26 de octubre de 2015

Aldeavieja: Edad Media 1.


Edad Media.         
          Habría que esperar al 711 para que aquel escenario diese un vuelco importante: los pueblos musulmanes del norte de África inician la invasión del reino visigodo; en un principio se trata de expediciones para conseguir botín, pero al darse cuenta de la descomposición en que se encuentra el reino visigodo, se plantean en serio la ocupación del territorio y su integración en el Islam; esta conquista se realiza respetando los usos y religión de los vencidos, a la vez que comienza una repoblación de las zonas más desocupadas por emigrantes bereberes; durante doscientos años, en esta zona del Duero meridional, conviven los antiguos pobladores hispano-visigodos con los nuevos invasores del norte de África; las conversiones a la nueva religión, por sus ventajas económicas (ya que les exime de un oneroso impuesto), es moneda corriente; aún así, desde muy pronto la zona se convierte en una virtual “zona de nadie”, por la cercanía a las fronteras, muy movedizas, de los reinos castellano, leonés y de las diferentes taifas y reinos andalusíes.
          Hacia el año 900, los reinos cristianos del norte mandan nuevos repobladores a esta “zona de nadie”; su única ocasión de supervivencia estriba en no ser localizados; esta premisa hace que las poblaciones, ya pequeñas de por sí, se dispersen aún más; convirtiéndose en auténticos caseríos; muchos se esconden y se alejan de los lugares de paso, intentando no ser víctima de unos o de otros, sólo así se comprende la elección de los poblados que surgen en la zona del Cardeña; San Miguel de Cardeña, San Juan del Berrocal, La Carrera y los de Blascoeles y Aldeavieja, que, casi con seguridad, tuvieron otros nombres; los primeros están casi enterrados en el paisaje; cercanos a ríos y a bosques y alejados de las principales vías de comunicación; otros, como Aldeavieja, en un lugar privilegiado para su defensa, pero en una posición lateral; es una época de huidas y vueltas; tanto de las poblaciones mozárabes como de las cristianas.





                                                                      Ruinas de la ermita de San Miguel de Cardeña.

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          En el año 1085 se produce un hecho que cambia toda la historia de los pueblos que nos ocupan: el rey Alfonso VII conquista Toledo y nuestra zona queda ya integrada, con una cierta seguridad, en el ámbito castellano-leonés. Es en este momento cuando se abandonan los primitivos caseríos cercanos al Cardeña, (este nombre, como el del cercano pueblo de Cardeñosa, se debe a que los repobladores primeros de la zona procedían de la actual provincia de Burgos, seguramente pertenecientes a San Pedro de Cardeña, hay en los archivos de este monasterio un documento del año 943 con una donación de los habitantes de estos pueblos que parece acreditar claramente su origen) y sus pobladores, junto con otros nuevos venidos de diferentes zonas, se agruparon en las poblaciones de Blascoeles y Aldeavieja, situadas en lugares mejores, tanto para sus comunicaciones como para su economía; el nombre de Blascoheles (así escrito originalmente) señala, según los estudiosos, el origen gallego o asturiano de los nuevos pobladores; mientras que, el de Aldea Vieja (se escribió separado hasta finales del siglo XIX, en el censo de 1860, en que pasa a ser una sola palabra), viene dado por ser, de todos los caseríos existentes, el más antiguo; el pueblo se extendió alrededor de la iglesia de San Cristóbal que, por su sólida construcción podría servir, en caso de necesidad, de refugio para la población.


                                                                              Restos del ábside de San Miguel de Cardeña.



Documentación.-

“Historia del origen, antigüedad y fundación del lugar de Aldeavieja, de los milagros de Ntra. Sra. del Cubillo y Señor San Cristóbal sus Patrones”
Licenciado Francisco García. 1613
19,5x14,5. 48 páginas
          (este libro, cuyo único ejemplar conocido se encuentra en la biblioteca del Monasterio del Escorial, fue escrito por un sacerdote, natural de Aldeavieja, que ejercía el puesto de canónigo en la catedral de Segovia; al libro le faltan páginas por lo que le he añadido texto para su mejor comprensión; la parte en cursiva es la original)

          El término de Aldeavieja, es de suponer estuvo poblado desde una remota antigüedad. El Licenciado Francisco García señala como la más antigua población, el lugar de Cardeña. La posterior formación de caseríos, con el correr del tiempo dieron lugar a los pueblos, de los cuales algunos existen en la actualidad –como Blascoeles- y otros desaparecidos, y de los que quedan como testigo de su existencia, las ermitas que en su día fueron sus iglesias parroquiales.
          Las gentes de Cardeña eran de muy buen corazón. Entre todos custodiaban sus granjerías y ganados. Todos formaban un concejo y sus términos y montes y dehesas fueron siempre de propiedad común hasta mucho más tarde.
          Y, como las poblaciones eran pequeñas y estaban algo apartadas unas de otras, hacían sus moradores grupos de defensa para poderse ayudar en tiempos de alborotos y levantamientos de gente rebelada y montaraz, que como Alabares y Monfies andaban algunos tiempos robando y destruyendo como ahora los forajidos de Aragón y Cataluña lo hacen.
          Salían juntos para la defensa de sus ropas y ganados. Eran gentes que, para la paz y para la guerra, mostraban siempre valor. Servían de lugares estratégicos para la vigilancia las cumbres de la Atalaya y Castillo Mirón.
          Habiendo con justa razón de llamar a este tal pueblo con el nombre que tenía el que solían habitar, que era Cárdeña, pues era su propio y antiguo nombre, aunque nombre de pueblo “enxerto y trasplanado” en mejor sitio, le llamaron el Aldeavieja, por ser como queda dicho, la más vieja población y así se ha conservado siempre este nombre, y ser cabeza de ruinas de Cárdeña”.
          Las relaciones de los habitantes de Aldeavieja y Blascoeles eran excelentes. Y son siempre y han sido los vecinos de Blascoeles gente muy honrada y se han sabido valer de manera que ha avido hombres ricos, estimados y pundonorosos con quien muy de ordinario emparientan por casamientos con los de Aldeavieja, porque al fin todos son unos y traen un mismo origen y proceden de la noble y antigua cepa de Cardeña.
          Al desaparecer los caseríos diseminados, formaron barrios más grandes y próximos al principal, que era Aldeavieja. Sus habitantes tenían como centro de culto y lugar de enterramiento de sus muertos la Ermita de San Cristóbal, que fue edificada en el siglo XI. De la ermita de San Miguel de Cardeña trajeron una campana colocándola en la parroquial de San Cristóbal. Aquella campana no se oía en todos los barrios. Por eso se construyó una torre, que entonces llamaban torrejón, en el lugar que se llamaba campanario.


                                                                                       Interior de la ermita de San Cristóbal.

Libro de la Montería
          Este libro, escrito por encargo del rey Alfonso XI entre 1312 y 1350, es un tratado de caza, en el que se detalla qué y cómo se cazaba; detallando los lugares mejores para cada tipo de animal; señalando los sitios más indicados para colocarse las vocerías, que eran los ojeadores que llevaban la caza hacia los cazadores, a los que se denomina como  armadas.
          La referencia a Aldeavieja y sus alrededores es la siguiente:
(477)
La Pared de Hazalbaro, et la Mata de Aldea Vieja es todo un monte; et es bueno de puerco en todo tiempo. Et son las vocerías por cima de Las Cabezas que llaman de las dos Hermanas; et por la vereda que vá faza el campo de Hazalbaro. Et son las armadas la una en la Atalaya, et la otra en el campo de Hazalbaro, desde el Iglejuela fasta la Hoz de contra el río.

          La mayoría de los lugares, aunque con los nombres antiguos, es fácilmente identificable con los nombres actuales; así La Pared de Hazalbaro, que serían las estribaciones de la sierra de Ojos Albos con el Campo Azálvaro; la Mata de Aldea Vieja, la misma sierra en la vertiente que se asoma a Aldeavieja; Las Cabezas y dos Hermanas, podría ser la parte de Silla Jineta; la Atalaya, es el pico de 1589 m. a 2 kilómetros al NE de Ojos Albos; el Iglejuela se corresponde con el caserío de Las Erijuelas, en la solana del Puerto de la Cruz de Hierro y, por último, la Hoz de contra el río, es la garganta del Voltoya, que comienza en la pared del pantano de Serones.
          Parece ser que era un lugar abundante en jabalíes.


                                     

                                                                      Las tierras de Cardeña desde el puerto de la Cruz de Hierro.

19 de octubre de 2015

Aldeavieja: época romana

La Época Romana

          La romanización fue completa en esta parte de la península; teniendo en cuenta la cantidad y, sobre todo, la calidad, de los restos que nos han legado, todo hace suponer que hacia el siglo II ó III de nuestra era, la zona estaba perfectamente integrada en la organización del Imperio. Las ciudades de Segovia, Abela (Ávila) y Cauca (Coca), como más cercanas, y la proximidad de otras muchas como Septimanca (Simancas), Salmantica (Salamanca), Tiermes y de importantes vías de comunicación, como la Vía de la Plata, fueron decisivas para lograrlo; una vez romanizada la zona empezó la aparición de las villas; asentamientos agropecuarios a los que se podría identificar como los modernos caserios (Tabladillo, el Alamillo, etc..) pertenecientes a propietarios ricos, cuando no directamente a la nobleza local. Pero antes tuvo que ser testigo de las guerras púnicas; hacia al 200 antes de Cristo, el propio Aníbal realizó incursiones por la zona, siendo derrotado en una batalla por una coalición de las tribus de la zona (algunos autores fijan la zona del Campo Azálvaro o sus alrededores como el escenario de esa batalla) después de que el caudillo cartaginés asolara el cercano castro de Las Cogotas (en Cardeñosa); asimismo el levantamiento de Viriato, y la guerra que los lusitanos mantuvieron contra Roma, tuvo a la zona como testigo de la primera fase de la misma, anterior a su fin con el cerco y destrucción de Numancia.
          El final de la República vio el levantamiento del general Sartorio contra el poder de Roma, ayudado por diferentes tribus hispanas; en sus correrías por toda la península, huyendo o persiguiendo a las legiones, pasó por la zona, teniendo escaramuzas con las tropas aposentadas cerca de Coca; con la llegada del Imperio, llegó un larguísimo periodo de paz y de prosperidad para toda la zona central; la inevitable llegada de las tribus germánicas sólo produjo un pequeño cambio en lo que al poder se refiere; los nobles visigodos ocuparon el lugar que la aristocracia hispano-romana ocupaba o se unió a la misma por lazos matrimoniales para legitimar su nueva posición.
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          Los testimonios arqueológicos que se conservan son pocos, pero muy significativos; se trata de tres lápidas sepulcrales ibero/romanas; los romanos enterraban a sus difuntos (o los incineraban) a las salidas de las poblaciones, a lo largo de las calzadas; por Aldeavieja pasaba, en lo que es el camino viejo de Ávila a Villacastín, una calzada de segunda categoría que, seguramente, unía las ciudades de Abela (Ávila) y Segovia; los restos de esta calzada se pueden ver en el puente de Calicanto, sobre el río Voltoya (término municipal de Mediana) que aunque muy restaurado y reedificado en varias épocas históricas, conserva sus cimientos y parte de la calzada que conducía a él (hoy bastante deteriorada por los abusivos trabajos de la construcción de la AP-51 y del gasoducto), estas mismas obras descubrieron restos de la calzada ya cerca de Ávila; en las cercanías de Villacastín, junto a un antiguo molino en ruinas a las orillas del río Cardeña, hay otro puente romano hecho de grandes lajas de granito aposentadas sobre sillares; igualmente, en Segovia, en las inmediaciones del santuario de la Fuencisla hay un tramo de calzada junto a un puente con inicios romanos.


                                                          Puente romano sobre el río Cardeña.

          De estas tres lápidas que se conocen, una estaba en el caso urbano, haciendo de guardacantón en una esquina de la calle Ancha con la calle del Monte y las otras dos formando parte de la ermita de San Cristóbal, una en el exterior, bajo la gran ventana que se abre a la derecha de la puerta de entrada, en el inicio del ábside; la otra, colocada en el interior, en la cabecera del ábside, tras el altar mayor, y hoy tapada por el revoco dado en su restauración.
          El tamaño de las piedras asegura que fueron reutilizadas a causa de su cercanía, lo que nos confirma que su origen era el cementerio romano que había a lo largo de la calzada; lo que se deduce de ello es lo lógico: sólo hay enterramientos si en los alrededores hay gente que vive y que, por ley natural, muere.

          

                
                                                                        Lápida romana en una de las paredes de la ermita de San Cristóbal

          La hechura de las lápidas es un poco basta, quizás realizada en el mismo lugar del enterramiento, las tres en granito y dos de ellas más trabajadas, dándoles forma cuadrada y enmarcando el texto, mientras que la otra está simplemente grabada sobre la roca. Dos de las lápidas se puede considerar que están completas y la que forma parte del interior de la ermita de San Cristóbal está claramente cortada; en las tres se observa, perfectamente, el pie ritual que formaba parte de todas estas lápidas: S T T L, sic terra tibi levis (que la tierra te sea leve). F. Polo Alonso, en un estudio realizado de una de estas lápidas, las sitúa en el siglo I de nuestra era, siendo, pues, el testimonio escrito más antiguo que se conoce en nuestra localidad.


                                                                                                   Lápida que se encontraba en la calle Ancha.

 

Documentación.

 

Puente de Piedra o Cal y Canto

          A unos 16 kilómetros al Noroeste de Ávila, desde la Nacional 110, en ruta hacia Madrid, podemos observar un bello puente de un solo arco sobre el río Voltoya. Como bien dice el estudioso Emilio Rodríguez Almeida (Ávila Romana, pág. 93), presenta una muy buena factura y está lastricado en granito, con entrada y salida de una calzadilla. Antes del puente, si venimos desde Ávila, se conservan varias decenas de metros de dicha vía, muy bien planteada y "lastricada consistentemente tanto en roca natural como en granito en losa". Pasado el puente la calzada se pierde rápidamente, aunque se observa cómo tuerce hacia la izquierda para cruzar en tiempos el actual trazado de la N-110 hacia el extremo del puente más moderno sobre el que se asienta esta carretera.
          Indicios de la vieja calzada vuelven a aparecer muy cerca de la entrada de Villacastín, ya en la provincia de Segovia, donde se localiza un puente de "traza antigua".
          Para Rodríguez Almeida, podría tratarse de un "ramal de relación entre Ávila y la calzada Intercatia-Complutum”.



      
                                                                              Puente de Calicanto, sobre el río Voltoya, una vez restaurado.


           Tal vez podamos encontrarnos ante los restos de una vía romana que uniría Ávila con Segovia.
          La restauración del puente se ha realizado ya, hace unos tres años, por la empresa constructora de la autopista de peaje de Segovia a Ávila; ha sido una mala restauración, que al sujetar las piedras con un cemento con demasiada arena ha hecho que esté ya lleno de vegetación; el trozo de calzada que queda en la parte oeste del puente es la que casi ha desaparecido con las obras de instalación del gasoducto, destrozando un segmento de cinco o seis metros, al arrasarlo con las máquinas excavadoras.




                                                                                  Restos de la calzada antes de llegar al puente.


Puente romano sobre el río Adaja, en Ávila.
          El trazado de la ciudad medieval de Ávila respeta en su planta las grandes líneas de su predecesora, la ciudad romana, con su cardo, su decumano, sus puertas y sus ínsulas. El complemento natural de esta planta es el puentecillo que por el lado sur del recinto urbano salva el curso del Adaja en dirección a Piedrahita y Salamanca, y estuvo en uso hasta la construcción en el siglo XX del puente nuevo, que ha venido a sustituirlo.
          El puente antiguo, de cinco arcos de medio punto (tal vez originariamente seis), con tajamares por el lado de aguas arriba y pilas planas por el opuesto, fue construido por los romanos con sillares del granito gris azulado de la localidad. La construcción podría remontarse a época de Trajano en vista de su semejanza de técnica y diseño con los puentes de Alcántara, Guarda (sobre el río Segura), Mosarela y Bibey (Orense) y otros del Occidente peninsular.

          Durante la Reconquista, cuando Ávila quedó en tierra de nadie, los cinco arcos del puente romano estaban cortados. Después, al tiempo que la ciudad era repoblada y reconstruida, también lo fue el viejo puente, si bien con una técnica mucho más rudimentaria que la empleada por los romanos y con materiales de menor dureza que el granito empleado por éstos. Y, en efecto, la piedra empleada fue la misma caliza con que se levantaron las murallas de la Ávila románica. De este modo el puente es un ejemplo curiosísimo de una obra de dos épocas y de dos civilizaciones completamente distintas.

13 de octubre de 2015

Aldeavieja: la Prehistoria.

La Prehistoria.

          Los orígenes de Aldeavieja hay que remontarlos, como mínimo, a la segunda Edad del Hierro, alrededor del 250 antes de Cristo; el desconocimiento actual de importantes vestigios arqueológicos no es una prueba irrefutable de que no hubiera, en esa época, una población estable; los estudios y excavaciones llevadas a cabo en la zona nos muestran una riqueza de asentamientos que permiten asegurar, sin lugar a dudas, que nuestro pueblo ya existía en esa época.
          El castro celta de Peña Mingubela, en el término de Ojos Albos; el dolmen de Bernuy, utilizado desde el 3.500 al 1.400 a. de C.; así como el túmulo de los Tiesos, en Mediana de Voltoya, de la misma época que el anterior (Edad del Bronce); son ejemplos de la actividad que ya en esa época remota había por los alrededores, por no hablar del cercano castro de Cardeñosa, cerca del pueblo del mismo nombre, y que es uno de los ejemplos más característicos de la cultura vettona en España.
          Toda esta región, rica en agua y pastos, con abundante piedra y bosques para construir y fabricar herramientas; fácilmente defendible por sus numerosas alturas y en una zona geográfica estratégica, en una posición desde la que se divisa y vigila la meseta castellana y en un punto de paso de la sierra, el puerto de la Cruz de Hierro, que les une a las fértiles llanuras del Campo Azálvaro y, desde allí, a la meseta sur, es ideal para formar un asentamiento con grandes posibilidades de éxito.
          La localización actual es, claramente, una adaptación realizada a través de los siglos hasta encontrar el punto óptimo de la zona: protegido de los vientos del norte por los cerros de La Barrera y de San Cristóbal. Pero su cuna hay que situarla, más bien, a los pies de la ermita de san Cristóbal y junto al arroyo Tijera; el primero le proporcionaba la seguridad y la protección tanto de los elementos como de los enemigos y el segundo le surtía del agua necesaria para sus necesidades, este arroyo, hoy poca cosa, se alimenta de las aguas que vienen de la sierra y nunca se ha secado, ni en los más duros veranos; San Cristóbal, primero, atalaya para vigilar el ganado y avisar de la presencia de enemigos; luego, punto de observación romano para controlar la zona y vigilar la calzada que corría a sus pies (sobre el antiguo camino hacia Villacastín); más tarde, con la repoblación del siglo XI, iglesia románica semi fortificada a cuyo alrededor creció un caserío hasta su paulatino abandono y traslado hacia una zona más cómoda cuando los tiempos se volvieron más pacíficos.

               Ahora vamos a ver una pequeña descripción de estos lugares pre-históricos ubicados en las cercanías de Aldeavieja.



El castro de peña Mingubela.
Se encuentra en el cerro del mismo nombre, en el término de Ojos-Albos, provincia de Ávila. Se puede acceder al lugar desde un camino que sale de la calle Procesión, una de las últimas del pueblo. Por dicho camino hay que recorrer dos o tres kilómetros, cruzar un río que no entraña dificultad y subir una ladera no muy escarpada que tiene un camino que facilita el acceso al castro pero no a las pinturas existentes en la base del cerro, que están en el lado izquierdo del camino.
Se trata de un castro vettón, habitado con casi toda seguridad en la segunda mitad de la Edad de Hierro. Según Álvarez Sanchís en su tesis Los Vettones dicho poblado estaría habitado por entre 200 y 800 personas.
Se encuentra enclavado en el punto más alto del cerro, junto a unos riscos de unos 20 metros. Compuesto por, al menos, dos recintos amurallados; si bien, dentro del primer recinto se eleva un risco con un solo acceso, en uno de los extremos de este acceso se vislumbra lo que podrían ser los restos de otro muro. El segundo recinto posiblemente no se encontraba cerrado.
Para acceder del segundo recinto al primero hay que pasar por lo que pudo ser una puerta de corredor. A lo largo del recinto amurallado, la acumulación de piedra, da a imaginar la existencia de torreones de vigilancia. En el castro solo se puede distinguir con claridad lo que fueron los muros de las fortificaciones.
El estado de las murallas es ruinoso, llegando en algunos puntos a encontrar solo vestigios. Respecto al resto de construcciones, se encuentran restos tanto dentro como fuera de los recintos amurallados.
Bajo el poblado se encuentran unas pinturas rupestres, también de la II Edad del Hierro, en su gran mayoría en buen estado de conservación.



Dolmen de Bernuy (Prado de las Cruces).
Es conocido desde 1987 y en la actualidad es el único documentado en Ávila y el monumento más antiguo de la provincia, datando previsiblemente su construcción en el IV milenio a C.
Los dólmenes fueron tumbas monumentales utilizadas de forma continuada a lo largo de los tiempos desde finales del Neolítico hasta la Edad del Bronce, es decir desde el IV milenio hasta finales del II milenio. Dentro de los distintos tipos de dólmenes que aparecen en España el del Prado de las Cruces corresponde al tipo llamado Dolmen de Corredor, que es el tipo más común en la meseta norte.
Fue construido con granito local, abundante en el entorno. Consta de tres partes: cámara, corredor y túmulo.
La cámara es de forma aproximadamente circular, con un diámetro en torno a los 3,5 metros,  construida con grandes lajas rectangulares en posición vertical, apoyadas unas en las otras y todas ellas sujetas por las piedras que componen la base del túmulo que las rodea. En la cámara se llevaban a cabo los enterramientos.
El corredor cumplía la función de acceso a la cámara; este corredor, que mide 4,30 m. estaba orientado hacia el sol naciente, característica general de los dólmenes de la meseta. A causa del expolio de materia prima que ha sufrido el dolmen, el lado izquierdo desapareció. Está reconstruido con piedras diferentes para no desvirtuar el original.
El túmulo engloba a la cámara y al corredor. El túmulo consiste en un abultamiento aproximadamente circular de unos 22 m. de diámetro, cuya finalidad parece que consistía en dar monumentalidad a la construcción y servir a la vez de sustentante a las lajas que componen la cámara y el corredor. La excavación del túmulo mostró como fue construido con gran cuidado y con un considerable esfuerzo humano de selección y acarreo de lajas.
 Se calcula que fueron empleadas 250 toneladas métricas de piedra que serian recogidas de las inmediaciones del dolmen.
  En este dolmen, como en la gran mayoría de los de la meseta norte, se produce una intensa utilización a juzgar por los ajuares depositados junto a los cadáveres, que consistían fundamentalmente en recipientes cerámicos, armas (puntas de flecha en su mayoría) o adornos, sobre todo cuentas de collar, algunas fabricadas en piedras de color verde, llamadas variscitas, que habrían llegado a estas tierras desde la provincia de Zamora por medio de un comercio bien organizado para una época tan antigua.



Túmulo de Los Tiesos
Los Tiesos es un túmulo prehistórico que se encuentra en la cuenca del río Voltoya, cerca de la localidad de Mediana de Voltoya, comarca de Campo Azálvaro.
Descubierto en 1997, no fue investigado hasta 2001 y restaurado un año más tarde. Se encuentra sobre un alto próximo al arroyo de la Mediana o Ciervos, lo que le daba carácter de hito para ser visto. Durante la época postmedieval fue saqueado por buscadores de tesoros que alteraron la cámara y se llevaron las ofrendas y ajuares en ella depositados. Basándose en los objetos que han quedado, los investigadores datan el túmulo y su uso entre los años 3500 a. C. y 1400 a. C., es decir, del Neolítico a la Edad del Bronce.
Este conjunto se compone de una cámara central, seguramente circular, compuesta de lajas de pizarra colocadas verticalmente, donde se llevaban a cabo las ofrendas y los enterramientos. Tapando la cámara y rodeándola se encuentra un túmulo de piedras y tierra que le confería grandeza y singularidad.

Como muchos otros, su función no fue tan sólo funeraria sino que también servía como hito o mojón relacionado con la propiedad de las tierras, su uso y el control de las vías pecuarias. En el caso del túmulo de Los Tiesos es posible que marcara la separación entre pastos de las poblaciones prehistóricas que frecuentaban las tierras de Campo Azálvaro con sus ganados de manera estacional.


12 de octubre de 2015

Otra historia

Voy a comenzar a contaros una historia de Aldeavieja, una historia real y soñada; una historia sacada de los libros y de la cabeza; de la memoria de nuestros mayores y de las voces de la tierra; cuando paseas por sus calles, o por sus campos, sientes la presencia de cuantos han vivido antes que nosotros, escuchas sus deseos, sus odios, sus amores, sus alegrías y sus penas y he intentado plasmar en papel los sentimientos que me han llegado al oir esas voces.
Todo cuanto podáis leer es cierto, aunque no todo sea real; nada hay inventado… todo sucedió o pudo suceder.
Si leéis cosas extrañas o pensáis que algo de ello es falso… ¡decídmelo!, lo arreglaremos como buenos amigos.
Al final de cada capítulo, o de cada historia, o de cada cuento, incluiré aquellos datos históricos en los que me he fijado o basado para contar los hechos acontecidos.

En fin, perdonad estas divagaciones, en la próxima entrega os empezaré a contar esa historia, principiando por lo más antiguo: la protohistoria, ese periodo de tiempo en que los hombres (y las mujeres) aún no habían aprendido a dejar sus vivencias por escrito.