25 de enero de 2020

Aldeavieja. Leyendas. El campanario. I


     No sé si sabéis qué es un pozo de la nieve; bueno, en pocas palabras… hace mucho tiempo, 400 o 500 años, la gente excavaba pozos para guardar la nieve que caía en invierno, la compactaban hasta que se convertía en hielo y la guardaban para poder utilizarla en verano para conservar los alimentos o refrescar el vino y el agua.


     En Aldeavieja había uno; tras la ermita de San Cristóbal, en la cara norte, aún se observa una hondonada que es la huella que nos ha quedado de dicha construcción. El licenciado Francisco García, en su libro “Sobre los orígenes del pueblo de Aldeavieja…”, escrito en 1643, dice:
     Pocos años después (de 1540) cegaron y derribaron igualmente un pozo que estaba en el cementerio de San Cristóbal, el cual estaba cercado de paredes de cal y ladrillo, con su bóveda y puerta, y brocal, y tornillo, y era harto necesario para el servicio de aquella iglesia para lo cual él se había hecho, por tener algo lejos el agua, y se había conservado más de doscientos años.
     Este pozo del que nos habla el licenciado, no era un pozo de agua, sino un pozo de nieve, como así ha sido recordado durante cientos de años, pues a aquel lugar siempre se le ha denominado “pozo de la nieve”.
     Antes de este ya había otro pozo en aquel mismo lugar, pozo que fue desmantelado para construir con sus piedras un campanario en las afueras del pueblo, exactamente al final de la actual calle Amargura.
     Como nos explica el licenciado Garcia en el libro antes citado, los habitantes del pueblo tenían como centro de culto y lugar de enterramiento de sus muertos la ermita de San Cristóbal, que fue edificada en el siglo XII. De la ermita de San Miguel de Cardeña trajeron una campana colocándola en la parroquial de San Cristóbal. Aquella campana no se oía en todos los barrios. Por eso se construyó una torre, que entonces llamaban torrejón, en el lugar que se llamaba campanario.
     He aquí, pues, una torre, seguramente no de gran tamaño, construída con las piedras de un antiguo pozo y que se colocó al otro lado del pueblo a fin de que las gentes se enteraran, por sus campanadas, del momento en que se iban a celebrar oficios en la iglesia o de todas aquellas noticias que, en aquella época, se anunciaban con toques de campana, como un fallecimiento o un incendio.
     Además, y esto no hay que olvidarlo, aquellas piedras eran piedras sagradas, bendecidas, ya que se encontraban en lo que, en esos años, era el camposanto del pueblo.
     Todos sabemos que esa torre o campanario desapareció, quiero decir, fue demolido cuando se construyó la actual iglesia, en el centro del pueblo, y ya no fue necesaria su existencia, al oírse por igual, en toda la localidad, los toques de campana que se realizaban desde la nueva torre.
     Esto, por lo menos, es lo que nos han dejado por escrito nuestros antepasados, todo muy normal, todo muy lógico, pero… ¿fue esto realmente así, como nos han contado o, quizás, fue de otra manera?.
     Yo, si tenéis paciencia para seguirme, os voy a relatar otra versión que me contó mi abuela una tarde de lluvia, hace ya muchos años, cuando yo era niño.

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