Vamos a intentar, en
las próximas entradas del blog, mostrar algunas estampas de Aldeavieja durante
nuestra guerra civil, acudiendo a escritos y periódicos de la época.
En 1936 empezó la
guerra civil en España, a finales de julio, aproximadamente, Aldeavieja
permanecía en el bando rebelde tras una breve pausa en que se paseó por ella la
columna de Mangada; después de eso, por su cercanía al frente, se convirtió en
un lugar de reunión de fuerzas para atacar por la zona de Navalperal de Pinares
y Peguerinos y, por otra, en un punto de descanso y reagrupación de tropas.
(Milicianos de la Columna Mangada en julio de 1936)
Uno de esos grupos era una bandera de Falange compuesta por voluntarios procedentes de distintos pueblos de la provincia de Salamanca, principalmente de Benavente, Béjar y Ciudad Rodrigo, que esperaban su turno para participar en las refriegas que se dieron en la sierra de Guadarrama, el Alto del León, La Granja, etc. El 20 de septiembre de
ese año, aparecía en el periódico falangista de Benavente “La Nueva España”, un artículo encabezado por el siguiente título: Impresiones
del frente. Relato de un falangista benaventano en Aldeavieja. Un paseo militar
a discreción. Se trata de unos de esos escritos para levantar la moral
y tratar de serenar los miedos y preocupaciones que las familias pudieran tener
sobre sus familiares enviados a la lucha. No llevaba firma y éste es su
contenido:
Transcurren
los días con entera normalidad, prestando los servicios ordinarios de guardias
y puestos a más del servicio de protección de convoyes, en el que se hace gala
de buena voluntad y valentía. Este servicio no deja de tener su riesgo y, en
algunos trayectos, grave. Hay que pasar nuestras posiciones de retaguardia
emplazadas en las crestas de unas montañas, desde las que se domina un extenso
valle cercano, muy cercano a Navalperal. Allí (en la Cruz de Hierro) tenemos
emplazadas tres baterías del 10,50 y una compañía de infantes, que están dando
un ejemplo magnífico de valentía y abnegación, pues el frío es intensísimo por
las noches … Castilla áspera, dominada por todos los vientos…
(Se trata de las
fortificaciones que el coronel Ricardo Serrador mandó levantar, después de la
sangrienta incursión, y derrota, llevada a cabo por el comandante Doval en
agosto, a fin de evitar una posible incursión de las tropas gubernamentales
victoriosas; básicamente se trataría de pozos de tirador y explanaciones para
poder colocar las piezas de artillería)
Pues
quien, tuvimos noticias de que en un montículo de esta cordillera y entre
Aldeavieja y Villacastín había un castillo encantado o palacio, como queráis
llamarlo, en el que había algunos duendes. Allá nos encaminamos muy decididos
mis tres camaradas y yo armados con nuestros fusiles y dispuestos a desalojar a
los duendes del referido palacio.
(Este ”palacio
encantado” no puede ser más que la casa de la finca de “La Olla”, propiedad hoy
de los descendientes de Concha Piquer”)
A
dos kilómetros del edificio tropezamos con una ganadería de reses bravas.
Siento también no poder deciros el nombre del ganadero ni la divisa, pues no
nos dio tiempo a mirarla. A una llamada o cita (yo no sé de términos
taurómacos) del más significado acompañante, nos embistió un becerro morucho y
como por encanto (no sé si contagiados ya de nuestros duendes) hemos hecho una
ejemplar retirada. Una llamada de silbato nos ha ido poniendo en contacto y
¡qué valentía o qué destreza!, cada uno nos habíamos encaramado a una encina y
el bicho entre todos. ¿Quién baja? Baja tú, ordenó el jefe. Baja tú, ordenamos
todos y, al fin, el bichejo ha ordenado romper filas y él fue el primero en
retirarse.
Nos
hemos mirado unos a otros y no hubo heridos. Después de este episodio hemos
continuado nuestro paseo y hemos llegado al palacio. Está enclavado en el centro
de una finca magnífica, rodeado de una huerta llena de frutales, estanque,
piscina, surtidores de agua, todo lo que podáis soñar para vosotros.
Nuestra
primera faena fue tomar posiciones alrededor del palacio. ¡Carguen armas! Hemos
oído decir al jefe y con una precisión extraordinaria y al unísono han sonado
los cerrojos de nuestros fusiles. ¡Al ataque! Ha vuelto a gritar el mando y tras un
desesperado esfuerzo hemos tomado el palacio.
Habitación
por habitación hemos registrado la casa y no han aparecido los duendes por
ningún sitio, en vista de lo cual, y creyendo dejar el palacio limpio de
duendes, hemos regresado a nuestro cuartel. Sólo nos encontramos unas botellas
de Moriles, Sonterne y F. Paternina con otras dos de Clicont, amén de algún
utensilio de cocina y comedor. Todo lo dejamos a salvo de los duendes y el jefe
de la expedición tuvo la suerte de encontrarse un kimono (no me atrevo a
llamarle albornoz para no encanallarme) que ha servido para hacer los honores
de la fiesta con que celebramos la limpieza del palacio.
(Moriles es el famoso
vino generoso de Córdoba; Sonterne o Sauternet es un vino dulce francés: F.
Paternina (Faustino Paternina) uno de los riojas más conocido y, por último,
Clicont (Clicquot) es un champagne francés de gran calidad)
Al
regreso hemos procurado no tropezar la ganadería de reses bravas por temor a
despertar a los bichos.
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