29 de diciembre de 2022

Aldeavieja: los cerros del Asperón y de la Avena.

 

          Acabamos con nuestra serie de los cerros del municipio; vamos a tratar de los dos últimos: el cerro del Asperón y el de la Avena, éste último Compartido con Villacastín. Son, junto con el Calvario, los de menor altura: 1324 y 1316 metros respectivamente.

          Como vemos en el mapa, forman una especie de barrera que defiende, por el sur, las tierras de labrantío y marcan, de alguna forma, la separación entre estas y los pastos que luego continúan al otro lado de la sierra, por el Campo Azálvaro.


          El cerro del Asperón debe su nombre a que de él, se sacaba, antiguamente, el asperón, una arenisca que servía tanto para la construcción, como para fabricar piedras de afilar o para usos de limpieza doméstica; las sartenes se frotaban con asperón para librarlas de la grasa y del negrillo que se acumulaba en su superficie.

          Para acceder a él, hemos de tomar el camino que, desde el del Cubillo, lleva hacia la fuente de la Jarrera, conocido, en tiempos, como camino a Peguerinos; una vez pasada la fuente, el camino se va elevando, entre prados y bosquecillos de pinos, hasta el Andrinal, donde se junta con el camino que viene del cerro Cantogordo; desde allí vemos ya una panorámica del cerro, pelado en su cumbre y su lado norte y con un pinar que se extiende por su cara sur hasta las praderas de los Torilones.


          En los Torilones cruzaremos el arroyo del Cubillo (también llamado de la Virgen o del Asperón), suele haber ganado apacentando y tendremos, de cara, el cerro de la Avena.


          El cerro toma su nombre de la avena loca, esa planta de cañas altas coronada por una cabellera dorada que se agita con la brisa formando un mar de oro en verano; por su cima corre una valla de piedra que sirve de separación entre las dos provincias: Ávila y Segovia y que se conoce como la “cotera de Villacastín”.



      
    Tenemos ante nosotros un pequeño valle que discurre entre los dos cerros, por él, en su fondo, serpentea el arroyo del Cubillo y, paralelo, un estrecho camino, casi una senda, nos llevará, cuesta abajo, hasta el santuario de la Virgen; a la derecha el cerro de la Avena, cuya falda este contiene la finca de “la Olla”, que pertenece a la familia de la famosa tonadillera Concha Piquer y donde, a día de hoy, también florece una cantera. A la izquierda el cerro del Asperón, alguna mancha de arbolado y los pastos de las Manoteras y del Prado de Santa María; a medio camino, un caño, con una pequeña pileta, nos ofrece su agua fresca y cristalina.



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