Hoy quiero mostraros dos
lugares, quizás no demasiado conocidos, pero que tienen un “encanto especial”,
están ya cerca de la frontera con Villacastín, es más, uno de ellos forma parte
de la serie de hitos que se señalaron como indicadores de la división entre los
dos municipios (Aldeavieja y Villacastín) cuando los dos formaban parte de la
tierra segoviana.
Conocéis Peña Horcada o,
como se llamaba en la antigüedad, Peña Forcada; y habréis pensado, también, que
su nombre se debe a su forma, como dice el diccionario de la RAE, horcada
significa “con forma de horca”, ese utensilio de madera, o de metal, utilizado
por todos los labradores, desde que el mundo es mundo hasta hace poco más de
cuarenta años; un utensilio que ha pasado de ser casi imprescindible para la
cosecha de los cereales a convertirse en pieza de museo.
Pero, ¿habéis
tenido en consideración que su nombre puede provenir de otra cosa, de un
animal, por ejemplo? ¿no son un par de cuernos, quizás?, ¿no representa a ese
animal totémico tan presente en todo el centro de la península, el toro, el
verraco, el animal por excelencia de los vettones y, a través de ellos, de toda
la gente hispana?.
Los verracos,
representación en piedra de los animales que constituían la riqueza de los pueblos
celtas de la zona, se consideraban como protectores de los ganados y en general
de las comunidades indígenas que los realizaron, ya como demarcadores de los
pastos de mejor calidad, o como hitos que señalaban los límites de un
determinado territorio.
Tenemos un ejemplo
de lo mismo en el lejano palacio del legendario rey Minos en Cnosos, en la isla
de Creta, donde se encontró, durante las excavaciones realizadas por Evans, una
escultura que representaba dos cuernos de toro.
Contemplad la
roca: hincada sobre otras grandes moles de granito, se eleva, orgullosa y
señorial, la Peña Horcada, pero si os acercáis y la veis desde más cerca,
observaréis que, entre las astas, corre un canal, la piedra alisada nos
recuerda que por ella han pasado no sólo las aguas de la lluvia sino, también,
otros fluidos sacrificales, como sangre de animales, o de enemigos vencidos.
Asimismo, bajo el cuerno de la izquierda, tras una protuberancia que, en algún
momento de la historia, se ha roto, hay una cazoleta, típica de los vettones,
que utilizaban para recoger agua de lluvia o colocar las ofrendas para el
sacrificio.
Antes señalaba que
estas señales se colocaban en lugares que indicaban buenos pastos y, como todos
sabemos, a su lado, termina (hoy día) el bosque de El Valle, uno de los parajes
que, en nuestra tierra, ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales, como
lugar de pasto y cuidado de los rebaños de los que tan rica ha sido nuestra
localidad.
Pero, hay más; dentro
de El Valle, y a unos escasos cien o doscientos metros, se encuentra el paraje
denominado Verraco Gordo; me imagino que todos o casi todos lo conoceréis, si
no es así, os voy a indicar cómo llegar a él, pues merece la pena echarle un
vistazo.
Saliendo del
pueblo, se coge el Camino de Abajo del Cubillo, ya sabéis, el que cruza El
Valle; cuando se va a salir de él, a cincuenta metros de la portera de salida,
se toma una vereda que sale perpendicular al camino que traemos, a la
izquierda; unos pocos minutos nos llevan a una pradera entre los árboles en
medio de la cual se levantan unos grandes peñascos, que son nuestra meta.
Se pasa un primer
cerco y, ante nosotros, se alzan las piedras, como si fueran un gran animal
tumbado; subiremos a las peñas y mirando a nuestro alrededor nos daremos cuenta
de que estamos en un lugar excepcional, rodeados de robles y, al fondo, la
sierra; más cerca una espléndida pradera que en verano y primavera da alimento
a las reses que allí se cobijan y, cruzándola, las huellas de dos arroyos que,
los más mayores, recordaremos llenos de agua durante la primavera, regando los
pastos y alimentando una gran variedad de fauna.
Ahora, mirad a
vuestros pies; aquí y allá veréis cazoletas excavadas en la piedra, de todos
los tamaños, circulares o de otra forma, si ha llovido estarán llenas de agua:
esa es su función, recoger la lluvia para poder utilizarla; estas cazoletas son
típicas de la cultura celta y las podéis haber visto en otros castros de la
provincia: Ulaca, las Cogotas o Chamartín.
En la parte más
cercana a los árboles, adivinaréis una especie de subida en rampa y, en el lado
contrario, paredes lisas que podrían haber servido como parte de habitaciones o
refugios; en una de ellas hasta se encuentran rastros de fuego que ha manchado
las piedras.
Mirando acá y allá
es fácil imaginarse suelos de cabañas, hogares, escabeles y asientos; la roca
ha sido cortada, y no precisamente ayer, y pulida o alisada en innumerables
sitios.
¿No es el sitio
ideal de un pequeño castro de ganaderos o un refugio en los días y noches de
relente mientras se vigila el ganado? Y, a poca distancia, ya sabemos, la roca
Horcada que visibiliza y señala el lugar como el más adecuado, de los
alrededores, para que el ganado pazca.
¿Por qué ese
nombre de Verraco Gordo?, ¿quizás se localizó aquí una de esas esculturas en granito,
representando toros o cerdos, que hoy se custodian en museos o lugares
públicos?, hay tantos encontrados hace cientos de años de los que no se tienen
noticias del lugar donde se hallaron…
No quiero
aburriros con más indicaciones o suposiciones, id allí, vedlo y, luego,
comentad sobre ello; me gustaría saber cuál es vuestra opinión.
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