6 de marzo de 2020

Aldeavieja: Rutas y Excursiones: El arroyo de la Fuente del Espino.


          Hoy voy a presentaros una excursión muy fácil de hacer y que discurre por sitios a la vez conocidos y desconocidos. Se trata de seguir la cuenca del arroyo de La Fuente del Espino: alguno se preguntará que cuál es ese arroyo, pues bien, nuestro objetivo transcurre por el Valle, cruzándolo en sentido diagonal, desde la puerta de entrada que queda junto a la Cruz del Tarnedo, en el camino de arriba del Cubillo, hasta la Peña Horcada; comencemos.


          Hay que salir del pueblo por el camino del Cubillo, dejar a la derecha la entrada a la cantera, subir la pequeña cuesta que corona la cruz del Tarnedo y, cincuenta metros más adelante, a la izquierda, entrar en el Valle; ahora seguiremos la cerca por la derecha y a unos cincuenta metros, después de una leve bajada, veremos entre zarzas y vegetación un pequeño pilón del que ya no sale agua, nos encontramos en el inicio de nuestro recorrido, aquí está la Fuente del Espino; a pesar de no tener agua se adivina perfectamente el sitio por donde ésta discurría, pues el suelo está erosionado, siguiéndolo llegaremos a la gran explanada que podríamos llamar “la llanura de los pilones”, hay nada menos que cinco en una extensión de treinta a cuarenta metros alrededor nuestro.


          A la izquierda veremos el más antiguo, construido en los años sesenta, ya no tiene agua y sus paredes están medio derruidas.


          A la derecha veremos dos, uno pequeño y bajo y otro alto y cuadrado, los dos tienen un buen caudal de agua; si mirásemos entre la espesura encontraremos otro, compuesto por dos estanques bajos y redondos, en ellos, guarnecidos por altos robles, se refleja de una forma maravillosa el ramaje de los mismos.


          Volviendo al cauce que intentamos seguir, tendremos ante nuestra vista otro pilón más, rectangular y de tamaño mediano que, en épocas buenas, encharca la pradera que tiene delante. En ella, y según la época del año, se pueden contemplar los famosos “círculos de hadas” o “círculos de brujas”, según los gustos, estos “círculos” son circunferencias que están formadas por una hierba más oscura, o señaladas por flores, o por setas, (senderuelas y champiñones silvestres generalmente).


          Cruzaremos esta pradera siguiendo el cauce seco hasta llegar a otros macizos de árboles, aquí veremos que las aguas han cavado bien el terreno, a veces con bastante profundidad, creando meandros y recovecos, pozas y curvas que, con un poco de imaginación, veremos llenas de agua limpia y cristalina, corriendo con fuerza.


          Todos los que tenéis ya una edad habréis visto este cauce vivo, regando las praderas y alimentando una vegetación y una fauna que ya no existen más que en el recuerdo; no había peces, pero sí ranas, salamandras y, aunque parezca mentira, galápagos. Las plantas de poleo crecían en los márgenes llenando todo con su olor, en primavera era un sitio ideal para ir a recoger berros y borujas y en verano, íbamos a cazar ranas para comernos sus ancas o poner liga para cazar jilgueros.
          En fin, eran otros tiempos; el excesivo aprovechamiento del agua que  bajaba de la sierra ha hecho que las praderas no se rieguen y que este arroyo no sea más que un fósil muerto y reseco.


          Un poco más adelante, veremos otro pilón, abrigado por el norte por las elevaciones del terreno; éste tiene agua y con tal abundancia que nos hace creer que va a formar un regato, vemos el terreno embarrado y el agua corriendo por diez o veinte metros; es otro pilón moderno, rectangular y bajo.


          Pronto nos damos cuenta del espejismo, el cauce vuelve a estar reseco, lleno de hojas que no se pudrirán por falta de humedad, y poco después damos con otro pilón, a nuestra izquierda también; al acercarnos veremos que es un tanto singular, está formado por dos grandes pilas de granito; son pilas talladas para el lavado de la ropa, si nos fijamos veremos la rampa tendida para restregarla; no sé desde  qué corral o lugar habrán sido traídas, pero son un buen ejemplo de las muchas que había antes en cada casa.


          Junto a él hay otro pilón, de factura modera como los que hemos visto anteriormente; ¿cuántos llevamos ya? diez exactamente, podríamos denominar a nuestro recorrido como “la ruta de los pilones”.


          Seguimos andando y, de pronto, ante nosotros, entre las ramas de los árboles, vemos una gran formación rocosa, se trata del famoso “Verraco Gordo”, que queda a la derecha del cauce que seguimos; esta agrupación de granitos, digna de contemplar, puede llevar a nuestra imaginación a encontrarse ante un antiguo castro celta, sus rocas tienen múltiples pozas excavadas para retener el agua de lluvia y su posición escondida, que a ratos da la impresión de estar amurallada, no hacen más que alimentar nuestras suposiciones (o nuestros deseos).



          Dejamos atrás las rocas y, a poco, después de seguir con nuestras vueltas y revueltas, aparece otra agrupación de rocas, esta vez a nuestra izquierda, es más pequeña que la del “Verraco Gordo” pero está en una situación más elevada; si subimos a ella, veremos de frente las piedras que forman la “Peña Horcada” y a la derecha unas praderas verdes entre las que corren el agua libremente; bajamos y nos encontramos que el arroyo de la Fuente del Espino se ha unido a otro arroyo, el del Marqués, que baja desde la fuente de La Jarrera, y con abundante agua (por lo menos en primavera).



          Aquí acaba nuestro recorrido, nuestro arroyo se ha convertido en afluente del otro, al que no aporta ni una gota (ni falta que le hace) si lo seguimos, más que nada por acabar su marcha por el municipio, llegaremos enseguida, cruzando uno o dos prados, a la linde con Villacastín, a los pies de la “Peña Horcada”, que se alza arrogante y poderosa ante nuestra vista; de ella ya hemos hablado en otra ocasión, así que… damos por concluido nuestro paseo.



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