Y, ahora, una de miedo, para pasar el rato.
Se miró la mano, era
curioso ese cosquilleo que sentía en la punta de los dedos, de todos ellos,
como si hubiera tocado una ortiga o algo así. Era, también, extraño que todo
hubiese empezado la noche anterior; una tontería, cosas de amigos, de
compañeros, por lo menos, eso es lo que
pensaba de Julián.
…..
Fue una noche loca,
bebida, mujeres, drogas… no encontraban
el momento de acabar o de despedirse…
-¿A que no te haces un
tatuaje?
-¡Bah! Eso es de críos.
-Vale… pero ¿a que no
te lo haces?
-¿Para qué?
-Para demostrarme que
no te da miedo.
-¿Miedo? Tú bien sabes
que no me da miedo nada.
-Nada… menos los
tatuajes.
-¡Cuando quieras!
-Pues… mira, ahí
enfrente hay un sitio abierto.
Era un sitio pequeño,
oscuro, con un olor a suciedad y sudor que echaba para atrás, pero ¿qué era
aquello para dos machos curtidos y borrachos con ganas de juerga?. Un asiático
estaba sentado ante una mesa camilla fuertemente iluminada por un pequeño foco;
levantó la vista y sonrió:
-¿Un pequeño tattoo
señores?
-Sí –respondí- enséñame
qué haces.
-¿Pequeño? –interrumpió
Julián- creí que eras más hombre.
Al final, el chino
empezó a grabarme en el brazo izquierdo un dragón gigantesco que desde el hombro
extendía sus afiladas garras por los dedos de la mano…
-¡Cuidado, que eso
duele! –grité cuando la aguja se introducía bajo la piel de la muñeca, mientras
con la otra mano echaba un trago de una petaca de bourbon que siempre me
acompañaba…
-¡Maldito mono amarillo!
¡como vuelvas a hacerme daño te vas a enterar…!
Me miró a los ojos
brevemente y no debió de gustarle lo que vio pues, enseguida, bajó la mirada y
continuó con su tarea.
No sabía yo lo que
puede doler una aguja cuando se te mete entre los dedos de la mano, donde la
piel y los nervios están tan cercanos, sin mucha carne que sirva de tapón.
-¡Cuidado con esa
aguja, Fumanchú!, ¡como no tengas cuidado te la voy a clavar donde yo me sé!
-¿Duele chaval?
–preguntó con sorna mi amigo.
-¡Qué bah!, lo que pasa
es que este mico no sabe lo que hace.
El dragón había acabado
de extenderse por todo el brazo; realmente era una obra maravillosa, las
escamas centelleantes parecían moverse cuando doblaba el codo…los verdes y
dorados creaban un fantástico tapiz sobre mi piel; sus garras acababan en mis
dedos, alargadas, terminada cada una de ellas en una afilada uña capaz de
desgarrar cualquier cosa, hundirse en la carne y salir chorreando sangre… en
fin, me he dejado llevar, pero, era tan real…
La miré una y otra vez,
no acababa de creérmelo, era un dibujo tan bello…
-Te ha hecho un buen
trabajo –dijo Julián con cara de asombro-.
-No está mal –respondí de
mala gana- pero este maldito chino me ha hecho demasiado daño.
-¿Daño? –me miró Julián
con sorna- ¿por unas punzadas de nada?.
Le miré con rabia,
efectivamente aquel dibujo merecía la pena por lo poco que había sufrido, pero…
alguien tenía que pagar mi poco aguante… y el que mi amigo tuviera oportunidad
de reírse de mí.
-Lo ha hecho a
propósito… se ve que nos odia…
-¡Anda ya!, ¡Venga,
págale y vámonos!
-¿Pagarle? ¡estás loco!
¡encima le voy a pagar!
-¡Hombre, el trabajo lo
vale!
-¿Lo vale, dices? Mira cómo
le pago…
Y allí mismo, sin
pensarlo dos veces, extendí el brazo con todas mis ganas y golpeé con saña en
la cara del chino; cayó golpeándose la cabeza contra un escalón que había tras
la silla donde había estado sentado; se oyó un ¡crac! de algo que se rompía y
un charco de sangre empezó a surgir debajo de su pelo, extendido en el suelo…
-¿Qué has hecho?
-¡Lo que tenía que
hacer! –dije yo con los ojos muy abiertos por el espanto que estaba
presenciando- ¡lo que tenía que hacer!
-¡Le has matado!
-¡Venga!, ¡Vámonos!
Y, sin pensarlo más,
con el corazón en la boca, me levanté y eché a correr hacia la puerta, no
quería ver lo que dejaba atrás; ahora me arrepentía, quizás, pero no quería
dejarlo ver.
…..
Eso fue ayer, todavía
no me lo puedo creer… ¿he sido capaz de matar a un hombre sólo porque no quería
reconocer mi debilidad? Y, a la vez, intentaba convencerme a mí mismo de que no
me había quedado más remedio, que aquel maldito chino me había mirado mal; que
me había hecho daño a propósito, que se estaba riendo de mí; él había caído
mal, no era culpa mía, sólo mala suerte; se lo había buscado, yo sólo quería un
tatuaje ¿lo quería? Yo no lo quería, todo había sido por Julián, él era el
culpable, si no se hubiera reido de mí… Julián tenía la culpa de todo… yo sólo
le empujé un poco, él cayó mal…. Yo… yo no quería, pero… se había reído de mí,
y Julián…. sí, Julián lo iba a pagar también; igual que el asqueroso chino…
Y aquel picor en los
dedos, ¿qué me habría metido allí el maldito chino? ¡se lo merecía!, pero… este
dolor, este dolor en el brazo…parece… sí, se me está hinchando… ¿sería veneno?,
esa tinta de colores…. ¡mis dedos! ¡se
abren! ¡sangre, esto es sangre…!
…..
El brazo se abrió como
una flor… apareciendo bajo la piel una especie de cuerpo alargado, lleno de
escamas que brillaban como esmeraldas, y al final… una garra que acababa en
unas uñas alargadas, duras como diamantes que se volvieron clavándose en la
garganta impidiendo cualquier sonido, grito de socorro o mirada de auxilio… los
ojos desorbitados mientras la vida se le iba escurriendo con su sangre.