Es curioso observar cómo
se van desplazando los centros de poder, riqueza, interés… dentro de una misma
población con el paso de los años.
Si hoy echamos un vistazo a nuestro
pueblo comprobaremos que el punto más importante es la plaza, en ella está el
Ayuntamiento (centro de poder político), la iglesia parroquial (centro de poder
religioso) y, en sus cercanías, en el antiguo local del ayuntamiento, el centro
médico-asistencial, el local de la asociación de ganaderos y agricultores y,
junto a él, el local multiusos, para toda una serie de eventos de todo tipo,
públicos o privados.
Esta zona de centros de poder sigue
funcionando como tal, aunque ha perdido parte de la importancia que ha tenido
en años pasados: en la Plaza de la Constitución residían algunas de las
familias más importantes (a nivel económico) de la población, así como la casa
del cura párroco, también en ella vivía el guarda forestal y en ella estaba
también el estanco y, en zona cercana, la casa del médico junto al consultorio
y, en momentos determinados, la botica.
De esta plaza sale la Calle Real,
esta denominación se ha dado siempre a la vía más importante de una localidad,
pero mucho me temo que esto ya no es así; por los restos se ve enseguida que en
ella ha habido edificios importantes, de buena factura y tamaño, se dice que en
ella estuvo un antiguo hospital (en época medieval y hasta el siglo XVII) en
una de las casas que conforman un ensanchamiento a la derecha de la calle;
igualmente, el edificio (ya no completo) que sirvió de horno y panadería hasta
hace relativamente pocos años, tiene trazas de haber pertenecido a la baja
nobleza de hidalgos que residió en Aldeavieja; está claro que ya no ostenta la
primacía entre las vías del pueblo, aunque no por ello ha perdido la prestancia
que la significa. La Calle Ancha recogió el testigo de
arteria principal de la localidad; a partir del siglo XVI se levantaron en ella
tres de los edificios más singulares del pueblo: la casa solariega de los
Becerril (hoy en ruinas y de la que sólo se conserva la fachada con el escudo
señorial), la otra casa, en la actual Calle Cuartel, con su escudo de nobleza, que
se conserva tal cual por haber sido residencia de la familia Seco/Arpe que la
restauró y engalanó y, por último, la que se considera como palacio de unos de
nuestros vecinos más importantes: Luis García de Cerecedo, impulsor de
importantes obras en la iglesia parroquial y en la ermita del Cubillo, aunque
ha sido modificada recientemente, y que se encuentra frente a la salida de la
citada Calle Cuartel; quizás se eligió, en esa época, este emplazamiento para
la erección de estos tres edificios singulares por considerar la zona de la
Calle Real, al estar más baja, receptiva de los olores producidos por el arroyo
del Barranco o, simplemente, por estar en una zona más elevada, dando a
entender así la importancia de sus moradores: “por encima de los simples
mortales”.
A partir del siglo XIX, el centro de
poder económico sufre otro desplazamiento, esta vez hacia la zona de la Calle
Segovia y la Calle Angosta. En confluencia con dichas calles se levantó el
edificio que se ha venido denominando “de don Juan” por haber sido levantado
por don Juan Moreno Esteban, notario de la ciudad de Toledo y emparentado con
alguna de las familias del pueblo; cercano a él estaba el actual edificio de la
“Casa Rural”, que fue residencia de Jerónimo Cabrero y Andray y de su mujer, Manuela
de Andrés Blanco, uno de los mayores terratenientes del municipio; asimismo,
cercano, estaba la última farmacia, o botica, oficial del pueblo y dos de los
bares del mismo. Curioso es el caso del edificio del
Ayuntamiento que, durante unos pocos años, se trasladó a uno de nueva planta en
la Carreterilla (hoy Avenida de Ávila), pero desde el que volvió a su antiguo
emplazamiento cuando éste fue restaurado por la empresa que ejecutó la
autopista Ávila-Villacastín. Hoy día, esos centros de poder están
más repartidos: la Plaza sigue siendo el enclave del poder político, y allí
sigue la iglesia; ya no hay vivienda para el médico, ni para el maestro, ni
para el cura, ni el boticario, ni el veterinario; no hay cuartelillo de la
Guardia Civil y los centros económicos, familias con un poder económico
superior al normal, se encuentran desperdigados por todo el caso urbano.
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