La Época Romana
La romanización fue completa en esta
parte de la península; teniendo en cuenta la cantidad y, sobre todo, la
calidad, de los restos que nos han legado, todo hace suponer que hacia el siglo
II ó III de nuestra era, la zona estaba perfectamente integrada en la
organización del Imperio. Las ciudades de Segovia, Abela (Ávila) y Cauca
(Coca), como más cercanas, y la proximidad de otras muchas como Septimanca
(Simancas), Salmantica (Salamanca), Tiermes y de importantes vías de
comunicación, como la Vía de la Plata, fueron decisivas para lograrlo; una vez
romanizada la zona empezó la aparición de las villas; asentamientos agropecuarios a los que se podría identificar
como los modernos caserios (Tabladillo, el Alamillo, etc..) pertenecientes a
propietarios ricos, cuando no directamente a la nobleza local. Pero antes tuvo
que ser testigo de las guerras púnicas; hacia al 200 antes de Cristo, el propio
Aníbal realizó incursiones por la zona, siendo derrotado en una batalla por una
coalición de las tribus de la zona (algunos autores fijan la zona del Campo
Azálvaro o sus alrededores como el escenario de esa batalla) después de que el
caudillo cartaginés asolara el cercano castro de Las Cogotas (en Cardeñosa);
asimismo el levantamiento de Viriato, y la guerra que los lusitanos mantuvieron
contra Roma, tuvo a la zona como testigo de la primera fase de la misma, anterior
a su fin con el cerco y destrucción de Numancia.
El final de la República vio el
levantamiento del general Sartorio contra el poder de Roma, ayudado por
diferentes tribus hispanas; en sus correrías por toda la península, huyendo o
persiguiendo a las legiones, pasó por la zona, teniendo escaramuzas con las
tropas aposentadas cerca de Coca; con la llegada del Imperio, llegó un
larguísimo periodo de paz y de prosperidad para toda la zona central; la
inevitable llegada de las tribus germánicas sólo produjo un pequeño cambio en
lo que al poder se refiere; los nobles visigodos ocuparon el lugar que la
aristocracia hispano-romana ocupaba o se unió a la misma por lazos
matrimoniales para legitimar su nueva posición.
***
Los testimonios arqueológicos que se
conservan son pocos, pero muy significativos; se trata de tres lápidas
sepulcrales ibero/romanas; los romanos enterraban a sus difuntos (o los
incineraban) a las salidas de las poblaciones, a lo largo de las calzadas; por
Aldeavieja pasaba, en lo que es el camino viejo de Ávila a Villacastín, una
calzada de segunda categoría que, seguramente, unía las ciudades de Abela
(Ávila) y Segovia; los restos de esta calzada se pueden ver en el puente de
Calicanto, sobre el río Voltoya (término municipal de Mediana) que aunque muy
restaurado y reedificado en varias épocas históricas, conserva sus cimientos y
parte de la calzada que conducía a él (hoy bastante deteriorada por los
abusivos trabajos de la construcción de la AP-51 y del gasoducto), estas mismas
obras descubrieron restos de la calzada ya cerca de Ávila; en las cercanías de
Villacastín, junto a un antiguo molino en ruinas a las orillas del río Cardeña,
hay otro puente romano hecho de grandes lajas de granito aposentadas sobre
sillares; igualmente, en Segovia, en las inmediaciones del santuario de la
Fuencisla hay un tramo de calzada junto a un puente con inicios romanos.
Puente romano sobre el
río Cardeña.
De estas tres lápidas que se conocen,
una estaba en el caso urbano, haciendo de guardacantón en una esquina de la
calle Ancha con la calle del Monte y las otras dos formando parte de la ermita
de San Cristóbal, una en el exterior, bajo la gran ventana que se abre a la
derecha de la puerta de entrada, en el inicio del ábside; la otra, colocada en
el interior, en la cabecera del ábside, tras el altar mayor, y hoy tapada por
el revoco dado en su restauración.
El tamaño de las piedras asegura que
fueron reutilizadas a causa de su cercanía, lo que nos confirma que su origen
era el cementerio romano que había a lo largo de la calzada; lo que se deduce
de ello es lo lógico: sólo hay enterramientos si en los alrededores hay gente
que vive y que, por ley natural, muere.
Lápida romana en una de las
paredes de la ermita de San Cristóbal
La hechura de las lápidas es un poco
basta, quizás realizada en el mismo lugar del enterramiento, las tres en
granito y dos de ellas más trabajadas, dándoles forma cuadrada y enmarcando el
texto, mientras que la otra está simplemente grabada sobre la roca. Dos de las
lápidas se puede considerar que están completas y la que forma parte del
interior de la ermita de San Cristóbal está claramente cortada; en las tres se
observa, perfectamente, el pie ritual que formaba parte de todas estas lápidas:
S T T L, sic terra tibi levis (que la
tierra te sea leve). F. Polo Alonso, en un estudio realizado de una de estas
lápidas, las sitúa en el siglo I de nuestra era, siendo, pues, el testimonio
escrito más antiguo que se conoce en nuestra localidad.
Lápida que se encontraba
en la calle Ancha.
Documentación.
Puente de
Piedra o Cal y Canto
A unos 16 kilómetros al Noroeste
de Ávila, desde la Nacional 110, en ruta hacia Madrid, podemos observar un
bello puente de un solo arco sobre el río Voltoya. Como bien dice el estudioso
Emilio Rodríguez Almeida (Ávila Romana, pág. 93), presenta una muy buena
factura y está lastricado en granito, con entrada y salida de una calzadilla.
Antes del puente, si venimos desde Ávila, se conservan varias decenas de metros
de dicha vía, muy bien planteada y "lastricada consistentemente tanto en
roca natural como en granito en losa". Pasado el puente la calzada se
pierde rápidamente, aunque se observa cómo tuerce hacia la izquierda para
cruzar en tiempos el actual trazado de la N-110 hacia el extremo del puente más
moderno sobre el que se asienta esta carretera.
Indicios de la vieja calzada vuelven a aparecer muy cerca de la entrada de Villacastín, ya en la provincia de Segovia, donde se localiza un puente de "traza antigua".
Para Rodríguez Almeida, podría tratarse de un "ramal de relación entre Ávila y la calzada Intercatia-Complutum”.
Indicios de la vieja calzada vuelven a aparecer muy cerca de la entrada de Villacastín, ya en la provincia de Segovia, donde se localiza un puente de "traza antigua".
Para Rodríguez Almeida, podría tratarse de un "ramal de relación entre Ávila y la calzada Intercatia-Complutum”.
Puente de Calicanto, sobre el río Voltoya, una vez
restaurado.
Tal
vez podamos encontrarnos ante los restos de una vía romana que uniría Ávila con
Segovia.
La restauración del puente se ha realizado ya, hace unos tres años, por
la empresa constructora de la autopista de peaje de Segovia a Ávila; ha sido
una mala restauración, que al sujetar las piedras con un cemento con demasiada
arena ha hecho que esté ya lleno de vegetación; el trozo de calzada que queda
en la parte oeste del puente es la que casi ha desaparecido con las obras de
instalación del gasoducto, destrozando un segmento de cinco o seis metros, al
arrasarlo con las máquinas excavadoras.
Restos de la calzada antes de llegar al puente.
Puente
romano sobre el río Adaja, en Ávila.
El trazado de la ciudad medieval de
Ávila respeta en su planta las grandes líneas de su predecesora, la ciudad
romana, con su cardo, su decumano, sus puertas y sus ínsulas. El complemento
natural de esta planta es el puentecillo que por el lado sur del recinto urbano
salva el curso del Adaja en dirección a Piedrahita y Salamanca, y estuvo en uso
hasta la construcción en el siglo XX del puente nuevo, que ha venido a
sustituirlo.
El puente antiguo, de cinco arcos de
medio punto (tal vez originariamente seis), con tajamares por el lado de aguas
arriba y pilas planas por el opuesto, fue construido por los romanos con
sillares del granito gris azulado de la localidad. La construcción podría
remontarse a época de Trajano en vista de su semejanza de técnica y diseño con
los puentes de Alcántara, Guarda (sobre el río Segura), Mosarela y Bibey
(Orense) y otros del Occidente peninsular.
Durante la Reconquista, cuando Ávila
quedó en tierra de nadie, los cinco arcos del puente romano estaban cortados.
Después, al tiempo que la ciudad era repoblada y reconstruida, también lo fue
el viejo puente, si bien con una técnica mucho más rudimentaria que la empleada
por los romanos y con materiales de menor dureza que el granito empleado por
éstos. Y, en efecto, la piedra empleada fue la misma caliza con que se
levantaron las murallas de la Ávila románica. De este modo el puente es un
ejemplo curiosísimo de una obra de dos épocas y de dos civilizaciones
completamente distintas.
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