Todos conocéis la cruz de piedra
que hay en el camino del Cubillo, nada más pasar el arroyo Tijera que viene
desde la cantera, al subir ese pequeño repecho, donde antes nacía el camino que
iba hasta la Cruz de Hierro, se alza fuerte y esbelta; su nombre oficial es
“Cruz del Tarnedo”, pero, a lo mejor, alguno la ha oído llamar “Cruz del
Comandante”, por lo menos yo se la he oído nombrar así a mi madre desde que era
pequeño; este nombre se debe a lo que os voy a relatar a continuación.
Se trata de un suceso que acaeció en
nuestro pueblo allá, hace un poco más de cien años, en 1907, y aunque no fuese
un acontecimiento extraordinario, sino un accidente fortuito, no deja de
sorprender el eco que tuvo en la prensa y viene a retratar, un poco, el día a
día en un pequeño pueblo castellano.
El 24 de agosto de 1907, el diario “La Correspondencia de España”, en su
edición de Ávila, publicaba la siguiente reseña:
Muerto por un rayo. Ávila 23. Durante la horrible tormenta de
esta tarde cayó una exhalación en las inmediaciones de Aldeavieja, pueblo
cercano a esta capital, y mató al comandante de la Guardia Civil de esta
Comandancia D. Guillermo Ortega, que se hallaba de caza con varios amigos.
Su muerte ha sido
sentidísima, pues contaba aquí con grandes simpatías.
Este hecho, que puede parecer banal,
interesó mucho a todo el país, ocupando su atención a una muy variada serie de
publicaciones periódicas, apareciendo la noticia, con variadas interpretaciones
en el diario “El Día” y “La Correspondencia Militar”, de Madrid y llegando al
“Nuevo Diario de Badajoz”.
Los dos primeros relataban el suceso
de la siguiente manera:
El Día. Comandante muerto.
Ávila, 23. En las
primeras horas de la tarde hallábanse reunidos en las cercanías de Aldeavieja,
vecino pueblo, varios amigos, conocidísimos en esta capital, que pasaban el día
de caza.
Como se iniciara una
fuerte tormenta, el Comandante de la Guardia Civil don Guillermo Ortega Vargas,
manifestó a sus compañeros que no estaban bien todos juntos y él se separó del
grupo.
Momentos después una
exhalación cayó sobre D. Guillermo Ortega que quedó carbonizado completamente.
Los amigos, que
presenciaron la desgracia ocurrida cerca de ellos, dieron parte de lo ocurrido
a esta capital.
El Juzgado instructor y
el jefe de la Guardia Civil han marchado al sitio de la desgracia.
La impresión producida
aquí por el suceso ha sido grande, pues el finado era muy querido en la
población.
Como el término en que
ha ocurrido el suceso está enclavado en la jurisdicción eclesiástica de
Segovia, a esta población se ha pedido que se autorice el traslado del cadáver
a Ávila.
La Correspondencia Militar MUERTO
POR UN RAYO
Ávila,
23.Varios amigos, entre los que se hallaba el comandante de la Guardia Civil D.
Guillermo Ortega Vargas, hallábanse de caza en las cercanías del vecino pueblo
de Aldeavieja.
Como comenzara a
descargar una gran tormenta, el Sr. Ortega manifestó a sus amigos que no era
prudente el que estuviesen todos reunidos y se separó del grupo.
Transcurridos breves
instantes, una exhalación dejó enteramente carbonizado a D. Guillermo Ortega,
dejando aterrorizados a los espectadores de la desgracia.
No deja de ser chusca la
interpretación del periódico de Badajoz que, quizás por la lejanía geográfica
del suceso, informaba de una manera muy distinta a las otras publicaciones:
(Nuevo diario de Badajoz)
Fenómenos meteorológicos
En Aldeavieja (Ávila)
se ha desencadenado una horrible y furiosa tormenta de agua y piedra, con
acompañamiento de rayos y centellas.
Uno de aquellos cayó en
el cuartel de la Guardia civil, hiriendo al comandante de aquel puesto y a
varios guardias.
En este momento
comunican que el comandante ha fallecido.
La población está
aterrada ante la magnitud de la tormenta, que ha causado innumerables daños en
aquel término.
Para saber qué es lo que ocurrió
realmente en aquella fecha aciaga, tenemos el relato completo que el 26 de
agosto, hacía el corresponsal del
“Diario de Avisos de Segovia”, el farmacéutico de Aldeavieja don Gregorio
Perlado, en las páginas del mismo; habiendo sido, personalmente, testigo de los
hechos:
De Aldeavieja
Muerte de un jefe de la guardia
civil por una chispa eléctrica
En las primeras horas
de la mañana del día 23 último, se presentaron en Aldeavieja D. Santiago
Magdalena, D. Antonio Martínez y D. Guillermo Ortega, y acompañados por el
maestro de este pueblo D. Ciriaco Méndez, dirigiéndose a cazar por las
inmediaciones del Santuario de Nuestra señora del Cubillo.
Serían las once y media
de la mañana cuando se formó en estas sierras imponente tempestad seguida de
torrencial lluvia, que obligó a los citados señores a buscar refugio en el
arbolado que rodea un huerto situado en el lugar llamado “Los Toriles”.
Apenas llegaron al
arbolado, que serían las doce, el D. Guillermo, buscando mejor cobijo que el de
sus compañeros, se separó de ellos unos cuantos pasos, colocándose bajo un
frondoso árbol; y hallándose aún de pie, sin tiempo para informar a aquellos de
la bondad de su nuevo refugio, cayó sobre su cabeza una chispa eléctrica que le
dejó muerto instantáneamente.
Los compañeros, al
reponerse de la impresión primera que les produjo la caída de la chispa y ver
al don Guillermo en tierra corrieron presurosos hacia él, y anegados de dolor,
dos de ellos quedaron a su lado, y el señor maestro corrió pidiendo auxilio al
pueblo. Saltando arroyos que la impetuosidad del nublado convirtió en
caudalosos ríos, venciendo obstáculos y dificultades que se oponían a su paso
llegó a las eras, y enterados los labradores abandonaron sus chozos y sin temor
a la lluvia corrieron velozmente en sus caballos al sitio de la ocurrencia,
pero desgraciadamente el Sr. Ortega había muerto instantáneamente como antes
dijimos y sus compañeros, embargados por la emoción y ateridos de frío por el
agua que empapaba sus ropas, se les prestó los auxilios que reclamaba su
estado, transportándolos a caballo al pueblo, y quedando otros vecinos del
mismo velando su cadáver.
Avisado el juzgado y
guardia civil del inmediato cantón de Blascoeles, se personaron en los “Toriles”,
y con sujeción a las prescripciones legales se levantó el cadáver que fue
conducido en un carro a la ermita de San Cristóbal, de este pueblo, siendo
escoltado por todos los guardias del citado cantón, y gran parte del vecindario
de este pueblo. Depositado el cadáver en la citada ermita allí le dieron
guardia de honor todos los guardias y velaron voluntariamente muchos vecinos,
desfilando todo el vecindario con el mayor orden delante del difunto aplicando
pequeña oración en sufragio de su alma.
Practicada la autopsia en las primeras
horas del día 24, a las seis de la tarde recibió el cadáver cristiana sepultura
en el cementerio de Aldeavieja, siendo conducido en hombros de los guardias y
asistiendo al sepelio todos los jefes y oficiales de la guardia civil de la
provincia y el vecindario del pueblo, en masa, sin distinción de sexos ni
edades.
La desconsolada viuda
del Sr. Ortega, acompañada de la señora del teniente coronel, primer jefe de la
provincia y alguna otra, acudió a despedirse de su desventurado esposo y al
verlo en la capilla ardiente, tal fue su emoción, que la acometió un síncope, y
después del sepelio regresó a la capital con las señoras que la acompañaban, el
coronel señor Abreu y capitán Sr. Garduña; siguiéndola después en otros coches,
los demás jefes y oficiales de la guardia civil y otros señores que habían
rendido este último tributo de la amistad, siendo despedidos todos por
autoridades y vecindario con gran pena, por la causa que motivaba su venida.
D. Guillermo Ortega
había sido primer jefe de la guardia civil de la provincia de Ávila, donde se
había ya granjeado las simpatías de todo el elemento civil y militar, por su
caballerosidad y fino trato. Poseía la placa de San Hermenegildo y otras varias
cruces por méritos de guerra, contando 53 años de edad.
En el pueblo de
Aldeavieja ha producido hondísima impresión semejante desgracia, y el nombre
del Sr. Ortega será de imperecedera memoria para estos honrados habitantes, y
yo en su nombre desde las columnas de este DIARIO envío a su atribulada esposa,
demás familia y todo el cuerpo de la guardia civil el testimonio de nuestra
condolencia.
El Corresponsal.
Aldeavieja, 24 agosto 1907.
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