Hace más de cincuenta años, en los comienzos de la década de los setenta, se habló mucho en el pueblo de la aparición de un fantasma; un fantasma que se dejaba ver por las noches y que nunca se descubrió su procedencia; incluso se habló de una fantasma, pues no estaba muy claro el sexo de la aparición. En fin, la historia llegó a la capital, a Ávila, y desde la redacción de "El Diario de Ávila", se envió a un periodista para que averiguase de qué iba aquello de "el fantasma"; García Zurdo, que así se llamaba el periodista, realizó su investigación y la misma apareció el 16 de marzo de 1970 en el citado periódico; en portada aparecía el siguiente titular:
Aldeavieja, un pueblo que vive bajo la inquietud del “fantasma”
Desde el atardecer nadie sale a la calle sin compañía.
Y, en páginas interiores, el siguiente texto:
Nadie
podía creer que en el siglo veinte los “fantasmas” fueran una cosa seria, salvo
en los castillos ingleses. Pero como el asunto tenía caracteres de inquietud
popular y además el tiempo era propicio para los aquelarres porque nevaba a
modo, me presenté en Aldeavieja sobre las siete y media del sábado. En el bar
de la carretera que, generalmente a esa hora está concurrido, no había nadie.
Una muchacha de unos quince años, con más miedo que frío, me explicó que desde
hacía quince días, en cuanto anochece, nadie sale a la calle. “Un fantasma”
-explicó- se apareció hace dos domingos al pastor Lorenzo del Rey que a las dos
de la mañana salía a ver la paridera de las ovejas. Iba vestido de blanco. Le
preguntó a dónde iba y el de blanco le dijo que a donde le daba la gana”, como
es lógico en un “fantasma” que se precie. El caso hubiera quedado en cuento
pastoril, si el jueves siguiente no hubiera vuelto a sorprender a Justo
Pastrana, de Torrelodones que, de madrugada, marchaba desde Aldeavieja a la
pensión, después de ver a la novia. Justo fue menos tranquilo que el pastor y
tan pronto como divisó al de la sábana blanca tomó las de Villadiego tardando
en hacer el recorrido que normalmente se cubre en diez minutos, en poco más de
minuto y medio. En la pensión contó la misma historia del pastor.
He
recorrido los bares del pueblo, que tiene poca luz y muchos barros, y las
gentes están preocupadas. El recuerdo del pinarillo y la alambrada que hay
junto a la iglesia, en el camino hasta la carretera general Madrid-Salamanca
pone a las sencillas gentes la carne de gallina. “Por si fuera poco -dice una
mujercita- en esos días televisión española en Salas del Sábado sacó un
castillo con fantasmas. ¡Lo acabaron de arreglar!”
Hay
desasosiego y miradas inquisitivas. Cuando cruzo una calle desierta en medio de
la ventisca, al oir el ruido del coche han apagado la luz y se han descorrido
unos visillos. En una ventana hay un cántaro de leche esperando la madrugada.
Los niños no salen a la calle desde las siete. Los mayores tampoco salen solos.
Cuando
oí que había robo de ganados me imaginé que el “fantasma” era un truco, pero me
aclararon que el robo de once chotos ha sido en Villacastín y que iban en un
camión robado que tenía lo menos cinco matrículas. “Lo del fantasma es otra
cosa” -me aseguran-. Y para darse tranquilidad dicen que el sábado estuvo en el
lugar la Guardia Civil. Eso quiere decir que ya el pueblo está recobrando la
calma. Y también el fantasma, porque no se le ha vuelto a ver. Pero los ciento
sesenta y tantos vecinos hacen cábalas al amor de la lumbre con el significado
de esta visita nocturna. Hay quien asegura que es un sonámbulo. Otros creen que
es un loco. La única verdad es que hay desasosiego. Cuando voy a dejar el pueblo
una muchacha que está en la puerta del bar-comercio “Hijos de Pablo” se mete con urgencia en el establecimiento con
el mismo susto que un perro que atraviesa la calle. No sé hasta qué punto el “fantasma”
cumplirá su programa de caminatas a la luz de la luna, pero no cabe duda de que
el suceso ha trascendido a los pueblos vecinos y el hecho se comenta con
emoción y credulidad.
-“Usted
se lo toma a broma” -dice un señor con aspecto de vaquero-: “Yo también conozco
muchos fantasmas de pantalón y chaqueta. Pero esto es otra cosa”.
-“Sí
-le respondo- a lo mejor es que quiere ponerse a nivel europeo”.
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