1905, se celebra otra boda “de
campanillas” en Aldeavieja, los tiempos cambian y ya sólo habrá un día de
celebración en vez de los acostumbrados tres o cuatro; hay que perdonar el
estilo ampuloso y algo cursi del corresponsal (no hay que olvidar que los
comienzos del siglo XX son tiempos de un renacer del viejo romanticismo y que
la boda se celebra entre miembros de una clase social llena de mojigaterías: la
mediana burguesía rural que siempre ha querido
parecer más de lo que es)
El lunes
último celebróse en Aldeavieja un fausto acontecimiento que, repercutiendo en
la mayoría de sus hogares, llevó numeroso gentío a la Iglesia parroquial, acudiendo unos por rendir
cariñoso tributo a la amistad; otros, por rendirlo a la santa curiosidad; y
todos, no cabe dudarlo, por honrarse honrando a la feliz pareja que lo
motivaba.
Dos simpáticos primos-hermanos, de
las más acaudaladas familias de la localidad iban a unirse con los santos e
indisolubles lazos del matrimonio, sueño dorado que acariciaran, acaso desde la
infancia. El, Juan Moreno Esteban, distinguido Notario de Toledo, que apenas
comenzado el ejercicio de su profesión, fue elevado al Decanato por sus
compañeros; ella, Juana Gordo Moreno, gentil y virtuosa doncella, que por su
afabilidad y buen carácter se hizo acreedora al cariño de todos.
El citado día, reunido el acompañamiento
en casa de la novia, a las diez de la mañana apareció ésta lujosamente ataviada
con valioso vestido negro de encaje, vaporoso y elegante velo blanco de
desposada, soberbio aderezo de diamantes y la simbólica flor de azahar, que
realzaban considerablemente su natural belleza; y a los acordes de precioso
pasodoble ejecutado en magnífico piano de manubrio, se puso en marcha,
escoltada por todos los jóvenes que asistían a la boda; seguían, el novio, de
severo y bien cortado traje negro de levita y sombrero de copa, llevando a
derecha e izquierda respectivamente, al padrino y al que momentos después sería
su padre político; y a continuación el resto del acompañamiento como se
acostumbra en todas partes.
Bendijo la unión D. Emilio López Esteban,
primo de la novia, Capellán de la Casa de Misericordia de Ávila, y fueron
padrinos el acaudalado propietario y Alcalde de este pueblo, D. Juan Moreno
López y su señora Dª Felicísima Gordo Moreno, tíos de los novios.
Terminada la misa nupcial desfilaron
los novios por delante de los concurrentes recibiendo entusiastas
felicitaciones y seguidos de los pollos y demás acompañamiento se dirigieron a
la casa de los padrinos, donde las bellísimas hermanas de la novia, sirvieron
abundante refresco, ayudándolas en la tarea sus hermanos y primos.
A las cinco de la tarde organizase
nutrido baile en la Plaza Mayor, frente a la magnífica casa que allí poseen y
habitan los padres de la novia, donde a los acordes del piano de manubrio, el
elemento joven lució sus habilidades en el arte de Tersícore, constituyendo las
doncellas precioso plantel donde la belleza y la juventud establecieron sus
reales; baile que tuvo considerable refuerzo al anochecer con la presencia de
numerosas parejas que por las ocupaciones propias de la recolección no pudieron
prestar antes su concurso, prolongándose hasta cerca de las once de la noche.
A la una de la madrugada reanudóse el
baile, que terminó a la salida del sol, del martes, con no poco sentimiento de los
jóvenes de ambos sexos, que se mostraron incansables, siendo esta boda una de
las que forman época en esta Vieja Aldea, pues en dicha boda como en la de una
hermana de la novia, celebrada con el actual Alcalde de Sangarcía, cuatro años
ha, y de la que entonces nos ocupamos en las columnas de este periódico,
reinaron el buen humor, la alegría, el lujo, y el mejor gusto en la confección
de trajes y toilletes de las pollitas.
El miércoles abandonaron el pueblo
los recién desposados, quienes provistos de su billete kilométrico se proponen
visitar las más importantes poblaciones del Norte, regresando a primeros de
septiembre para servir, como Mayordomos, la función de nuestra Excelsa Patrona,
la Virgen del Cubillo.
Y para terminar, sólo nos resta
felicitar desde las columnas de este Diario a los desposados, deseándoles
interminable luna de miel; a los padres de la novia, el rico labrador y
ganadero, y muy querido amigo nuestro, don Andrés y doña Teresa; a la madre del
novio doña Adela; a los jóvenes de ambos sexos, por su buen humor, mesura y
ejemplar corrección en todos sus actos, permitiéndonos recomendar a los pollos
recalcitrantes que presenciaron y tomaron parte en esas diversiones, que
guiados por noble emulación, sigan en breve el camino de la Vicaría, que les
dejaron ya trazado, los desposados.
El Corresponsal.
Aldeavieja agosto-10-1905.
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