CAPERUCITA Y EL
LOBO
-¿Y si
Confieso que me lo he preguntado miles de
veces, desde muy pequeño; la realidad es que Caperucita nunca me ha caído bien,
se parece demasiado a esas niñas buenas que sirven de ejemplo en los libros de
texto para infantes en fase de idiotización. Es por eso que he dado miles de
vueltas a este asunto, cavilando sobre una posible confusión del narrador. El
lobo parece un animal educado e indefenso, no entra en las casas sin llamar
primero, se presta a conversaciones idiotas con niñitas repelentes, de verdad
que su paciencia me ha asombrado cantidad de veces, y siempre he llegado a la
conclusión de que un personaje así, educado, simple, buen dialogante, es
imposible que cometa un acto tan absurdo como el de intentar comerse a
Caperucita; darla un curso sobre convivencia humana, o regalarla un libro sobre
“Cómo entablar una conversación”, pase, pero comérsela así, cruda y con un
absurdo caperuzón rojo me parece un disparate tal como si Shakespeare hubiese
escrito “Una noche de strip-tease”; para mí que el autor de
Porque ¿a quien le cabe en la cabeza que
un lobo hecho y derecho y que además habla, vaya por ahí dedicándose a cautivar
jóvenes impúberes con ánimo gastronómico? ¡Vamos ya! Si hay por ahí sueltas
unas lobas de no te menees, y las ovejas cada año se presentan más rollizas y
más apetitosas, no puedo creer que el gusto de un lobo degenere hasta tal punto
que no le importe cambiar un menú de pierna de cordero adobada con jamoncitos
de cochinillo por el lomo enteco y blancuzco de una parvularia.
Además, un lobo que sabe hablar... ¡Pues
no tiene futuro ni nada! Hoy en día ese número en los circos está escasísimo, y
la gente se pirría por los lobos habladores; y si no, sólo tiene que dar un
ciclo de conferencias por los Colegios Mayores, he visto a sesudos
universitarios quedarse lelos por mucho menos.
¡Comerse a Caperucita! ¡Pero que idea más
ridícula!
Es precisamente a Caperucita a quien
señalo con mi dedo acusador, o ¿es que
es tan tonta como para confundir a un lobo con su abuelita? ¿Es que no sabía
que las abuelitas no tienen el morro negro y húmedo, o es que su abuelita
pertenecía a una raza pariente de la cánida? Si esto se consigue demostrar, la
idea de que Caperucita se comió al lobo y luego fue contando por ahí un rollo
macabeo puede empezar a tomar forma.
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