Creo que todos conoceréis el sitio
llamado El Batán, en el camino que va hacia El Soto, a la derecha, antes de
pasar el arroyo Tijera; el nombre, igual al del populoso barrio de Madrid, se
debe a una de las pocas industrias que se instalaron, en siglos pasados, en
Aldeavieja: las de manufacturas de estameñas o tenerías.
Las tenerías eran un taller,
construido poco más o menos como una gran cuadra (y con el mismo aspecto
exterior) en el que se curtían y trabajaban las pieles; dentro de ellas o a su
lado, se encontraban los batanes que consistían en unos artefactos (construidos
enteramente de madera) que servían para golpear, desengrasar y tupir tejidos de
lana que salían muy sueltos de los telares; trabajaban con agua, que se
utilizaba para mover el mecanismo con el mismo procedimiento que una noria en
la que, a través de un eje, movía unos grandes mazos de madera que golpeaban
los tejidos hasta conseguir la textura deseada.
Por lo tanto, los batanes se montaban
cerca de corrientes de agua, en este caso el citado arroyo Tijera.
Según el Catastro nacional elaborado
por el marqués de la Ensenada en 1752, en Aldeavieja existían tres tenerías:
17. Si hay algunas Minas, Salinas,
Molinos Harineros, u de Papel, Batanes, u otros Artefactos en el Término,
distinguiendo de que Metales, y de que uso, explicando sus Dueños, y lo que se
regula produce cada uno de utilidad al año.
17ª. A la decimoséptima que hay tres
Tenerías, una propia de Juan Fernández
Zazo, que le produce respecto de lo que curte ochocientos reales, una y
media de Isabel Gordo a la que
produce cuatrocientos noventa y nueve reales, otra media de Jerónimo Gordo a quien le corresponden
por la misma razón noventa reales.
Como vemos por sus ganancias las tres
tenerías eran bastante diferentes, como lo serían tanto de tamaño como de
empleados utilizados; debían de estar instaladas todas en el mismo paraje, por
ser el más cercano al pueblo con una corriente de agua capaz de mover los
instrumentos necesarios para la fabricación de las estameñas.
La estameña era una tela de lana
sencilla y ordinaria que se utilizaba tanto para los vestidos y trajes de
diario como para mantas, sacos, cortinas y otras utilidades.
En lo relativo a los trabajadores que
se empleaban en los trabajos de las tenerías, el Catastro citado señala en el
siguiente punto:
33. Qué ocupaciones de Artes
mecánicos hay en el Pueblo, con distinción, como Albañiles, Canteros,
Albéitares, Herreros, Sogueros, Zapateros, Sastres, Perayres, Tejedores,
Sombrereros, Manguiteros, y Guanteros, etc. Explicando en cada Oficio de los
que huviere el número que haya de Maestros, Oficiales, y Aprendices; y qué
utilidad le puede resultar, trabajando meramente de su Oficio, al día a cada
uno.
33ª. A la treinta y tres, que hay dos
herreros, tres curtidores, tres zurradores, a quienes tocaban de jornal diario
cuatro reales cada uno; treinta tejedores de estameñas y sesenta y tres
peinadores a dos, con un oficial de aquellos a dos; un tejedor de lienzos a dos
y medio; asimismo diez zapateros a cinco; dos herradores y tres sastres a
cuatro y medio; dos albañiles a cinco y medio y un oficial de estos a tres y
medio.
Comprobamos que, de los oficios que
se indican, 102 corresponden a trabajadores ocupados en labores realizadas en
las tenerías y teniendo en cuenta que la población que se da en el Catastro es
de 338 vecinos (que equivalen a unos 1087 habitantes), nos encontramos con que
casi una tercera parte de los habitantes del pueblo dependen de lo que se gana
y se trabaja en ellas.
De estos 102 trabajadores 3 son
curtidores, otros 3 zurradores (que son los que se ocupan de los batanes) 30
tejedores de estameña, 63 peinadores (de la lana) 2 oficiales que se ocupan de
enseñar y controlar al resto y un tejedor (que es el que más cobra al ser, el
suyo, un trabajo más especializado).
Para
1848, casi cien años más tarde, Pascual Madoz, en su “Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones en Ultramar”, nos
señala que sólo queda “una tenería de
curtidos y algunos telares de estameñas ordinarias”; pequeña muestra de una
industria que encontró en nuestro pueblo un lugar donde desarrollarse durante
toda la Edad Media y hasta el siglo XVIII; según un estudio de José Damián
González Arce (de la Universidad de Murcia) durante los siglos XV y XVI,
Aldeavieja (formando parte entonces de la provincia de Segovia) era uno de los
pocos lugares, junto a la capital, Villacastín, Navas de Zarzuela (Navas de San
Antonio) Real de Manzanares, Manzanares, La Cercedilla, Los Molinos,
Guadarrama, Galapagar, Valdemorillo y Robledo de Chavela) en donde se tejían
paños secenos y veinticuatrenos (aquellos cuya urdimbre tenía 16 ó 24
centenares de hilos) y añade el autor: “Las localidades donde se practicaron las labores
iniciales de la pañería segoviana (las
referidas anteriormente) reunieron buena
parte de las condiciones para convertirse en zonas protoindustriales. En su
mayoría estaban situadas en tierras montañosas, donde la pobre agricultura hubo
de combinarse con actividades pastoriles, de ganadería estante, e industriales
complementarias. Además, abundaba la materia prima, pues la lana no provenía
solamente de los rebaños locales, sino en mayor medida de los trashumantes, que
transitaban por tres de las principales cañadas reales de la Mesta, a ambos
lados del Sistema Central, las cuales servían de conexión entre los núcleos
productores. Y, por último, contaban con un mercado urbano cercano, la ciudad
de Segovia, donde los paños de menor calidad o semielaborados eran llevados a
vender o a terminar”.
Nada queda de aquella riqueza que
hubo en nuestro pueblo, quedando sólo su recuerdo en el nombre del sitio donde,
hace ya demasiados años, comenzó una interesante aventura dentro de una
incipiente industria: la de los paños.
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