21 de mayo de 2020

Aldeavieja y el terremoto de Lisboa de 1755.


     Ahora que estamos en tiempos de encierros y calamidades, os voy a contar que ocurrió en nuestro pueblo, allá por 1755, cuando sucedió uno de los terremotos más grandes que se conocen en Europa.



     El 1 de noviembre de 1755 se produjo lo que más adelante se llamó “El terremoto de Lisboa”, a causa de que, en el mismo, la ciudad del mismo nombre quedó destruida casi totalmente, estimándose en más del 90% el número de edificios arruinados con una mortalidad superior a los 10.000 fallecimientos; si tenemos en cuenta que la cifra total se calcula en unos 20.000 podemos hacernos una imagen de lo que supuso para la capital portuguesa.
     En España, este terremoto, y el maremoto que le siguió a continuación, se cobró la vida de unas 1.300 personas, siendo muy intenso en las provincias del sur, principalmente Sevilla, Cádiz y Huelva; estimándose unas pérdidas materiales de 503 millones (en euros a día de hoy).
     Fernando VI, a la sazón rey de España, sintió el terremoto estando en el Monasterio del Escorial, regresando apresuradamente a la Corte y a los pocos días, dio orden a la Real Academia de la Historia de que se procediese a evaluar los daños que el citado terremoto había producido en sus posesiones; para efectuarlo se envió a cada Ayuntamiento una carta en la que se realizaban una serie de preguntas para que las autoridades municipales contaran el cuándo, cómo y dónde se habían producido daños, lo que se sintió y el número de víctimas si las hubiere.
     A continuación vamos a incluir las contestaciones que las autoridades de Aldeavieja y Blascoeles (los párrocos y alcaldes junto con algún vecino) dieron a la citada carta; recogidas del libro “Los efectos en España del Terremoto de Lisboa. 1 de noviembre de 1755”, de José Manuel Martínez Solares y editado por el Ministerio de Fomento en 2001.

ALDEAVIEJA (Ávila)
Respondiendo a lo que se me pregunta en atención a la precedente carta Orden, digo con toda verdad:
Que el día de todos Santos, primero de este mes, habiendo celebrado misa, y estando sentados en la sacristía de la Iglesia de este lugar con otros sacerdotes y algunos seglares, entre nueve y diez de la mañana, a mi parecer oí un ruido como si pasaran algunos coches, inmediato a la sacristía, que nos pareció tempestad de aire.
A muy poco tiempo se empezó a mover el asiento, en que estaba sentado, hacia arriba, lentamente, aumentando el movimiento de forma que movía el cuerpo, con cuyo motivo dije a los circunstantes: «la tierra se mueve», asintiendo todos a ello, por experimentar lo mismo, y creció en el discurso de el tiempo que se pueden rezar tres credos, tanto el movimiento hacia arriba, que se movía el cuerpo a la manera que el que siente el que camina en un caballo a trote.
Sobresaltado, salí a la Iglesia, y vi moverse las laudes y paredes, las unas hacia arriba y las otras a los lados, y mucha gente, que a tropel salía de la Iglesia, por decir que se hundía.
Fuimos al altar mayor y no sentí más.
Me parece sería su duración como de el tiempo se tarda en rezar cinco credos, poco más o menos.
Ha sido Dios servido que en este pueblo no se ha experimentado ruina, ni perjuicio alguno en edificio, ni criatura, que haya llegado a mi noticia.
No he advertido indicio alguno que pudiese motivar semejante temblor, y sí formo concepto de que es otro aviso que la Majestad Divina nos da de su justo enojo por nuestras culpas, y lo obstinados que estamos en ellas, pues no habiéndonos dado por sentidos al azote de la hambre y miseria de los precedentes años, ni menos al conocido beneficio de la próxima anterior abundantísima cosecha, perentoriamente nos quiere anunciar su Justicia.
Esto es cuanto he advertido, y experimentado. Por ser verdad lo firmo en Aldeavieja, a diez y ocho de noviembre de mi setecientos cincuenta y cinco.
J. Manuel Zahonero de Robles y García

[Siguen otros dos documentos más].

ALDEAVIEJA (Ávila)
Hecho cargo de las preguntas que contiene la anterior carta, digo:
Que en el día primero del que rige, como a cosa de entre nueve y diez de la mañana, estando en la Iglesia parroquial de este lugar de Aldeavieja, a la asistencia de los Divinos oficios, en el promedio de ella, senta[do] en uno de los bancos que tiene, observé grandísimo ruido y, al mismo tiempo, el que se levantaban así el nominado banco, como las losas que tiene y que el coro o tribuna se movía y, por consiguiente, sus paredes y postes de dicha Iglesia.
Y que la gente que estaba tocando la campana se bajó a toda prisa por moverse en la misma conformidad la torre, por cuyo motivo la gente que se hallaba dentro de la Iglesia, con grandísimo tropel se salió, haciendo juicio se arruinaba.
Y también se observó que el capitel de la capilla de San Joseph, agregado a esta, se torció a un lado y a otro.
Lo que me parece duraría como cosa de cinco o seis minutos, poco más o menos, y que no ha llegado a mi noticia haya sucedido desgracia alguna en este pueblo, ni en personas ni edificios.
No advirtió indicio ninguno que motivase semejante temblor.
Y que no hace juicio qué motivos ni circunstancias ha movido a semejante temblor.
Y por ser verdad cuanto lleva dicho, y haberlo por sí visto y experimentado, lo firma, junto con el Señor Alcalde en
Aldeavieja, y noviembre diez y ocho de mil setecientos y cincuenta y cinco,
Balthasar Martín Garzía, Manuel Soria Casillas

ALDEAVIEJA (Ávila)
Balthasar Martín García, Alcalde ordinario de este lugar de Aldeavieja, en vista de la carta Orden que motiva las declaraciones antecedentes, hizo comparecer ante sí a Sebastián García Zahonero, vecino de este dicho lugar, y enterado de su contenido, dijo:
Que estando en su casa, como a cosa de entre nueve y diez de la mañana, observó venir grandísimo ruido y, al mismo tiempo, que los suelos de ella se movían, los techos crujían, las maderas unas con otras, las paredes se movían también de un lado a otro, y, temeroso, así él como parte de su familia, se salieron a la calle, haciendo juicio se arruinaba dicha su casa, y halló que los circunvecinos les había sucedido en las suyas, y que bajando a la Iglesia a la asistencia de los Divinos oficios, oyó decir en común había sucedido en todo el pueblo, y en cada casa en particular, y halló también asustada la gente que había salido de la Iglesia, temerosa de la ruina.
Que no ha oído decir haya habido desgracia ninguna en personas ni edificios, y que no advirtió cosa alguna antes de el temblor y que su juicio: ser aviso de Dios para que, como tan malos, nos enmendemos de tantas culpas.
Y por ser así verdad cuanto lleva dado, lo firmo, junto con dicho señor Alcalde, en dicho lugar de Aldeavieja, y noviembre diez y ocho de mil setecientos cincuenta y cinco.
Balthasar Martín Garzía, Sebastián Garzía Zahonero
[Remitido por el Intendente de Segovia, el 27-XII-1755].

BLASCOELES (Ávila)
Respondiendo a lo prevenido y preguntado en la carta Orden que se me presenta, digo con toda verdad:
Que el día de todos los Santos, y primero de este mes, habiendo ya acabado de celebrar la misa del pueblo y hallándome en la sacristía quitando la casulla, para salir a responsear, oí un alboroto y ruido grande de gente en mi Iglesia, por lo cual salí de la sacristía y, viendo toda la gente alborotada les pregunté «qué sucedía» y me respondieron algunos «que se venía la Iglesia a tierra», lo cual me causó grande novedad, porque yo no experimenté ni temblor alguno de tierra ni tampoco oí ruido alguno, lo que a muchos de este pueblo, siendo así que aquel día todos estaban en la Iglesia a la hora del temblor, que sería a eso de las diez o diez y cuarto de la mañana, les sucedió lo mismo que a mí, no habiendo oído ni experimentado cosa alguna; pero la mayor parte del pueblo, así de hombres como mujeres, experimentaron que los asientos en donde estaban se movían y como se levantaban hacia arriba y lo mismo experimentaron las más de las mujeres, puestos losas de la Iglesia, dicen se movían, y como que se levantaban hacia arriba.
Al poco tiempo, o poco antes, dicen oyeron un ruido como cuando por una calle empedrada pasan muchos coches.
Y esto, dicen, duraría como cosa de tres o cuatro credos.
Y así, toda la gente salimos de la Iglesia a toda prisa.
Ha sido Dios servido que en este pueblo no haya sucedido cosa alguna de ruina ni en edificios, personas ni animales.
Anteriormente no advertí indicio alguno que pudiese motivar semejante temblor; pero sí formo mi concepto: digo que este pudo provenir de causas naturales, las cuales son causa que en otras partes se experimenten temblores de tierra a menudo, o acaso puede ser aviso de la Majestad Divina para que nos reconozcamos lo obstinados que estamos en nuestras culpas, pues así nos anuncia Dios su severa Justicia, para que nos enmendemos en nuestros yerros.
Es[to] es cuanto he advertido y experimentado, que por ser verdad lo firmo en Blascoeles, a diez y nueve del mes noviembre de mil setecientos y cincuenta y cinco años,
Don Gregorio Gallego

BLASCOELES (Ávila)
Juan Barbudo, Alcalde ordinario de el lugar de Blascoeles, a vista de la carta Orden que motiva las declaraciones antecedentes, hizo comparecer a Cristóbal Bázquez y a Manuel Martín Rodríguez, los que avisaron a todos y dijeron a todos en voz alta «que se saliesen fuera del templo, que se arruinaba y a toda priesa», pero ha sido Dios servido de que no hubiese sucedido desgracia alguna y duraría el ruido y el temblor como cinco o seis minutos poco más o menos.
Y esto sucedió entre nueve y diez de la mañana el día de todos los Santos a el acabarse el evangelio de San Juan.
Y para que conste ser verdad lo firmó el que supo. Y, junto con el Señor Alcalde Juan Barbudo, en dicho lugar, diez y nueve de noviembre del año de mil novecientos y cincuenta y cinco.
Juan Barbudo, Cristóbal Bázquez Andrés
[Remitido por el Intendente de Segovia, el 27-XI-1755].

No hay comentarios:

Publicar un comentario