Ahora que estamos en tiempos de encierros y calamidades, os voy a contar que ocurrió en nuestro pueblo, allá por 1755, cuando sucedió uno de los terremotos más grandes que se conocen en Europa.
El 1 de noviembre de 1755
se produjo lo que más adelante se llamó “El terremoto de Lisboa”, a causa de
que, en el mismo, la ciudad del mismo nombre quedó destruida casi totalmente,
estimándose en más del 90% el número de edificios arruinados con una mortalidad
superior a los 10.000 fallecimientos; si tenemos en cuenta que la cifra total
se calcula en unos 20.000 podemos hacernos una imagen de lo que supuso para la
capital portuguesa.
En España, este
terremoto, y el maremoto que le siguió a continuación, se cobró la vida de unas
1.300 personas, siendo muy intenso en las provincias del sur, principalmente
Sevilla, Cádiz y Huelva; estimándose unas pérdidas materiales de 503 millones (en
euros a día de hoy).
Fernando VI, a la sazón
rey de España, sintió el terremoto estando en el Monasterio del Escorial,
regresando apresuradamente a la Corte y a los pocos días, dio orden a la Real
Academia de la Historia de que se procediese a evaluar los daños que el citado
terremoto había producido en sus posesiones; para efectuarlo se envió a cada
Ayuntamiento una carta en la que se realizaban una serie de preguntas para que
las autoridades municipales contaran el cuándo, cómo y dónde se habían
producido daños, lo que se sintió y el número de víctimas si las hubiere.
A continuación vamos a
incluir las contestaciones que las autoridades de Aldeavieja y Blascoeles (los
párrocos y alcaldes junto con algún vecino) dieron a la citada carta; recogidas
del libro “Los efectos en España del Terremoto de Lisboa. 1 de noviembre de 1755”,
de José Manuel Martínez Solares y editado por el Ministerio de Fomento en 2001.
ALDEAVIEJA (Ávila)
Respondiendo a lo que se me pregunta en atención a la
precedente carta Orden, digo con toda verdad:
Que el día de todos Santos, primero de este mes, habiendo
celebrado misa, y estando sentados en la sacristía de la Iglesia de este lugar
con otros sacerdotes y algunos seglares, entre nueve y diez de la mañana, a mi
parecer oí un ruido como si pasaran algunos coches, inmediato a la sacristía,
que nos pareció tempestad de aire.
A muy poco tiempo se empezó a mover el asiento, en que
estaba sentado, hacia arriba, lentamente, aumentando el movimiento de forma que
movía el cuerpo, con cuyo motivo dije a los circunstantes: «la tierra se
mueve», asintiendo todos a ello, por experimentar lo mismo, y creció en el
discurso de el tiempo que se pueden rezar tres credos, tanto el movimiento
hacia arriba, que se movía el cuerpo a la manera que el que siente el que
camina en un caballo a trote.
Sobresaltado, salí a la Iglesia, y vi moverse las
laudes y paredes, las unas hacia arriba y las otras a los lados, y mucha gente,
que a tropel salía de la Iglesia, por decir que se hundía.
Fuimos al altar mayor y no sentí más.
Me
parece sería su duración como de el tiempo se tarda en rezar cinco credos, poco
más o menos.
Ha
sido Dios servido que en este pueblo no se ha experimentado ruina, ni perjuicio
alguno en edificio, ni criatura, que haya llegado a mi noticia.
No he advertido indicio alguno que pudiese motivar
semejante temblor, y sí formo concepto de que es otro aviso que la Majestad
Divina nos da de su justo enojo por nuestras culpas, y lo obstinados que
estamos en ellas, pues no habiéndonos dado por sentidos al azote de la hambre y
miseria de los precedentes años, ni menos al conocido beneficio de la próxima
anterior abundantísima cosecha, perentoriamente nos quiere anunciar su
Justicia.
Esto es cuanto he advertido, y experimentado. Por ser
verdad lo firmo en Aldeavieja,
a diez y ocho de noviembre de mi setecientos cincuenta y cinco.
J. Manuel Zahonero
de Robles y García
[Siguen
otros dos documentos más].
ALDEAVIEJA (Ávila)
Hecho cargo de las preguntas que contiene la anterior
carta, digo:
Que en el día primero del que rige, como a cosa de
entre nueve y diez de la mañana, estando en la Iglesia parroquial de este lugar
de Aldeavieja, a la asistencia
de los Divinos oficios, en el promedio de ella, senta[do] en uno de los bancos
que tiene, observé grandísimo ruido y, al mismo tiempo, el que se levantaban
así el nominado banco, como las losas que tiene y que el coro o tribuna se
movía y, por consiguiente, sus paredes y postes de dicha Iglesia.
Y que la gente que estaba tocando la campana se bajó a
toda prisa por moverse en la misma conformidad la torre, por cuyo motivo la
gente que se hallaba dentro de la Iglesia, con grandísimo tropel se salió,
haciendo juicio se arruinaba.
Y también se observó que el capitel de la capilla de
San Joseph, agregado a esta, se torció a un lado y a otro.
Lo que me parece duraría como cosa de cinco o seis
minutos, poco más o menos, y que no ha llegado a mi noticia haya sucedido
desgracia alguna en este pueblo, ni en personas ni edificios.
No advirtió indicio ninguno que motivase semejante
temblor.
Y que no hace juicio qué motivos ni circunstancias ha movido
a semejante temblor.
Y por ser verdad cuanto lleva dicho, y haberlo por sí
visto y experimentado, lo firma, junto con el Señor Alcalde en
Aldeavieja, y noviembre diez y ocho de mil setecientos y
cincuenta y cinco,
Balthasar Martín Garzía,
Manuel Soria Casillas
ALDEAVIEJA (Ávila)
Balthasar Martín García, Alcalde ordinario de este
lugar de Aldeavieja, en vista
de la carta Orden que motiva las declaraciones antecedentes, hizo comparecer
ante sí a Sebastián García Zahonero, vecino de este dicho lugar, y enterado de
su contenido, dijo:
Que estando en su casa, como a cosa de entre nueve y
diez de la mañana, observó venir grandísimo ruido y, al mismo tiempo, que los
suelos de ella se movían, los techos crujían, las maderas unas con otras, las
paredes se movían también de un lado a otro, y, temeroso, así él como parte de
su familia, se salieron a la calle, haciendo juicio se arruinaba dicha su casa,
y halló que los circunvecinos les había sucedido en las suyas, y que bajando a
la Iglesia a la asistencia de los Divinos oficios, oyó decir en común había
sucedido en todo el pueblo, y en cada casa en particular, y halló también
asustada la gente que había salido de la Iglesia, temerosa de la ruina.
Que no ha oído decir haya habido desgracia ninguna en
personas ni edificios, y que no advirtió cosa alguna antes de el temblor y que
su juicio: ser aviso de Dios para que, como tan malos, nos enmendemos de tantas
culpas.
Y por ser así verdad cuanto lleva dado, lo firmo,
junto con dicho señor Alcalde, en dicho lugar de Aldeavieja, y noviembre diez y ocho de mil setecientos cincuenta
y cinco.
Balthasar Martín
Garzía, Sebastián Garzía Zahonero
[Remitido
por el Intendente de Segovia, el 27-XII-1755].
BLASCOELES (Ávila)
Respondiendo a lo prevenido y preguntado en la carta
Orden que se me presenta, digo con toda verdad:
Que el día de todos los Santos, y primero de este mes,
habiendo ya acabado de celebrar la misa del pueblo y hallándome en la sacristía
quitando la casulla, para salir a responsear, oí un alboroto y ruido grande de
gente en mi Iglesia, por lo cual salí de la sacristía y, viendo toda la gente
alborotada les pregunté «qué sucedía» y me respondieron algunos «que se venía la
Iglesia a tierra», lo cual me causó grande novedad, porque yo no experimenté ni
temblor alguno de tierra ni tampoco oí ruido alguno, lo que a muchos de este
pueblo, siendo así que aquel día todos estaban en la Iglesia a la hora del
temblor, que sería a eso de las diez o diez y cuarto de la mañana, les sucedió
lo mismo que a mí, no habiendo oído ni experimentado cosa alguna; pero la mayor
parte del pueblo, así de hombres como mujeres, experimentaron que los asientos
en donde estaban se movían y como se levantaban hacia arriba y lo mismo
experimentaron las más de las mujeres, puestos losas de la Iglesia, dicen se
movían, y como que se levantaban hacia arriba.
Al poco tiempo, o poco antes, dicen oyeron un ruido
como cuando por una calle empedrada pasan muchos coches.
Y esto, dicen, duraría como cosa de tres o cuatro
credos.
Y así, toda la gente salimos de la Iglesia a toda
prisa.
Ha sido Dios servido que en este pueblo no haya
sucedido cosa alguna de ruina ni en edificios, personas ni animales.
Anteriormente no advertí indicio alguno que pudiese
motivar semejante temblor; pero sí formo mi concepto: digo que este pudo
provenir de causas naturales, las cuales son causa que en otras partes se
experimenten temblores de tierra a menudo, o acaso puede ser aviso de la
Majestad Divina para que nos reconozcamos lo obstinados que estamos en nuestras
culpas, pues así nos anuncia Dios su severa Justicia, para que nos enmendemos
en nuestros yerros.
Es[to] es cuanto he advertido y experimentado, que por
ser verdad lo firmo en Blascoeles,
a diez y nueve del mes noviembre de mil setecientos y cincuenta y cinco años,
Don Gregorio Gallego
BLASCOELES (Ávila)
Juan Barbudo, Alcalde ordinario de el lugar de Blascoeles, a vista de la carta Orden
que motiva las declaraciones antecedentes, hizo comparecer a Cristóbal Bázquez
y a Manuel Martín Rodríguez, los que avisaron a todos y dijeron a todos en voz
alta «que se saliesen fuera del templo, que se arruinaba y a toda priesa», pero
ha sido Dios servido de que no hubiese sucedido desgracia alguna y duraría el
ruido y el temblor como cinco o seis minutos poco más o menos.
Y esto sucedió entre nueve y diez de la mañana el día
de todos los Santos a el acabarse el evangelio
de San Juan.
Y para que conste ser verdad lo firmó el que supo. Y,
junto con el Señor Alcalde Juan Barbudo, en dicho lugar, diez y nueve de
noviembre del año de mil novecientos y cincuenta y cinco.
Juan Barbudo,
Cristóbal Bázquez Andrés
[Remitido
por el Intendente de Segovia, el 27-XI-1755].
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