7 de marzo de 2023

El tatuaje.

 Y, ahora, una de miedo, para pasar el rato.

Se miró la mano, era curioso ese cosquilleo que sentía en la punta de los dedos, de todos ellos, como si hubiera tocado una ortiga o algo así. Era, también, extraño que todo hubiese empezado la noche anterior; una tontería, cosas de amigos, de compañeros, por lo  menos, eso es lo que pensaba de Julián.

…..

Fue una noche loca, bebida, mujeres, drogas… no  encontraban el momento de acabar o de despedirse…

-¿A que no te haces un tatuaje?

-¡Bah! Eso es de críos.

-Vale… pero ¿a que no te lo haces?

-¿Para qué?

-Para demostrarme que no te da miedo.

-¿Miedo? Tú bien sabes que no me da miedo nada.

-Nada… menos los tatuajes.

-¡Cuando quieras!

-Pues… mira, ahí enfrente hay un sitio abierto.

Era un sitio pequeño, oscuro, con un olor a suciedad y sudor que echaba para atrás, pero ¿qué era aquello para dos machos curtidos y borrachos con ganas de juerga?. Un asiático estaba sentado ante una mesa camilla fuertemente iluminada por un pequeño foco; levantó la vista y sonrió:

-¿Un pequeño tattoo señores?

-Sí –respondí- enséñame qué haces.

-¿Pequeño? –interrumpió Julián- creí que eras más hombre.

Al final, el chino empezó a grabarme en el brazo izquierdo un dragón gigantesco que desde el hombro extendía sus afiladas garras por los dedos de la mano…

-¡Cuidado, que eso duele! –grité cuando la aguja se introducía bajo la piel de la muñeca, mientras con la otra mano echaba un trago de una petaca de bourbon que siempre me acompañaba…

-¡Maldito mono amarillo! ¡como vuelvas a hacerme daño te vas a enterar…!

Me miró a los ojos brevemente y no debió de gustarle lo que vio pues, enseguida, bajó la mirada y continuó con su tarea.

No sabía yo lo que puede doler una aguja cuando se te mete entre los dedos de la mano, donde la piel y los nervios están tan cercanos, sin mucha carne que sirva de tapón.

-¡Cuidado con esa aguja, Fumanchú!, ¡como no tengas cuidado te la voy a clavar donde yo me sé!

-¿Duele chaval? –preguntó con sorna mi amigo.

-¡Qué bah!, lo que pasa es que este mico no sabe lo que hace.

El dragón había acabado de extenderse por todo el brazo; realmente era una obra maravillosa, las escamas centelleantes parecían moverse cuando doblaba el codo…los verdes y dorados creaban un fantástico tapiz sobre mi piel; sus garras acababan en mis dedos, alargadas, terminada cada una de ellas en una afilada uña capaz de desgarrar cualquier cosa, hundirse en la carne y salir chorreando sangre… en fin, me he dejado llevar, pero, era tan real…

La miré una y otra vez, no acababa de creérmelo, era un dibujo tan bello…

-Te ha hecho un buen trabajo –dijo Julián con cara de asombro-.

-No está mal –respondí de mala gana- pero este maldito chino me ha hecho demasiado daño.

-¿Daño? –me miró Julián con sorna- ¿por unas punzadas de nada?.

Le miré con rabia, efectivamente aquel dibujo merecía la pena por lo poco que había sufrido, pero… alguien tenía que pagar mi poco aguante… y el que mi amigo tuviera oportunidad de reírse de mí.

-Lo ha hecho a propósito… se ve que nos odia…

-¡Anda ya!, ¡Venga, págale y vámonos!

-¿Pagarle? ¡estás loco! ¡encima le voy a pagar!

-¡Hombre, el trabajo lo vale!

-¿Lo vale, dices? Mira cómo le pago…

Y allí mismo, sin pensarlo dos veces, extendí el brazo con todas mis ganas y golpeé con saña en la cara del chino; cayó golpeándose la cabeza contra un escalón que había tras la silla donde había estado sentado; se oyó un ¡crac! de algo que se rompía y un charco de sangre empezó a surgir debajo de su pelo, extendido en el suelo…

-¿Qué has hecho?

-¡Lo que tenía que hacer! –dije yo con los ojos muy abiertos por el espanto que estaba presenciando- ¡lo que tenía que hacer!

-¡Le has matado!

-¡Venga!, ¡Vámonos!

Y, sin pensarlo más, con el corazón en la boca, me levanté y eché a correr hacia la puerta, no quería ver lo que dejaba atrás; ahora me arrepentía, quizás, pero no quería dejarlo ver.

…..

Eso fue ayer, todavía no me lo puedo creer… ¿he sido capaz de matar a un hombre sólo porque no quería reconocer mi debilidad? Y, a la vez, intentaba convencerme a mí mismo de que no me había quedado más remedio, que aquel maldito chino me había mirado mal; que me había hecho daño a propósito, que se estaba riendo de mí; él había caído mal, no era culpa mía, sólo mala suerte; se lo había buscado, yo sólo quería un tatuaje ¿lo quería? Yo no lo quería, todo había sido por Julián, él era el culpable, si no se hubiera reido de mí… Julián tenía la culpa de todo… yo sólo le empujé un poco, él cayó mal…. Yo… yo no quería, pero… se había reído de mí, y Julián…. sí, Julián lo iba a pagar también; igual que el asqueroso chino…

Y aquel picor en los dedos, ¿qué me habría metido allí el maldito chino? ¡se lo merecía!, pero… este dolor, este dolor en el brazo…parece… sí, se me está hinchando… ¿sería veneno?, esa tinta de colores…. ¡mis dedos!  ¡se abren! ¡sangre, esto es sangre…!

…..

El brazo se abrió como una flor… apareciendo bajo la piel una especie de cuerpo alargado, lleno de escamas que brillaban como esmeraldas, y al final… una garra que acababa en unas uñas alargadas, duras como diamantes que se volvieron clavándose en la garganta impidiendo cualquier sonido, grito de socorro o mirada de auxilio… los ojos desorbitados mientras la vida se le iba escurriendo con su sangre.

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