelona en los años en que el genio
de Gaudí llenaba de edificios modernistas las calles de la ciudad.
También es sabido que el arte de
Gaudí no se circunscribió sólo a la capital catalana, también en Castilla,
concretamente en las ciudades de León, Astorga y Comillas (en Santander), se
levantan hoy tres edificios salidos de su ingenio: la Casa Botín, el Palacio
Episcopal y El Capricho, respectivamente; Gaudí hizo los planos, las maquetas y
envió a los albañiles y obreros que trabajaban con él, asiduamente, en
Barcelona; sólo estuvo personalmente en las obras de la ciudad de León y
durante muy poco tiempo, dejando a
aparejadores de confianza la vigilancia y desarrollo de las
edificaciones.
Y fue en León, precisamente, donde se produjo
el contacto entre los ayudantes de Gaudí y nuestro hombre: Gregorio Moreno;
este había acudido a la ciudad reclamado por el propietario del edificio, su
amigo Mariano Andrés Luna, para ejecutar el papeleo legal de unos negocios; una
vez allí, acudió a ver las obras, muy adelantadas, del edificio proyectado por
Gaudí, y del que estaba muy orgulloso su amigo, y en una conversación con uno
de los constructores, parece ser que se trataba de Agustí Massip, le pidió alguna
idea original para la casa que estaba reformando en su pueblo, Aldeavieja; en
un papel, Massip le dibujó las techumbres de las Escuelas que, en aquellos
momentos, se empezaban a edificar junto a la Sagrada Familia y Gregorio pensó
que una cosa así daría una pincelada de originalidad a su mansión de verano.
Y esa es la historia; a su vuelta, Gregorio
Moreno hizo poner sobre la entrada del patio de coches de su casa esa sinuosa
línea que embellece la puerta y el maestro de obras que la hizo, y cuyo nombre
no ha llegado hasta nosotros, pidió permiso para incluir algo parecido en el
parador que, en aquellos momentos, estaba reformando a petición de sus dueños;
con una mayor libertad y más espacio, coronó las puertas carreteras con esa
inconfundible ondulación que, todo el que pasa por la N-110, se queda mirando a
la vez que piensa que aquello no es lo normal en los edificios castellanos.
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