En el número de 16 de
mayo de 1986, El Diario de Ávila publicó una serie de artículos de Javier
Santero dedicados a nuestro pueblo, acompañados de unas cuantas fotografías,
que acompaño con los textos; como iréis viendo la imagen que presenta de
Aldeavieja no ha perdido, en absoluto, su actualidad, relatándonos los problemas que se sentían entonces, que
parece que no hemos adelantado nada o muy poco. Lo primero es una breve
introducción que va seguida de una sencilla descripción del Santuario de la
Virgen del Cubillo para acabar con la impresión que le mereció su visita al
pueblo; os dejo con ello y… ya me contaréis.
Aldeavieja
es el último pueblo de la Provincia, según se va para Madrid por la carretera
nueva. A poca distancia de las últimas casas del pueblo, aparecen ya las dos
columnas de piedra que sirven de separación de las tierras abulenses y de las
segovianas. Aldeavieja es uno de tantos pueblos de nuestra Ávila, pequeños,
amables, con un deseo enorme, en todas ellas, de buscar mejor vida… Un pueblo
con problemas, es lógico, pero al que nos hemos acercado para pasar un rato
agradable. Y en Aldeavieja, un lugar que no debe ser olvidado: la ermita de la
Virgen del Cubillo, monumento histórico-artístico de carácter nacional. De
verdad, merece la pena.
El
santuario de la Virgen del Cubillo, monumento herreriano con categoría
nacional.
El
Santuario de Nuestra Señora del Cubillo congrega cada año, por el 8 de
septiembre, a cientos de fieles que en los alrededores de la ermita comen sobre
las mesas de piedra y piden favores de la Virgen en el Santuario.
Este
Santuario, situado a un par de kilómetros de Aldeavieja, es desde enero de 1980
monumento histórico artístico nacional, según consta en la misma ermita. Una
ermita que adorna una de sus entradas, por la puerta por la que el santero nos
permite entrar al interior, con un cuadro naif que representa la romería de
septiembre.
Es
una iglesia de estilo herreriano que hace años fue objeto de varios robos:
cinco se produjeron en cuatro años. El santero está allí todo el día, pero por
la noche la ermita se queda sin protección. En su interior, aparte de la imagen
de la Virgen del Cubillo, hay varios cuadros, algunos de los cuales están
siendo restaurados en El Prado.
Es
una ermita bien cuidada y muy hermosa en su interior, que bajo el suelo guarda
una parte del árbol en el que, según la tradición, se apareció la Virgen.
En
el pueblo hay otra iglesia, la de San Sebastián, de menor valor que la ermita.
También a las afueras, otra ermita, la vieja, que parece que ha sido vendida a
particulares que la han cercado con alambre. Hasta ella hay un Vía Crucis que
sale desde la plaza del pueblo y termina a sus mismas puertas. Algunas de sus
cruces están rotas y otras ya han desaparecido.
Aldeavieja:
un pueblo al lado de la carretera en el que podemos detenernos.
Javier
Santero.
La
primavera le sienta bien a Aldeavieja, un pueblo situado junto a la carretera
Nacional 501, que sin duda muchos hemos visto al pasar de camino a Madrid o
Segovia sin que, probablemente, hayamos sentido la tentación de detenernos unos
minutos. La tentación existe, y en primavera aún más, porque el verde de la
hierba llega hasta el mismo interior del pueblo y sobrepasa su iglesia dándole
un aire distinto.
En
estos días de la primavera los chicos, que salen pronto de la escuela, mezclan
sus gritos y sus juegos con el canto de los pájaros, y corren por las calles
del pueblo y se sientan sobre el verde. El último juego que les faltaba era el
fotógrafo para correr a posar ante él, a la puerta de la escuela o bebiendo en
la fuente de cuatro caños situada a un lado de la iglesia.
En
esa tarde de primavera ni tan siquiera faltan a la cita los relámpagos sobre el
horizonte ni los turistas que han detenido su furgoneta en la plaza y tratan de
reparar alguna avería indiscreta, también en la hierba. En la tarde tranquila
los perros pasean por las calles, unas mujeres tienden la ropa a la puerta de
sus casas y el reloj de la iglesia de San Sebastián marca las cuatro menos
veinticinco. La misma hora que marcaba cuando llegamos y la misma que marcará
bastante tiempo después, cuando nos marchemos del pueblo.
Este
pueblo, de alrededor de doscientos habitantes, tiene tres actividades
principales: la ganadería, la agricultura y la construcción. La cantera que hay
a pocos metros de la localidad no da trabajo más que a media docena de personas
de Aldeavieja junto a otros de pueblos más lejanos. En el pueblo hay personas
en paro que llevan meses detrás de un puesto allí, que no consiguen. Alguien
comenta que hay una cierta discriminación hacia los del pueblo por un problema
con alguien a quien no se le dejó cazar en el coto, pero tampoco se atreven a
asegurar que esa sea la razón de que no cuenten con ellos.
De
lo que sí hay queja es de que, aparte que el pueblo no saca un gran beneficio
del trabajo de la cantera, lo único que ganan son los sembrados llenos de
polvo.
La
mayor parte de las casas del pueblo son edificaciones bajas, todas ellas con
hogar, aunque hay algunas más nuevas de hasta tres pisos de altura, que
desentonan bastante con el resto del pueblo. En una de las casas, probablemente
la más grande del pueblo, y actualmente deshabitada, se agolpan las pintadas
con el clásico lema de “Vivan los quintos del…” ¡Y hay pintadas de hace más de
treinta y cinco años! Es una casa enorme, de otros tiempos, de aquellos años en
que el pueblo “era de cuatro o cinco”. Probablemente durante la guerra fue
cuartel de la Guardia Civil y Hospital, y hoy un lugar abandonado donde entran
los muchachos a jugar.
Aldeavieja
hace años que perdió su condición de municipio. Hoy día Aldeavieja y Blascoeles
forman el Ayuntamiento de Santa María del Cubillo, lo que, en las actuales
circunstancias, no hace feliz a algún habitante de Aldeavieja. El alcalde es
“del otro sitio”, en tanto que de Aldeavieja sólo son tres concejales. Por eso
hay quien piensa que el pueblo está un poco dejado de la mano de Dios.
La
carretera es una parte esencial del pueblo, algo de lo que Aldeavieja no se
puede separar. Cerca de la provincia de Segovia, vive junto a la carretera que
es tan parte del pueblo como la hierba hasta la misma plaza, o el reloj que
siempre marca las cuatro menos veinticinco.
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