24 de junio de 2025

La romería del Cubillo en 1898.

 

En la última entrega recordábamos la guerra de 1898 y lo que en nuestro pueblo supuso, dentro de los límites de la época, su aportación a la lucha contra los norteamericanos; a fecha de 24 de agosto de ese año lo recaudado por las gentes de Aldeavieja, junto a su Ayuntamiento, fue de 85 pesetas y 13 céntimos, quizás no nos parezca mucho pero es una cantidad muy parecida a la de otros municipios de los alrededores.

Bien, pues aprovechando la fecha, hoy he traído el artículo que el periódico “El Eco de la Verdad” de 11 de septiembre publicó sobre la romería de la Virgen del Cubillo publicó ese aciago año de 1898:



 

LA ROMERIA DEL CUBILLO

En el límite de la provincia de Ávila y Segovia, dentro del término municipal de Aldeavieja pero colindando con el de Villacastín, álzase un santuario, de sólida y elegante construcción, debido a la munificencia de numerosos y fervientes devotos.

Ríndese allí culto, como en otros innumerables santuarios de esta católica España, a la Madre de Dios, bajo la adoración de Nuestra Señora del Cubillo.

Lo que puede la fe y de lo que la fe es capaz, adviértese allí bien pronto, pues a pesar de que los pueblos que circundan el famoso santuario, viven en medio de las estrecheces a que obliga el atraso de la agricultura española, la Virgen del Cubillo no carece de nada de cuanto es preciso para darle un culto constante y solemne. No sólo no carece, sino que sobra y por eso se observa que su santuario es uno de los mejor conservados que existen.

Estos milagros sólo la fe puede hacerlos, porque sólo en aras de ella se concibe que el pobre se desprenda de lo que le es casi preciso para su sustento diario. ¡Cuántas veces habrán llegado a las puertas de aquel templo devotos fervientes que por dejar humilde ofrenda a la venerada imagen, se desprendieron de uno o más de sus modestos salarios, que representan acaso toda una epopeya de fatigas y privaciones!.

Tanta es la devoción que se profesa en aquellos contornos a la Virgen del Cubillo, que pocas serán las madres que viendo postrados en el lecho del dolor a sus queridos hijos no los hayan ofrecido a la referida imagen. Por eso al llegar la fiesta anual, son muchas las ofrendas que allí se depositan, en cumplimiento de los votos hechos, ofrendas de escaso valor en sí, pero de grande importancia por lo que significan.

***

Desde las primeras horas de la mañana del jueves último, numerosos romeros, en coches unos, en carros otros, a  caballo los más, acudían al santuario del Cubillo. Pronto la pradera que le circunda, viose poblada de innumerables gentes, de todas clases y condiciones, desde la encopetada y distinguida dama y la elegante señorita hasta la humilde aldeana de refajo corto.

Vendedores mil que pregonan sus mercancías, romeros que van y vienen, se agitan y charlan, entran y salen del santuario; a la sombra de los árboles y sobre el santo suelo los blancos manteles y apetitosos manjares; todo este cuadro alegre, bullicioso, y alumbrado por un sol espléndido, casi casi de justicia, para quien allí acude con intento de observarlo resulta en extremo encantador. ¡Lástima que estas notas no hubieran sido tomadas por persona de talento para retratar al vivo tipos, costumbres y paisajes!.

La fiesta religiosa comenzó a las diez de la mañana. El Sr, cura párroco de Aldeavieja dio la misa solemne asistido de otros dos sacerdotes, uno de ellos hijo de esta ciudad, D. Hilario Sánchez, párroco de Itueros (Segovia), y el sermón corrió a cargo del Sr. cura párroco de Cantimpalos, que desarrolló con elocuencia y vigorosa argumentación la tesis que se propuso probar.

Terminada la misa, cerca ya de la una de la tarde, la imagen veneranda salió en su carroza y procesionalmente dio la vuelta a la ermita, siendo mucho el tiempo que tardó en volver a la iglesia porque la costumbre de colocar a los niños sobre la carroza obliga a que la procesión vaya muy despacio. Entre tanto lanzaba el aire sus alegres notas la dulzaina y a su son, vigorosos y alegres mozos bailaban delante de la imagen como dando a entender su regocijo, detalle este último que a decir verdad no  nos agradó porque entre otras cosas parécenos que trae un origen pagano poco en armonía con la severidad del culto católico.

Concluida la fiesta religiosa, el señor Mayordomo, nuestro amigo D. Carlos Silgado, obsequió a numerosos invitados con suculenta comida, dulces y cigarros, desviviéndose en unión de su familia por agradar a cuantos respondieron a su galante invitación.

Después, los jóvenes bailaron en la pradera hasta sudar la gota gorda, comenzó el desfile de romeros y por la noche contadísimas personas quedaban en los alrededores del santuario.

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