En la última entrega
recordábamos la guerra de 1898 y lo que en nuestro pueblo supuso, dentro de los
límites de la época, su aportación a la lucha contra los norteamericanos; a
fecha de 24 de agosto de ese año lo recaudado por las gentes de Aldeavieja,
junto a su Ayuntamiento, fue de 85 pesetas y 13 céntimos, quizás no nos parezca
mucho pero es una cantidad muy parecida a la de otros municipios de los
alrededores.
Bien, pues aprovechando
la fecha, hoy he traído el artículo que el periódico “El Eco de la Verdad” de
11 de septiembre publicó sobre la romería de la Virgen del Cubillo publicó ese aciago
año de 1898:
LA ROMERIA DEL CUBILLO
En el límite de la
provincia de Ávila y Segovia, dentro del término municipal de Aldeavieja pero
colindando con el de Villacastín, álzase un santuario, de sólida y elegante construcción,
debido a la munificencia de numerosos y fervientes devotos.
Ríndese allí culto, como
en otros innumerables santuarios de esta católica España, a la Madre de Dios,
bajo la adoración de Nuestra Señora del Cubillo.
Lo que puede la fe y de
lo que la fe es capaz, adviértese allí bien pronto, pues a pesar de que los
pueblos que circundan el famoso santuario, viven en medio de las estrecheces a
que obliga el atraso de la agricultura española, la Virgen del Cubillo no
carece de nada de cuanto es preciso para darle un culto constante y solemne. No
sólo no carece, sino que sobra y por eso se observa que su santuario es uno de
los mejor conservados que existen.
Estos milagros sólo la fe
puede hacerlos, porque sólo en aras de ella se concibe que el pobre se desprenda
de lo que le es casi preciso para su sustento diario. ¡Cuántas veces habrán
llegado a las puertas de aquel templo devotos fervientes que por dejar humilde
ofrenda a la venerada imagen, se desprendieron de uno o más de sus modestos
salarios, que representan acaso toda una epopeya de fatigas y privaciones!.
Tanta es la devoción que
se profesa en aquellos contornos a la Virgen del Cubillo, que pocas serán las
madres que viendo postrados en el lecho del dolor a sus queridos hijos no los
hayan ofrecido a la referida imagen. Por eso al llegar la fiesta anual, son
muchas las ofrendas que allí se depositan, en cumplimiento de los votos hechos,
ofrendas de escaso valor en sí, pero de grande importancia por lo que significan.
***
Desde las primeras horas
de la mañana del jueves último, numerosos romeros, en coches unos, en carros
otros, a caballo los más, acudían al
santuario del Cubillo. Pronto la pradera que le circunda, viose poblada de
innumerables gentes, de todas clases y condiciones, desde la encopetada y
distinguida dama y la elegante señorita hasta la humilde aldeana de refajo
corto.
Vendedores mil que
pregonan sus mercancías, romeros que van y vienen, se agitan y charlan, entran
y salen del santuario; a la sombra de los árboles y sobre el santo suelo los
blancos manteles y apetitosos manjares; todo este cuadro alegre, bullicioso, y
alumbrado por un sol espléndido, casi casi de justicia, para quien allí acude
con intento de observarlo resulta en extremo encantador. ¡Lástima que estas
notas no hubieran sido tomadas por persona de talento para retratar al vivo
tipos, costumbres y paisajes!.
La fiesta religiosa
comenzó a las diez de la mañana. El Sr, cura párroco de Aldeavieja dio la misa
solemne asistido de otros dos sacerdotes, uno de ellos hijo de esta ciudad, D.
Hilario Sánchez, párroco de Itueros (Segovia), y el sermón corrió a cargo del
Sr. cura párroco de Cantimpalos, que desarrolló con elocuencia y vigorosa argumentación
la tesis que se propuso probar.
Terminada la misa, cerca
ya de la una de la tarde, la imagen veneranda salió en su carroza y
procesionalmente dio la vuelta a la ermita, siendo mucho el tiempo que tardó en
volver a la iglesia porque la costumbre de colocar a los niños sobre la carroza
obliga a que la procesión vaya muy despacio. Entre tanto lanzaba el aire sus
alegres notas la dulzaina y a su son, vigorosos y alegres mozos bailaban
delante de la imagen como dando a entender su regocijo, detalle este último que
a decir verdad no nos agradó porque
entre otras cosas parécenos que trae un origen pagano poco en armonía con la
severidad del culto católico.
Concluida la fiesta
religiosa, el señor Mayordomo, nuestro amigo D. Carlos Silgado, obsequió a
numerosos invitados con suculenta comida, dulces y cigarros, desviviéndose en
unión de su familia por agradar a cuantos respondieron a su galante invitación.
Después, los jóvenes
bailaron en la pradera hasta sudar la gota gorda, comenzó el desfile de romeros
y por la noche contadísimas personas quedaban en los alrededores del santuario.