Dentro de los artículos dedicados a la riqueza artística de nuestro
pueblo, nos vamos a ocupar de un retablo que se encuentra en el santuario de la
Virgen del Cubillo.
Este retablo es obra de
nuestro antiguo conocido Sebastián de Benavente, y fue ejecutado a instancias
de Luis García de Cerecedo, que cumplía así con los deseos de su esposa, que
dejó dicho en su testamento (dado en 1659) que se hiciera para la ermita un
retablo de madera dorada para contener la imagen de la titular del santuario.
Se supone que estaba acabado e instalado entre 1666 y 1670.
Una vez dicho esto, vamos a
pasar a su explicación:
El retablo es bastante ancho y tiene en el banco de madera festones de tres frutos. Entre ellos hay dos cartelas formadas por sendas cabezas de ángeles con gorguera y casco rematado por un penacho de plumas y cuerpo escamado terminado en venera, con ornamento vegetal en lo alto. Hay en este basamento tres lienzos enmarcados igualmente con piedras, dos exvotos de fecha más tardía en los lados y en el centro la Huída a Egipto, que tendría debajo a la altura del pedestal de piedra la custodia, hoy desaparecida. El cuadro de la Huída a Egipto se debe a los pinceles de Herrera el Mozo, del que ya
hemos hablado cuando hemos presentado el retablo de la capilla de San José, en la iglesia parroquial de Aldeavieja y es una maravilla de trazo y color, casi diríamos que impresionista, en el que Herrera nos muestra toda su maestría ; se supone que, a ambos lados, en lugar de los exvotos que hoy están colocados, habría dos pequeños cuadros (sus medidas son de 0,41 x 0,59 m) pintados, asimismo, por Herrera y que, con seguridad, tratarían de temas sobre la vida de la Virgen y que, por desgracia, no han llegado a nosotros, siendo botín de alguno de los numerosos expolios que el santuario ha sufrido a lo largo de su historia; el de la izquierda muestra a un enfermo en la cama, a cuyo lado se encuentra un doctor y hacia los que viene otro personaje portando una bandeja, una imagen de la Virgen se encuentra en el ángulo superior derecho, del que sale un rayo de luz que se dirige al paciente; se le fecha hacia comienzos del siglo XVIII. El de la derecha tiene más historia, se trata de una imagen en la que aparecen varios barcos, unos españoles y otros ingleses, en lo que parece un ataque de éstos últimos sobre los primeros, que, presumiblemente, formarían parte de los convoyes de las Indias que traían a España productos y metales preciosos; este cuadro es una copia que realizó el pintor Rafael Seco del exvoto original que allí estaba y que desapareció no hace más de treinta años; ninguno de los dos tiene cartela, por lo que se supone que serían cortados para poder colocarlos en los marcos vacíos del retablo, perdiéndose la explicación de ambos milagros.El cuerpo principal está centrado por el nicho que contuvo a Nuestra Señora del Cubillo, hoy en el retablo principal; en la actualidad tiene otro exvoto pictórico de 1789 en el fondo, donado por Santiago de Andrés y Ángela Burguillo que representa a una santa (seguramente Teresa de Jesús) a la que un ángel, o quizás un Jesús niño, coronan de azucenas, junto a ella una palma que significa el triunfo y en una mesa pluma y recado de escribir. Hay una peana rectangular con un saliente curvo delante que puede ser la original.
Los intercolumnios contienen los lienzos de San Luis y San Antonio, ambos de Herrera el Mozo; el motivo de los cuadros, que puede parecer extraños a las devociones del lugar, corresponde a los santos patrones de los que encargaron el retablo: san Luís, rey de Francia, es el patrono de Luís García de Cerecedo y san Antonio lo era de su mujer, de nombre María Antonia. Ambos cuadros están ejecutados con una gran viveza de colorido y un gran cuidado en los rasgos, que dan un resultado de gran belleza.
El ático tiene una pintura de la Anunciación, del mismo autor que los anteriores, con marco repleto de filigranas y pinturas que representan ángeles y frutas, coronado por un jarrón, pintado, lleno de flores. A los lados hay dos pequeños muros con marco de plaquitas recortadas y policromía y con cabecitas en la parte superior.
Todo el retablo está lleno de cabezas de querubines y serafines así como de frutas y elementos vegetales; el interior del nicho central va pintado con una gran diversidad de motivos, tanto florales como paisajísticos.No hay ninguna duda del gran valor artístico de este retablo, al que habría que poner en valor y restaurar, como se hizo en su momento con los cuadros hacia 1985 para una exposición celebrada en el Museo del Prado sobre la pintura madrileña del siglo XVII.
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