En el santuario de la Virgen del
Cubillo, a la izquierda de la nave central, hay un retablo con unas muy buenas
pinturas de Herrera el Mozo que, en su banco, tiene dos pequeños cuadros
exvotos que, evidentemente, no estaban allí originalmente, a los lados de una
“huida a Egipto” muy bella del citado artista.
Uno de ellos, el de la derecha, tiene
una historia singular: si nos fijamos en él con cuidado, nos damos cuenta de
que no es un auténtico exvoto, pues carece de la leyenda que suele acompañar a
este tipo de cuadros y en la que se señala el milagro o la gracia por la que el
donante agradece a la Virgen; además, si miramos la efigie de la Virgen, en el
ángulo superior derecho del cuadro, veremos que es sólo un esbozo, una simple
mancha en la que poco, o muy poco, se puede distinguir; realmente es un cuadro
moderno realizado por Rafael Seco,
conocido pintor que residió largas temporadas en el pueblo y que lo ejecutó a
partir de una fotografía que, del original, podemos contemplar en el libro
“Aldeavieja y su santuario de la Virgen del Cubillo” de Amalia Descalzo Lorenzo;
este cuadro, el exvoto original, como el otro que está a la izquierda, se
colocaron en el retablo a fin de tapar los huecos que dejaron los ladrones de
los originales de Herrera el Mozo que fueron expoliados no se sabe bien cuando;
antes de situarlos allí habían estado colgados en las paredes de la ermita
junto a los otros exvotos que todavía se conservan.
Cuadro "exvoto" que se puede contemplar hoy.
Pues bien, el exvoto original, ya muy
dañado, conservaba parte de la leyenda que el donante hizo incluir en el
cuadro, para dar gracias a la Virgen de un favor recibido; esa leyenda decía
así:
“En octubre del año de 1719 viniendo
de las Indias Antonio Zamarriego hijo less mo de Antoni/...oro…”
Si miramos la imagen de este cuadro,
veremos que en el mismo se ha retratado un navío, toscamente pintado, con sus
gallardetes y sus blancas velas al viento, a popa una gran bandera con el
escudo de España, rodeado por el toisón de oro y a proa una gran bandera blanca
con la cruz de borgoña; mientras otro le persigue, ondeando a proa la Unión
Jack y a popa la bandera de la Royal Navy; se trata de dos fragatas, una
española y otra inglesa; aquellos barcos temibles que recorrían el océano
Atlántico yendo y viniendo desde España a las Indias acompañando a los navíos con
el oro y la plata de las minas americanas y con animales, colonos, frailes y
pertrechos; se trata de una batalla, se ven las bocas negras de los cañones en
las portillas abiertas; sin duda alguna se trata de un buque inglés atacando a un
navío de la Flota del Tesoro que vuelve a España cargada de oro; nuestro
donante debía de ir en uno de esos barcos y todo resultó bien, ya que él
agradece la intervención de la Virgen en su salvación; ésta está representada
en el ángulo superior derecho, con un manto rojo y con el niño en brazos,
vestido con un trajecito blanco.
Cuadro "exvoto" original.
Y aquí es donde hemos buscado la
historia que me propongo contaros.
Antonio Zamarriego, hijo de Antonio
Zamarriego y Ana Tabanera, natural de Valverde del Majano, provincia de
Segovia, se trasladó muy niño, con sus padres, a la localidad de Villacastín, a
fin de hallar allí el trabajo y el pan que en su pueblo natal no encontraban; esto
sucedió a finales del siglo XVII, hacia 1690 aproximadamente; allí encontraron
empleo y tuvieron más hijos; Antonio no se sentía llamado a trabajar en el
campo; sus sueños, y éstos eran muchos, le dirigían más bien a intentar
empresas novedosas e intentar vivir aventuras, por lo que a los veinte años
marchó de su casa y se dirigió a Andalucía, más concretamente a Cádiz, a fin de
embarcar y marchar a las Américas, en busca de honor y fortuna.
Y como lo pensó, lo hizo; despidiose
de sus padres y camino adelante, paso a paso, un mes después de su salida se
encontraba en la playa de La Caleta, en Cádiz, mirando el mar y viendo zarpar
los grandes navíos que hacían la carrera de las Indias.
Muchacho de recursos, subió y bajó,
habló con unos y con otros, rogó y suplicó, se inventó un pasado y dijo saber
más de lo que sabía y, a la postre, consiguió lo que quería: un 13 de junio de
1711 embarcó en el navío “San Fernando” rumbo a Guayaquil, en calidad de
grumete.
No hace falta contar las aventuras y
desventuras de Antonio en los viajes que realizó en los años siguientes; cruzó
cuatro veces el Atlántico y hasta hizo el viaje de ida y vuelta desde Nueva
España a Filipinas en el llamado “galeón de Filipinas”, que era el equivalente,
en el Pacífico, de la “Flota de Indias”, y que saliendo del puerto de Acapulco
llegaba hasta Manila.
Pocos años después, en 1718, sirve en
la fragata “Fidela” en calidad de gaviero.
En 1719, fecha que aparece en el
cuadro que nos ocupa, España, ya bajo el reinado del primer Borbón, Felipe V,
se encuentra en guerra con la Cuádruple Alianza, formada por el Sacro Imperio
Romano Germánico, Gran Bretaña, Francia y las Provincias Holandesas.
El “Fidela” forma parte de los navíos que
constituyen la protección de la “Flota de Indias” que, a primeros de diciembre,
parte hacia la península cargada de riquezas; en mitad del Atlántico les
sorprende una tormenta que desperdiga los barcos; cada capitán se preocupa más
de su propia seguridad (la de su barco y sus tripulantes) que de la suerte del
convoy; cuando la mar se serena no hay a la vista ninguna vela; los vientos les
han desplazado muchas millas de su itinerario, por lo que, tras un breve consejo
de guerra con sus oficiales, el capitán manda poner rumbo a las costas gallegas
y después, costeando Portugal, llegar a su destino en Cádiz.
Fragata española de la época.
El 18 de diciembre encuentran en su
derrota a los navíos de línea “Tolosa” y “Hermione”, de 50 cañones y al
“Guadalupe”, de 60, al mando de Rodrigo de Torres y Morales que, habiendo
salido de Santander, se dirigían a Cádiz para evitar ser capturados por las
fuerzas anglo-francesas que patrullaban la bahía de Vizcaya.
Se unen a ellos para hacer su viaje
más seguro acompañando a tan poderosos navíos; a la altura de Lisboa capturan,
sin lucha, una fragata y una balandra británicas,
El 21 se encontraron con los
navíos ingleses HMS “Advice” y HMS “Norwich”, de 50 cañones, y la fragata HMS
“Dover”, de 40, al mando del comodoro Cavendish, que pretendían retomar los
buques capturados por los españoles.
Combate entre una fragata española y otra inglesa.
Se entabla el combate; Antonio se
porta valientemente; además de gaviero tiene entre sus obligaciones atender,
como artillero, uno de los cañones de la banda de babor; llevan cinco horas de
fuego entrecruzado y la victoria o la derrota cambian constantemente de bando;
Antonio se encomienda a la Virgen de su devoción, cuyo recuerdo ha llevado
siempre consigo en sus múltiples viajes, la Virgen del Cubillo, a la que tanto
ha celebrado en las romerías a las que acudía desde Villacastín; murmura otra
plegaria mientras enciende la mecha del cañón; finalmente, el comodoro inglés
decide retirarse, a causa de los graves daños sufridos, a Gibraltar, con 154 muertos
y heridos; los españoles sólo tuvieron 20 muertos y 27 heridos; entrando en
Cádiz el 2 de enero de 1720 con sus presas.
Ya sabemos lo que pasó después, pues
el resultado de todo ello se mostró en un cuadro que Antonio Zamarriego mandó
pintar y que él, personalmente, se encargó de llevar a la ermita de la Virgen,
en Aldeavieja, en agradecimiento tras su buena fortuna en aquel hecho de armas
que la historia conoce como la batalla del cabo de San Vicente.
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