Se celebró, estos días
pasados, la fiesta del Cristo, el otro gran día entre las celebraciones
religiosas de Aldeavieja; para rememorar esto os traigo hoy dos artículos
periodísticos aparecidos en “El Diario de Ávila”; el primero de ellos
data del 30 de septiembre de 1953 y lo firma “un vecino”, que bien
pudiera ser el párroco del pueblo en esos años: don Justino Gozalo Carretero,
que fue uno de los creadores de la actual Hermandad del Santísimo Cristo de la
Serenidad; en él se nos relata cómo eran los festejos en esa época, haciendo
hincapié, sobre todo, en el lado religioso.
El segundo artículo está
redactado, en septiembre de 1987, por el entonces párroco don Fabián Crisóstomo;
éste, más literario, rememora los tiempos históricos en que se creó la primera
Hermandad del Cristo, allá por el siglo XVII y se detiene en mostrar las
diferencias entre aquellas celebraciones y las actuales.
Vuestro papel, una vez
pasada la fiesta, es comparar; ver qué y cómo se hacen las cosas ahora y como
las hicieron vuestros padres y abuelos y, sobre todo, disfrutar de ellas que,
como bien decía don Fabián al acabar su artículo: “Es un día más para salir
de la monotonía diaria.”.
He aquí el texto del
primero:
Nuestro virtuoso
sacerdote, don Justino Gozalo Carretero, ha trabajado incansablemente hasta
conseguir la constitución de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Serenidad;
integrada por los jóvenes de buena fe de esta localidad, que ha constituido un
gran ejemplo, pues todos o casi todos los jóvenes se han asociado a esta
Cofradía.
Así, profundamente
emocionados de alegría, les hemos visto el día de su fiesta principal en que
todos los mozos de la Cofradía, en número de 46, acudían muy de mañana a la
iglesia parroquial para acercarse a recibir a Jesús Sacramentado; viéndolos
después a las 10 de la mañana cómo a los acordes de una marcha interpretada por
la orquesta, y en franca armonía y rebosantes de alegría, se iban reuniendo
para acompañar a la Santa Misa, todos ellos con sus mejores trajes y portadores
de un hermoso crucifijo sobre el pecho que pendía de un cordón de seda morada.
Después, con todo orden y
humildad, se dirigen hacia la iglesia encabezando la comitiva los jóvenes y
simpáticos mayordomos Mariano del Villar Vázquez y Francisco Vázquez Ortega,
ambos portadores de los cetros de la Cofradía del Santísimo Cristo.
Abría marcha, tocando
alegre pasacalles, la orquesta de Villacastín entre el tronar de cohetes que se
difuminaban en el espacio; dirigiéndose la comitiva, primeramente, a la casa
rectoral para recoger al señor cura y, seguidamente, a la iglesia donde,
después de imponer solemnemente el cordón y Crucifijo a los nuevos cofrades, se
celebró una solemne misa amenizada de armonio y cantada por las jóvenes de la
Asociación de Hijas de María de esta localidad, terminada la cual y al salir
del templo los mayordomos y cofrades fueron recibidos por una salva de aplausos
y felicitaciones por parte del público que esperaba la salida a la puerta de la
iglesia.
Por la tarde se celebró
el santo Rosario seguido de triduo, organizando la procesión con la imagen del
Santísimo Cristo de la Serenidad sobre andas portadas por los jóvenes cofrades
que se disputaban por llevar un rato sobre sus hombros los banzos de la sagrada
imagen del Cristo en la Cruz.
Estos simpáticos jóvenes
dieron un digno ejemplo en todos sus actos que han sido brillantes y dignos de
elogio, y sobre todo, con el orden y la correcta formación que demostraron en
la solemne procesión de por la tarde, bailando con todo orden llenos de emoción,
ante la imagen en señal de alabanza a Nuestro Divino Redentor.
Y, ahora, el del segundo:
Terminadas las fiestas de
Nuestra Señora del Cubillo, se celebró el día 13 la del Santísimo Cristo de la
Serenidad. Antiguamente existió una Hermandad con el mismo nombre y que se
llamaba también Esclavitud del Santísimo Cristo de San Cristóbal por el hecho
de estar la imagen en la ermita de San Cristóbal, que fue la primera iglesia
parroquial del pueblo durante más de doscientos años. En los siglos XVII y
XVIII tuvo mucha importancia la Hermandad, celebrándose su fiesta con gran
solemnidad. La víspera del día 14 de septiembre se trasladaba la imagen del
Santísimo Cristo desde San Cristóbal al templo parroquial de San Sebastián en
donde solía estar varios días en un altar, que hacían cada año los hermanos
esclavos. Ante el Santísimo Cristo se cantaba un miserere todas las tardes de
su permanencia en la iglesia parroquial y durante el canto los hermanos
sostenían en sus manos velas encendidas.
El día de la fiesta se
confesaban y comulgaban todos los miembros de la esclavitud, según las normas
establecidas en sus ordenanzas. No faltaban los refrescos, música, cohetes…
Ahora la fiesta dura un
solo día. Hay misa solemne por la mañana y, por la tarde, se hace procesión por
las calles del pueblo, con la hermosa imagen del Santísimo Cristo. Hacia la
mitad del recorrido se hace un alto y el pueblo entero pasa a besar un
crucifijo, que ofrece el cura párroco, y a la vez, todos los asistentes ofrecen
limosna, que servirá para ayudar a los gastos realizados por los cofrades. Este
hecho es reminiscencia de la costumbre antigua. Lo mismo se hacía en el siglo
XVII.
Los mayordomos de turno
invitan en sus casas a refrescos a las personas que lo desean. La fiesta es
animada con música, cohetes y baile. Es un día más para salir de la monotonía
diaria.
Yo, personalmente, una de
las cosas que más echo de menos eran aquellos bollos de hojaldre o de manteca
que se hacían en grandes cantidades en las dos panaderías del pueblo
acompañados por el vasito de aguardiente o de aquel vino recio que se traía de
Cebreros.
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