Está acabando el siglo y la vida
continua; el Diario de Avisos de Segovia
(primer diario que existió en esa capital) se hace eco, el 17 septiembre de 1899, a través de su corresponsal en
Aldeavieja, de los actos celebrados ese años en La romería del Cubillo y funciones de Aldeavieja. Este corresponsal
no fue otro que el farmacéutico del lugar: Gregorio Perlado que, dotado de una
amplia cultura y una gran preocupación por la mejora de la vida en su patria de
adopción (él era de Segovia), publicó numerosos artículos en este periódico, en
los que relataba, largamente, los acontecimientos que ocurrían en Aldeavieja, a
la vez que hacía campañas, con mayor o peor fortuna sobre la solución a las
necesidades que el pueblo tenía; suya es una campaña para que se pusiera en
marcha la línea de autobuses entre Segovia y Ávila que, felizmente, consiguió;
veamos ahora como relata las celebraciones de la fiesta mayor del pueblo:
La romería del Cubillo tenía antes
excepcional importancia, y a ella concurrían, no sólo de las provincias de
Segovia y Ávila, sino de todas las regiones de España. La devoción que
inspiraba también Nuestra Señora del Cubillo, hace que sea su santuario uno de
los más ricos de la Diócesis, por los muchos donativos que se le han hecho.
Hoy sigue teniendo bastante importancia
esta romería, y a ella han concurrido este año gran número de gentes,
ofreciendo la deliciosa pradera un aspecto vistosísimo.
Entrando ahora en la descripción de
las fiestas que Aldeavieja dedicó a su adorada Patrona, diremos: que el día 7 a
las cuatro de la tarde comenzaron aquellas con uno de sus números de mayor
efecto, reuniéndose a las puertas del Ayuntamiento, montados en excelentes
cabalgaduras, los señores que constituyen la Corporación municipal, con su
secretario Don Román Pérez, conduciendo el primer Regidor D. Rafael Muñoz, el
artístico cetro de la Virgen (regalo del difunto banquero de Barcelona, e hijo
de este pueblo, D. José López Gordo); Sr. Juez municipal, D. Fermín Gordo; médico
titular, D. Enrique González; los tenientes repatriados e hijos de este pueblo,
D. Santiago Muñoz y D. Simón Maroto, y otros muchos vecinos y romeros, no
habiendo asistido el alcalde D. Carlos Silgado y las distinguidas familias de
los señores Gordo, Moreno y Muñoz, por recientes lutos de familia.
El
“Acompaño”, en la Aceiterilla, en 1898.
Organizada la cabalgata bajo la
presidencia del teniente alcalde, Don Buenaventura Muñoz, al son del tambor y
la dulzaina, se dirigieron a la casa rectoral, e incorporado el Sr. Cura
párroco, D. Bonifacio Peláyez, D. Santos García, canónigo de San Ildefonso; D.
Sebastián de la Iglesia, profesor de 1ª enseñanza de este pueblo, y algunos
otros señores, se dirigieron al Santuario, que dista 3 kilómetros del pueblo,
siendo saludados con sombrero en mano por cuantos se hallaban a su paso.
Celebradas vísperas solemnes, y después de un rato de baile en aquella pradera,
regresó la cabalgata en la propia forma que había ido, haciendo su entrada en
el pueblo alumbrados por luces de bengala. En el salón de sesiones del
municipio se sirvió un modesto refresco a todos los concurrentes; a
continuación se quemaron fuegos artificiales preparados por el acreditado
pirotécnico de Madrid, D. Manuel Ruiz, terminando la velada con el obligado
baile de tambor; y en los alrededores del Santuario duró toda la noche el
bullicio y la algazara producidos por los muchos romeros que allí pernoctaron.
El día 8 organizóse la cabalgata como
el anterior, y en la propia forma se dirigió al Santuario para asistir a la
misa que celebró nuestro digno párroco; con asistencia de don Tomás Martín,
coadjutor de Maello, y don Pío García, párroco de Mediana, ocupando la cátedra
sagrada el M. I. señor Don Santos García, canónigo de la Real e insigne
Colegiata de San Ildefonso, quien, con palabra fácil y muy elocuente,
desarrolló este tema: “La Virgen del Cubillo es la redentora de este pueblo, y
de todos aquellos que se acogen bajo su protección y amparo”, discurso lleno de
erudición, en el que, apoyándose en el testimonio de la Historia, probó
plenamente los extremos que se proponía, terminando por una sentida e
inspiradísima invocación a la Santa Virgen del Cubillo, que excitó las lágrimas
de los concurrentes, quienes le felicitaron muy cordialmente, como nosotros lo
hacemos desde las columnas de este periódico, sintiendo muy de veras el que
nuestra memoria nos sea tan infiel, que nos prive de reproducir algunos de los
bellísimos párrafos que esmaltaban tan concienzudo trabajo.
Terminada la misa, salió en procesión
la veneranda Imagen, colocada en su preciosa carroza, y vestida con
valiosísimos trajes y alhajas, y artística y monumental corona, regalo todo del
precitado Don José López Gordo. La procesión circuló por los alrededores del
Santuario, siendo obsequiada la Virgen por los vendedores que arrojaban a la
carroza los productos de su comercio que eran susceptible de ello, yendo
innumerables parejas de mozos bailando dentro de la valla formada, y una
sección de la guardia civil, mandada por el primer teniente, cubriendo la
carrera.
Por la tarde hubo gran rueda de baile
en la pradera, y al anochecer regresó la cabalgata en la misma forma que había
ido, repitiéndose los mismos espectáculos de la noche anterior.
El día 9 corrida de toros en la plaza
mayor, de la ganadería de D. Andrés Gordo, vecino de este pueblo, concurriendo
mucha gente de Villacastín y pueblos inmediatos, y aún de Ávila, y a
continuación el consabido baile en las eras, que se hacían pequeñas para
contener tanta gente, y donde lucieron sus habilidades y hermosuras las
muchachas de toda esta comarca.
El día 10 se corrieron toros de la
ganadería de D. Narciso Mejías, vecino del Espinar.
El 11, misa en el Santuario costeada
por un romero, vecino de Montejo de Arévalo, y por la tarde el imprescindible
baile.
Los días 12 y 13, misa solemne y
procesión de la Virgen, costeadas por un devoto. Y como digno remate y
coronación de estas fiestas, durante una larga temporada habrá misa cantada en
el Santuario, pagadas con el producto de las limosnas que se depositan para
este fin, en una bandeja que se coloca en la Romería, según antigua costumbre.
Para terminar, sólo nos resta decir:
que durante las fiestas no hubo ningún accidente desgraciado que lamentar; los
toros, fueron bravos y nobles; los aficionados sufrieron algunos revolcones que
hicieron las delicias del público, especialmente el conocido con el apodo de
Japi, vecino de Blascoeles, que lució muy bien sus habilidades; y, por último,
la concurrencia a estas fiestas, y especialmente a la Romería, fue muy
numerosa, viéndose familias distinguidas y muy conocidas en el mundo elegante
de Ávila, y otras varias no menos distinguidas de Madrid, Escorial, Sangarcía,
y Segovia, cuyos nombres no consignamos por no hacer más larga esta revista de
lo que ya ha resultado.
G.P.