29 de febrero de 2016

Aldeavieja: las Cruces de Aldeavieja. 3.


CRUCES DE TÉRMINO.
   
           Hay otra cruz en el camino del Cubillo, en la encrucijada que existía al iniciarse el camino que subía hasta el puerto de la Cruz de Hierro; cruz del Tarnelo en los mapas, la cruz del Comandante según tradición familiar (mi madre); su inscripción es ilegible.
          Es del tipo de formas redondeadas, de una sola pieza,  con el cartel del INRI esculpido en lo alto de la cruz. Podría haber pertenecido al Vía Crucis, ya que es similar a la que se encuentra entre las eras que están junto a la carretera nacional y a la que está a la derecha de las tres cruces de la estación 12ª junto a la ermita de San Cristóbal.


           La colocación de esta cruz en este preciso lugar, puede tener dos interpretaciones: una de ellas se refiere al otro nombre por la que se la conoció: “cruz del comandante”, este apelativo viene a un suceso acaecido en 1907 en este lugar, cuando un rayo cayó sobre un comandante de la Guardia Civil que se hallaba cazando, junto con otros compañeros, por esta zona, fulminándole y, quizás, en recuerdo de ese accidente, se trasladase la cruz desde otro emplazamiento. La segunda interpretación viene dada por el lugar estratégico que ocupa: un alto desde el que se domina el pueblo y la llanura que lleva al santuario del Cubillo, junto a ella nace el camino que lleva a la sierra y, además, un poco más allá se encuentra uno de los montes (El Valle) del común del pueblo; pudo ser colocada aquí como vigía sagrado de la aldea y sus tierras.

*
     
          Siguiendo por el camino anterior, en dirección a la ermita de la Virgen del Cubillo, encontraremos otra, en la explanada que se extiende ante la fachada principal de la ermita, tiene una inscripción de la que sólo se puede leer:
ESTA +
por la factura está relacionada con la de los Caídos y con la central del crucero del Vía Crucis; de tamaño es la más grande de todas.




           Podría tratarse de una “cruz de término”, que se alzaban señalando el amojonamiento de un término municipal, o su entrada en el mismo; es de señalar el conflicto que se produjo sobre la propiedad de los terrenos donde se encuentra la ermita del Cubillo, entre los municipios de Villacastín y de Aldeavieja, por lo que esta cruz pudiera ser un testimonio de la propiedad de los mismos. O tal vez se erigió una vez solventado el pleito sobre la jurisdicción de la que dependía el santuario, si del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial o del Ayuntamiento de Aldeavieja; todo dependería de la fecha en que hubiese sido levantada.

*


          En el antiguo camino de Aldeavieja a la ermita de San Miguel, justo donde se encontraba la divisoria de los términos municipales de Aldeavieja y Blascoeles, en el lugar que aún se sigue llamando “Cruz del Majano”, parece ser que se encontraba otra cruz erigida para delimitar ambos terrenos; al acabar la guerra civil se trasladó al pueblo de Blascoeles, donde se colocó frente a la puerta de entrada de la iglesia, convirtiéndose en el “monumento” a los caídos de la contienda; la ampliación de los caminos, consecuencia de la concentración parcelaria, ha hecho desaparecer cualquier vestigio que existiese de dicha cruz en el lugar donde inicialmente estaba instalada.

27 de febrero de 2016

Aldeavieja: Las Cruces de Aldeavieja. 2.

CRUCES CONMEMORATIVAS.

          Aunque ya hemos hecho mención de ella, cruz conmemorativa sería la que se encuentra en un rincón, detrás del edificio de las escuelas, y que ejerció de monumento a los caídos de la guerra de 1936-1939.




                                                                                              Cruz junto a las escuelas.

          En la peana, en la cara sur, hay grabada, muy burdamente, una fecha, podría ser 1637. Cómo se apuntó anteriormente, esta cruz estaba en la calle Rodeo y se llevó a un lugar más céntrico para honrar la memoria de los caídos nacionalistas; en una de las paredes de la escuela que la protegen había una inscripción, pintada, con el nombre de José Antonio Primo de Rivera (fundador de la Falange Española) y la palabra ¡Presente!, imprescindible en la parafernalia falangista; era costumbre cantar el Cara al Sol (himno de la Falange) antes de entrar a clase y de ahí la ubicación de la cruz.
           A la derecha de la entrada de la iglesia hay otra peana sin cruz, con texto en dos de sus lados, originariamente se encontraba en la explanada existente a la entrada del cementerio, en una cara se lee:
ES
TA +   JVAN BAS
TONES VY
MYGUEL DYFUN
          Y en la otra:
TO RVEGE
A DYOS POR EL
AÑO DE 1666
    



*

          Frente a la ermita del Cristo de la Agonía, subiendo por la carretera del Campo y a la derecha de la segunda curva, hay otra cruz en la que se lee:

LA + PUSO I
SABEL GORDO
VIUDA DE AN
DRES D NA
BAS FUNDA
DA AÑO 17

        


                                                                          Cruz junto a la ermita del Cristo de la Agonía.

          Sobre la puerta de la ermita, hoy en ruinas, se leía:
          Esta ermita del Cristo de la Agonía hicieron a su costa Andres de Nabas del Nogal e Isabel Gordo su muger año de 1730.
          Esta inscripción, sobre una gran piedra de granito, descansa entre los zarzales que crecen a un lado de la ruina.
          Andrés de Nabas fue alcalde de Aldeavieja en 1730, año en que acaba el pleito sobre la jurisdicción eclesiástica sobre el santuario de El Cubillo. Igualmente fue, junto con su mujer, el donante del púlpito y del tornavoz del santuario, en 1725, siendo Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora, costándoles la obra 3.500 reales de vellón.
          “Esta ermita es la menos antigua de Aldeavieja. Fue edificada en 1730. Perdura en buen estado de conservación y limpieza hasta 1815. Sólo sabemos que hasta hace pocos años se llevaban a ella algunos de los pasos de la Semana Santa, sin celebrarse culto alguno. Era costumbre en el pueblo rezar por los enfermos agonizantes”(Aldeavieja y el Cubillo. Fabián Crisóstomo.1987).

       

                                                         
                                                                      Ruinas de la ermita del Cristo de la Agonía
        
           Efectivamente, en ella he podido ver, personalmente, algunas de las imágenes que
se llevan en procesión en Semana Santa, particularmente el Cristo con la cruz a cuestas; mientras que en la otra pequeña ermita junto a la carretera nacional, llamada de la Luz, que ahora cobija la imagen de San Cristóbal, se guardaba el Cristo yacente dentro de su urna de cristal.
          También conmemorativa es la que hemos aludido anteriormente como usada para sustituir a la que hubiese, en su momento, como parte del Vía Crucis como 5ª estación, en la valla que separa las eras de la carretera nacional y que, como señalamos, tiene la siguiente inscripción:

ESTA + MAN
DO AZER NA
BA SANCHEZ
DEL NOGAL


*

          En línea con la entrada de la iglesia parroquial hay una cruz donada en 1571 por Juan Bastones Escribano, y Catalina Sánchez, su mujer, según inscripción que se lee en la peana; la cruz actual no es la original, que se rompió en accidente de circulación en 2004; ni aquella era tampoco la primitiva que, según textos, tenía una imagen de Cristo y otra de la Virgen; parece ser que los restos de la primitiva cruz han estado guardados en la parte baja del campanario de la iglesia, desapareciendo de dicho lugar en fecha no determinada.
          El texto, en la cara sur de la peana, dice así:

JUAN BASTONES
ESCRIBANO Y CA
TALINA SÁNCHEZ
SU MUJER AÑO 1571


    
          En la cara norte hay un escudo con tres clavos, símbolos de la crucifixión.

          Los donantes eran vecinos de Aldeavieja; la cruz, con su peana, adornaba una alameda plantada alrededor del cementerio (que, como era costumbre en esa época, se encontraba alrededor de la iglesia).

25 de febrero de 2016

Aldeavieja: Las cruces de Aldeavieja 1

           Como complemento a la historia de nuestro pueblo, voy a iniciar, ahora, la publicación de un trabajo sobre las cruces existentes en nuestro municipio que refleja una parte del acervo cultural del mismo y que debería ser protegido ya que forma parte de nuestra historia.

Apéndice . Las cruces de Aldeavieja

Introducción.

          Uno de los elementos de religiosidad de un pueblo se manifiesta en los símbolos externos que construye y que conserva; unos de ellos son las cruces. En Aldeavieja las tenemos de todos los tipos: como elementos de un Vía Crucis,  como testigos escritos de donaciones, como conmemorativas de un determinado suceso, señalando límites y términos o, simplemente, como representaciones de su religiosidad; vamos a tratar seguidamente de ellas.

EL VÍA CRUCIS.

           “¿Qué es, en esencia, un Calvario? Oficialmente, la reconstrucción ritual y penitencial de la Vía Dolorosa de los Evangelios, un camino que, seguido paso a paso por el feligrés de pro, habrá de ponerle en contacto directo con el recuerdo del otro camino que siguió Jesucristo desde su prendimiento en el Huerto de los Olivos hasta su Crucifixión en el Gólgota; una sucesión de estaciones que habrán de introducir al creyente en la vivencia visceral del sufrimiento del Salvador sacrificado por el género humano. El Calvario, o Vía Crucis, fue inventado por la Iglesia para que su grey no olvidase que sigue eternamente en deuda con Aquel que vino a librarla del Pecado Original, ofreciendo su vida para que se cumpliera en Él la redención de toda la culpa cósmica que los seres humanos arrastraban desde que escaparon de la supuesta inocencia/ignorancia en la que Dios Todopoderoso les creó.
          Desde esta perspectiva de estricta ortodoxia, el Calvario es un instrumento que el feligrés ha de utilizar sacrificalmente, un camino que ha de emprenderse mientras se proclaman las propias culpas y la buena disposición a seguir por las sendas espirituales de mansedumbre a ultranza que han sido marcadas por la autoridad desde su elevada cátedra de intérprete exclusivo de los designios de un Dios que no logra escapar a la imagen antropomorfa que se le ha adjudicado. Seguir el Calvario es proclamar el arrepentimiento de todos los pecados cometidos, de todos los pensamientos que no hayan concordado con lo establecido. Seguir el Calvario es, en fin, emprender penitencia, mientras se agradece a un dios sanguinolento el haber sufrido hasta la muerte por la Humanidad.
          El sentido ortodoxo del rito ha comenzado a alterarse, casi sin solución de continuidad. Lo que comenzó siendo teóricamente un camino penitencial y doloroso, destinado al arrepentimiento por el cúmulo de pecados que la Iglesia cargó sobre su mansa feligresía, se ha convertido en una peregrinación a esa cumbre en la que no reposa ningún recuerdo de un salvador muerto, sino que aguarda la contemplación inmediata de un contorno que significa el resumen de la Creación: el pueblo, las gentes, los ganados, los campos; incluso tal vez el mar asomando más allá de las cumbres.
          En lo alto de muchos de estos calvarios han sido hallados restos arqueológicos que han venido a demostrar que la subida al monte fue ya un peregrinaje sagrado mucho antes de que el cristianismo se alzase con la exclusividad oficial de los cultos.” (Guía de los recintos sagrados españoles. Juan G. Atienza.1986)
          “Las estaciones del Vía Crucis están erigidas en las iglesias. Se encuentran generalmente colocadas en las paredes, a intervalos regulares, empezando por el lado de la Epístola. Algunas veces también, se encuentran Vía Crucis en oratorios, en cementerios y en caminos que conducen a algún lugar de devoción.
          Esta devoción surgió a mediados del siglo XV entre los Frailes Menores que la practicaban como una especie de peregrinación espiritual a los lugares santos de Jerusalén, que estaban bajo su custodia. En 1694 Inocencio XII decretó que las indulgencias que se ganaban visitando los lugares santos podían ganarlas los Frailes Menores y sus afiliados que rezaban el Vía Crucis. Las indulgencias concedidas a esta devoción pueden ganarlas todos los fieles, pero de ordinario las estaciones deben estar bendecidas y erigidas por un franciscano.” (Diccionario católico. Sagrada Biblia.1956)  
          Un Vía Crucis es la representación del camino de la pasión de Cristo desde el juicio de Poncio Pilatos hasta su entierro, efectuada en catorce imágenes, llamadas estaciones. Es muy normal que esté presente en el interior de  las iglesias, formando un conjunto de cuadros, esculturas, cruces, o mezclas de todos estos elementos; por otro lado es también muy corriente encontrarlo en distintas poblaciones, por toda la geografía española, formando un camino o itinerario jalonado por cruces, denominadas “de calvario”, una por cada “estación”.

EL VÍA CRUCIS.

          En Aldeavieja, existe un Vía Crucis casi completo; como es corriente en muchos de ellos, va recorriendo calles, prados, para acabar en un montecillo, un cerrete a las afueras de la población, sobre el que se asienta la ermita de San Cristóbal; esta ermita, antigua parroquia del pueblo, data del siglo once o quizás de antes; lo que sí es curioso, es observar que, siguiendo las anteriores observaciones de Juan G. Atienza en la introducción, en las paredes de la edificación, se han encontrado vestigios de un muy anterior uso de esta elevación; en una de las paredes exteriores, en la fachada sur, a la derecha de la puerta de entrada, hay una estela funeraria romana (se pueden ver claramente las iniciales STTL, Sic Tibi Terra Levis, “que la tierra te sea leve”, típica de las estelas romanas) y, ya dentro de la iglesia, en el interior del ábside a mano izquierda, se encontraba otra lápida sepulcral, hoy tapada al reconstruirse la ermita.
          También es de señalar aquí, que el cerro a cuyos pies se construyó el pueblo de Aldeavieja lleva el nombre de El Calvario; ¿a qué se debe este nombre? ¿quizás terminaba allí otro Vía Crucis anterior al que hoy conocemos?; ¿o su nombre se debería, como se apunta más adelante, a que desde él comenzaba el recorrido sagrado que terminaba en las alturas de San Cristóbal?.
          Según las fechas que aparecen en sus cruces debió de ser reconstruido en varias épocas, bien por destrucción de alguna cruz en algún accidente ocasional o bien para uniformar el recorrido gracias a la acción de algún patrono con dinero suficiente; dos son las fechas que, por ahora, nos aparecen, 1622 y 1624; ahora bien, la diferente factura de las cruces hace suponer que se ha actuado sobre él en muy diversas ocasiones, según iremos viendo en la descripción individual de cada cruz. Uno de los problemas con el que nos encontramos, es el no poder, con total seguridad, decir dónde empieza; por lo que lo mejor es trazarlo desde su fin, que sí es conocido.
          Dentro del recinto cercado de la ermita de San Cristóbal, a la izquierda de la puerta de entrada a la vivienda (por tanto, tras la fachada norte de la ermita donde se efectuaban las autopsias antiguamente) se encuentra la peana sin cruz de la estación 14 del Vía Crucis (la última: Jesucristo es colocado en el sepulcro), en una de sus caras se puede leer:

AQUÍ ES EL SE
PULCRO DE
CHRISTO
1622




Peana de la cruz correspondiente a la 14ª estación

          La estación 13: Jesús es bajado de la cruz es, posiblemente, la peana que está a la izquierda de la puerta de entrada de la ermita, esta cruz estaba entera cuando se rodó la película de La Aldea Maldita, de Florián rey, en el año 1930; no se le observa ninguna inscripción.
          La doceava es, lógicamente, las tres cruces colocadas a la derecha de la entrada a la ermita, en lo más alto de la loma y visibles desde todas partes: Jesucristo muere en la cruz. Ahora bien, las tres cruces son diferentes, muy diferentes; la de la izquierda es de la misma factura que las que se encuentran dentro del recinto de la ermita, cuadrada y de crucero corto y de peana cúbica; la central es prismática, sin adorno ninguno y con peana  alzada sobre una grada doble y la de la derecha es la más antigua y quizá la única original del terceto, redonda, de una sola pieza, con el cartel del INRI en lo alto y de peana redondeada en las esquinas; la explicación es que el crucero original desapareció por robo, accidente natural o venta y fue reemplazado por el actual en una o dos etapas; siendo más fácil que desapareciese primero la cruz central, ya que seguramente tendría esculpido en ella un Cristo como sucede en otros Vía Crucis de la provincia, como en el de Bernuy-Salinero, Mingorría, Vega de Santa María o en el de Velayos; con lo que se infiere que por lo menos la cruz de la izquierda formase parte del recorrido, siendo una de las que faltan. Ninguna de ellas tiene inscripción.


  
                                                                                   La 12 estación: Cristo muere en la cruz.
        
           La 11: Jesús es clavado en la cruz, se encuentra también dentro del recinto, a los pies de la cuesta última y, en la cara norte de su peana, se mal lee:

ESTE(...)
CHRISTO CLAVA(...)
SU(...)

          Estación 10: Jesús es despojado de sus vestiduras, dentro del recinto; sin inscripción.

          9ª: Jesús cae por tercera vez, en la cara sur de la peana parece adivinarse una fecha: 1702?

          La estación octava: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén, es la última (o la primera) que se encuentra en el recinto vallado, y se lee:

AQUI...
AL...
HIJ...
          Estas cuatro últimas cruces son de igual factura, cuadradas, y fueron convenientemente restauradas tras la rehabilitación de la ermita.

          La 7ª estación: Jesús cae por segunda vez, es la que se encuentra junto a la caseta del polideportivo, desarmada y con visible riesgo de desaparecer, y que anteriormente se encontraba en medio de las eras del Prao Roble, sólo la peana y el mástil de la cruz, cuadrado, y en la que se puede leer:

AQUÍ ES LA PUERTA
ULTIMA POR DON
DE CALLO XPO CON LA
CRUZ A CUESTAS 1624


  
La cruz de la 7ª estación en su anterior emplazamiento.

          La sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús, es la última que se puede situar con absoluta certeza; se encuentra a la derecha del comienzo del camino del Cubillo, y conserva la columna, cuadrada, sobre la peana, parece leerse:

AQUÍ SALIO LA
VERO CON
A CHRISTO 1624

          En línea recta con la anterior, a la izquierda de la carretera, formado parte de la valla que separa dos eras, hay otra cruz completa, con peana y crucero y en la que se puede leer en una de sus caras:

ESTA + MAN
DO AZER NA
BA SANCHEZ
DEL NOGAL

          No forma parte, claramente, del Vía Crucis, sino que es una cruz conmemorativa, pero se podría haber utilizado como la quinta estación: El cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Es la más elegante de todas las que se conservan, redonda de factura, con un ligero abombamiento en su centro, y con rodetes en los finales de los tres brazos más cortos.


  
                                             Peana de la cruz que se encuentra en la valla de las eras, junto a la carretera.

          Nos faltarían cuatro cruces aun; una de ellas (Jesús encuentra a su Santísima Madre, 4ª estación) podría ser la que se encuentra tras las escuelas y que funcionó como monumento a los caídos del bando nacionalista de la guerra civil, tiene raspado el texto pero la peana es más antigua que la cruz, y de distinta factura. Esta cruz, según testimonios orales, se encontraba originalmente en la calle Rodeo, cerca de la esquina con la calle Ancha.

          Hay una peana, de factura grosera, sin texto visible, ante la iglesia parroquial a la izquierda, sosteniendo las piedras del acueducto de Segovia que se donaron al Ayuntamiento por haber formado parte Aldeavieja de la antigua Comunidad Segoviana, Sexmo de Posaderas (3ª estación: Jesús cae bajo el peso de la cruz).

          Si estas dos formaron parte del Vía Crucis, aun nos faltan dos más para completar los 14 pasos.

          Estación 2ª: Jesús carga con la cruz: se encuentra en el comienzo de la carretera del campo, bajando de la ermita del Cristo de la Agonía, certificando, en cierto modo, que el Vía Crucis comenzaba allí; la cruz se encontraba formando parte de una valla, justamente en la esquina del primer cercado a mano derecha subiendo hacia la ermita, sólo se conserva la peana en la que está incrustada, aún, el comienzo de la cruz, que era de factura cuadrada; se ha colocado, muy acertadamente, junto a la restaurada ermita del Cristo de la Luz; el haber estado semienterrada, ha logrado que se conserve la parte inferior de la inscripción, que dice así:

EN LA CRUZ
A CHRISTO
1624



Peana de la cruz junto a la ermita de San Cristóbal.

          La otra (Jesús es condenado a muerte, 1ª estación) sería la que está junto a la ermita antes citada, sustituida por la que ahora existe.


         Una de las conclusiones que se sacan del estudio del Vía Crucis, es que se han utilizado cruces de diferentes procedencias para completar un recorrido que ha debido de sufrir múltiples mutilaciones a lo largo de los años. De igual manera, al haber estado las cruces en distintas localizaciones, el itinerario del recorrido debe de haber variado según las épocas.

21 de febrero de 2016

Aldeavieja: siglo XX. Epílogo

          Vuelve la paz y con ella un retorno a la normalidad; una normalidad con ausencias, con lutos, con alegrías; con gentes que se han tenido que marchar y otros que han vuelto al calor del terruño porque no hay trabajo ni tranquilidad en la ciudad.
          Esa vuelta a la cotidianidad se refleja también en las fiestas; la Virgen del Cubillo es la patrona y se vuelven a celebrar sus fiestas después de estos años de sangre; el periódico ABC en su número de 3 de septiembre de 1942, da cuenta de ello:
          Se resucita una fiesta tradicional abulense.
          Ávila 2, 10 noche. Existe gran animación en la región abulense ante el anuncio de renovación, en la villa de Aldeavieja, de una antigua fiesta tradicional en honor de la Virgen del Cubillo, aparecida en tiempos pasados a un pastor de aquella villa, sobre un pequeño tonel. Este año volverá a salir en procesión la imagen y resucitará la antigua costumbre de subasta de cintas y besamanos que tanto entusiasmaron siempre a los devotos de esta advocación mariana de las regiones abulense y segoviana.

          El Instituto Nacional de Estadística, con referencia al 31 de diciembre de 1950, nos da los siguientes datos, relativos a la población de Aldeavieja:
Provincia de Ávila.
Municipio: Aldeavieja
Superficie kms. cuadrados : 51,19
Entidad singular: Aldeavieja (capital)
Categoría: Lugar
Distancia (a la capital municipal): 22,0
Altitud m. : 1.205
Población de derecho: 530
Población de hecho: 504
En compacto
Edificaciones destinadas a viviendas: 140
Edificaciones destinadas a otros usos: 66
Otras construcciones (chozas, etc.): -
Núm. de viviendas (entre edificios y otras construcciones: 140
Habitantes de HECHO: 476
En diseminado
Edificaciones destinadas a viviendas: 11
Edificaciones destinadas a otros usos: 5
Otras construcciones (chozas, etc.) –
Núm. de viviendas (entre edificios y otras construcciones: 11
Habitantes de HECHO: 28

          Vuelve la normalidad, como decíamos, y esto conlleva, en un pueblo eminentemente agrícola, la lucha contra los elementos de la Naturaleza; es el mismo ABC el que, con fecha 23 de julio de 1954, nos conduce a la cruda realidad:
           LAS TORMENTAS HAN CAUSADO DAÑOS EN VARIOS PUEBLOS DE JAEN Y AVILA. Las tormentas de estos días han causado daños en la serranía abulense, desde la sierra de Villacastín hasta la de Gredos.
En el término de Aldeavieja los estragos son de consideración. Las aguas arrasaron las eras y cortaron la carretera por tres sitios. El grano recogido fue desparramado por la fuerte corriente.

          Y aquí termina la historia, todo lo demás es nuestra realidad; demográficamente el pueblo se vació en los años sesenta con una emigración imparable hacia las grandes ciudades, Madrid sobre todo; el trabajo del campo no rendía para sostener a toda la población y la vida en el campo era muy dura; esta emigración favoreció a los que se quedaron; al cambiar generacionalmente los encargados del trabajo se modernizaron los métodos, el trabajo se convirtió en trabajo solamente y no en lo único que se podía hacer en la vida; los tractores, las cosechadoras, el ordeñe automático, el estabulamiento del ganado acabaron con las típicas y bellas, pero duras, estampas de las eras, la trilla, la siega, el miedo a las tormentas con las parvas extendidas; el pastoreo…
          Las calles empedradas y llenas de aguas sucias, con los excrementos del ganado que pasaba diariamente, llenas de moscas y gallinas; sin alcantarillado, ni agua corriente y unas bombillas con aquella mortecina luz amarillenta que apenas iluminaba; casas de piso de barro apisonado o de cemento, con habitaciones como sepulcros, pequeñas y sin ventilación y una lumbre baja como única calefacción en la cocina; los ratones como huéspedes cotidianos.
          Aquel ir y venir a los caños con los cántaros y los botijos para el agua para la casa; las tinajas, quien las tenía, para almacenar esa agua; los pozos de agua casi insalubre; los trajes de pana, las boinas y los pañuelos negros en la cabeza; aquellos lutos eternos.
          Tantas y tantas cosas; algunas buenas, otras malas; unas se añoran, de otras mejor olvidarse; es, como todo, la vida; la época que nos toca vivir…
          Aldeavieja se une a Blascoeles como un único Ayuntamiento; esto no es nuevo, casi siempre han tenido un término común; la aparición de la cantera, aquel socavón que se trabajaba por un solo hombre con un pico y una pala y que hundió en el olvido toda la zona del Arca Madre y del arroyo, enriqueciendo al pueblo, dando trabajo y, como no, sus molestias de contaminación, porque nada es gratis.

          El parque eólico, la conducción del gasoducto, el asfaltado de las calles, el agua corriente, la electricidad, las nuevas casas modernas con todos los adelantos que la sociedad nos permite; coches en cada puerta, polideportivo, nuevos centros de esparcimiento, la autopista, la concentración parcelaria… en menos de cincuenta años Aldeavieja ha cambiado más que en los pasados dos mil; eso dice mucho de sus actuales pobladores.

17 de febrero de 2016

Aldeavieja: siglo XX. La Guerra Civil. 5.

Para finalizar estos capítulos sobre la Guerra Civil, incluyo algunos artículos que he encontrado en la prensa de la época referentes a Aldeavieja.

Documentación. (hemeroteca),

1936/ 30 agosto (La Libertad) Los éxitos de Mangada.
          Al ex coronel García Escamez  se le amputa una pierna.
          Unos vecinos de Aldeavieja se han presentado al general Mangada, comunicándole que el coronel faccioso herido en el último combate ha sido llevado a Valladolid, donde ha habido necesidad de amputarle una pierna.
          Parece ser que se trata del coronel García Escamez, antiguo jefe de una bandera del Tercio y que en la actualidad mandaba la media brigada de Cazadores de Navarra. Ha sido uno de los más eficaces colaboradores de Mola, y figura también como promotor del actual movimiento fascista.
          En el referido combate nuestros aviones pasaron ante el enemigo por fascistas, lo que facilitó su actuación, ocasionando a los facciosos enormes bajas y destrozos, hasta el extremo de que de unos trescientos Regulares y fuerzas de Caballería quedaron unos veinticinco o treinta.

1936/ 31 agosto (El Adelantado de Segovia) EL AVANCE DE LAS TROPAS EN GUADARRAMA.
          Las fuerzas que se encontraban concentradas en El Espinar han verificado en la mañana de ayer un avance de 15 kilómetros, apoderándose de la importantísima posición de Peguerinos, que aisla Navalperal de El Escorial.
          Al mismo tiempo una pequeña columna procedente de San Rafael ocupó la posición de Cueva Valverde, mientras que otra salida de Aldeavieja se apoderaba del Puerto del Descargadero.
          Fueron bombardeados con toda intensidad el pueblo de Navalperal y las estaciones de El Escorial y Villalba. El éxito fue rotundo, consiguiendo todos los objetivos, incluso la huida de las fuerzas rojas que, en camiones, acudían en socorro de las posiciones conquistadas.

1936. 5 septiembre (La Victoria) diario falangista de Béjar. DE SALAMANCA AL FRENTE.
En Villacastín no hay nada; muchos soldados y falangistas; las tiendas saqueadas, con vales del traidor Mangada. Pernoctamos allí el martes y el miércoles salimos a Aldeavieja, donde están muchas casas y cosechas deshechas por los bombardeos, pues todos los días van los aeroplanos.

1936. 20 septiembre. Nueva España, diario falangista de Benavente. IMPRESIONES DEL FRENTE. RELATO DE UN FALANGISTA BENAVENTINO EN ALDEAVIEJA.
El tiempo espléndido, ha contribuido a alterar la monotonía del campo, llena de encantos, y nos ha permitido disfrutar de este paisaje manso y brusco a la vez, como lo son sus valles y montañas…
Allí (en la Cruz de Hierro) tenemos emplazadas tres baterías del 10,50 y una compañía de infantes, que están dando un ejemplo magnífico de valentía y abnegación, pues el frío es intensísimo por las noches… Castilla áspera, dominada por todos los vientos…

1936/ 7 octubre (El Adelantado de Segovia) VISITA A TOLEDO.
          Amanece el día 3 de octubre cuando en nuestra plaza Mayor montamos en los automóviles unos cuantos amigos que habíamos acordado ir a visitar Toledo, la Ciudad Imperial, orgullo de España por su historia, por su arte, y ahora por que ha escrito la gesta heroica que nos dice cómo Numancia está hoy sobre la ribera del Tajo.
          Los automóviles corren por las carreteras de nuestra provincia… Madrona, Fuentemilanos, Villacastín, nos hablan de la paz y nos ponen de manifiesto cual es la alegría que aquella produce, llevándole al hombre al trabajo para crear la riqueza y bendecir a Dios del que por haberse apartado los pueblos han sufrido tanto daño.
          En Villacastín los soldados y las milicias circulan por las calles y esperan, sin duda, la orden de marchar a conquistar nuevos triunfos y a pacificar nuevos pueblos, desterrando de ellos las malditas ideas que han causado la ruina y la desolación en tantos hogares en los que se dejó entrar el espíritu del mal…
          Hemos penetrado en la provincia de Ávila, y hemos podido ver los efectos de la lucha, porque por el término municipal de Aldeavieja se filtró la columna del criminal Mangada, jefe del ejército de un Gobierno sin conciencia y al servicio de un presidente de la República que se ha hecho pasar por intelectual. Estos intelectuales van siempre contra la cultura, y por ello en Aldeavieja aparecen hundidas las escuelas que, por disposición de un benemérito hijo del pueblo y con parte de la fortuna por él lograda, se construyeron. Bien es cierto que por disposición testamentaria del donante, en aquellas escuelas se había de explicar siempre la Religión cristiana, y el Gobierno de la República no respetó aquella voluntad. La verdad les ofende a los hijos del error y del crimen.


                                                       Huellas de los disparos en la bola del chapitel de la iglesia.

1936/ 2 noviembre (El Norte de Castilla)

         Cerca de Aldeavieja se observan en la carretera, huellas de las bombas de aviación... los elevados hilos de la cabellera telefónica, se ven caídos, enmarañados, desgreñados por los peines de la ametralladora. El suelo de trozo en trozo, está cubierto de cristales de los coches a los que alcanzó alguna bomba y aún vemos en un trigo de espigas sin segar, la bandera española, formada por una franja de sangre aún reciente que parte en dos el oro de las espigas del campo castellano. Allí ha caído alguno... Por fin a pocos kilómetros pisamos Aldeavieja. La iglesia tiene en su torre viruela de la metralla enemiga... pecados de brica y acero... la escuela, hospital de sangre, fue bombardeada... costó siete víctimas...

14 de febrero de 2016

Aldeavieja: siglo XX. La Guerra Civil. 4.

          Miércoles, 3 de agosto, a media tarde llegan tropas desde Ávila, infantes del Primer Batallón de San Quintín, Guardia Civil, Voluntarios falangistas, vienen al mando del coronel Eladio Velarde y del capitán Jesús Peñas Gallego, que tiene el mando efectivo, tiene amigos allí, casi familia, a los que visita y les promete que llegará hasta Peguerinos; tiene orden de conquistar Navalperal cueste lo que cueste; cualquier objetivo se le antoja posible al optimista de Jesús Peñas; grueso, afable, profesional, viene de una larga dinastía de militares, todos de Caballería, su padre perteneció al Regimiento de Alcántara, el mismo que, gloriosamente, cubrió la retirada de los pocos que pudieron huir, hace poco más de quince años, de las matanzas de Monte Arruit, el Barranco del Lobo... allí quedó, jinete en su alazán, al mando de uno de los batallones, sable en mano... Ahora pasa y repasa la columna con palabras de ánimo para aquel que va taciturno, dando o pidiendo un cigarrillo al otro, preguntando al de más allá por su mujer; conoce a sus hombres y a los que no conoce los trata como si los conociera.
          Son pocos, cuando, a la mañana siguiente, la fuerza expedicionaria llega al Campo Azálvaro su suerte está echada: la columna Mangada tiene efectivos suficientes para detenerlos y así lo hacen ayudados, además, por la aviación; “copados por nuestras fuerzas y atacados por nuestra aviación que arrojaba sus bombas con precisión matemática, los enemigos se dispersaron, abandonando en el campo 36 camiones repletos de víveres y municiones, numeroso armamento y cerca de un centenar de muertos…”, referirá dos día más tarde el diario “Milicia Popular”. ; Jesús Peñas, herido por una bala fortuita, regresa hacia Aldeavieja desangrándose y muere antes de encontrar refugio en ella, sus hombres le llevan sobre uno de los pocos mulos que han podido retener.


                                                                      El alto de la Cruz de Hierro en una fotografía antigua.

          Martes, 18 de agosto, camiones cargados de soldados, de munición, de víveres, están llegando durante todo el día procedentes de Ávila; son muchos, cuatro compañías de infantería del 2º batallón de San Quintín, dos escuadrones de caballería, una batería, grupos de voluntarios falangistas y requetés…están bajo el mando del coronel Arturo Cebrián; han llegado temprano para coordinar la llegada de las tropas y del avituallamiento necesario; están eufóricos, seguros de su triunfo; han aprendido del desastre de Doval y no les pasará lo que a aquel; además, ellos son soldados profesionales… saldrán antes de amanecer y cuando el sol salga les verá en las cimas que rodean Navalperal.
          Así sucede, a las cuatro de la madrugada la tropa es levantada y se pone en marcha por la, tan recorrida ya, carretera del campo; los camiones van delante, pocos, con la munición y arrastrando los cañones; detrás la caballería, los infantes que han podido se han encaramado a los camiones de vanguardia, el resto va detrás de los jinetes; pero el enemigo también ha aprendido de pasadas incursiones; una avanzada está en lo alto de la Cruz de Hierro, no se puede permitir que el enemigo llegue a sus líneas sin haber sido avistado con suficiente antelación; el puerto es tierra de nadie y una patrulla, escondida en un puesto de caza abandonado, vigila el pueblo y cuanto allí acontece; la llegada de tropas el día anterior ha sido comunicado ya al cuartel general del teniente coronel Mangada y este ha solicitado que la aviación esté disponible al día siguiente.
          Ahora ven como la columna enemiga enfila la carretera hacia ellos, van contando los camiones, estimando la fuerza enemiga, y cuando comprueban que no hay más marchan hacia Navalperal con la noticia, una motocicleta camuflada tras unas rocas les sirve para adelantarse a uno de ellos.
          Es de noche aún cuando la caballería corona el puerto, allá, pasado el Campo Azálvaro se dibuja, como una masa oscura, el puerto de Las Lanchas, su próximo objetivo; después Las Navas del Marqués, Peguerinos, Guadarrama, San Lorenzo... Madrid. Ya han bajado el puerto, ya cruzan el río Voltoya, la oscuridad les cubre aún cuando todo se ilumina de improviso, bengalas descienden sobre ellos a la vez que la artillería apostada en las montañas de enfrente comienza a vomitar hierro y fuego sobre ellos; la distancia está milimétricamente calculada por los artilleros republicanos y no hay espacio para el error; los hombres se aplastan contra el suelo, buscan refugio en las peñas que siembran las laderas, los heridos gritan, los camiones arden y decenas de caballos, algunos con las tripas fuera, se alejan con los ojos desorbitados por el miedo, alguno arrastrando a su jinete, los más solos, enloquecidos por el ruido y la sangre.
          Cuando el fuego artillero cesa los supervivientes se enderezan con precaución y echan a correr por el camino que han traído, alguno prefiere seguir la carretera que va desde El Espinar a Ávila, es llana y les costará menos encontrar refugio, pero ya amanece y otro ruido, otro rugido más bien, les llena el corazón de espanto, la aviación llega, los Breguet XIX de Getafe han despegado siguiendo el requerimiento de Mangada y abren fuego sobre los soldados que huyen, persiguiéndoles por la llanura hasta que van tomando el refugio de las laderas de la sierra, entonces pasan por encima y se dedican a ametrallar el pueblo de Aldeavieja, las pocas tropas que en ese momento permanecen allí; los soldados se suben a los bancos de piedra de la plaza y disparan con sus Mauseres hacia esos aviones que siembran el terror entre la población; niños, hombres y mujeres se esconden en la bodega de la casa, quien la tiene, o bajo la pila de fregar o simplemente bajo la mesa camilla; en la torre de la iglesia quedan, para siempre, los impactos de las balas.
          Mientras, bajan desde Navalperal cinco camiones blindados para terminar con los que quedan por el Campo Azalvaro, decenas de cuerpos quedan tendidos entre las dos sierras, decenas de prisioneros son conducidos hacia Madrid.
          En Ávila se ha conocido rápidamente la noticia, en ella está el coronel Serrador, convaleciente de las heridas sufridas en la toma del Alto del León; se hace cargo en seguida de la situación y se hace llevar a Aldeavieja, donde retiene a los soldados que huyen, les hace volver sobre sus pasos para ocupar el puerto de la Cruz de Hierro y organiza allí una línea de defensa y contención; van llegando rápidamente refuerzos de Ávila y de Valladolid, artillería de Medina del Campo e infantería desde Villacastín, hay que taponar aquella brecha antes de que los republicanos se den cuenta del desastre, y lo consiguen.
          Durante cuatro o cinco días más la aviación gubernamental vuela sobre Aldeavieja; se ha llegado a la conclusión de que allí se agrupan las fuerzas que después intentan dar el salto hacia Navalperal y cruzar la sierra; desde allí se les abastece y allí tienen su centro logístico; los aviones pasan y repasan, ametrallando, soltando sus pequeñas bombas; el daño no es mucho, pero el impacto en las gentes es grande; se decide que las mujeres y los niños evacuen el pueblo, y así se hace; durante lo que queda del mes de agosto las familias marchan a pueblos cercanos donde tienen parientes que los acojan; a principios de septiembre la mayoría vuelve, va a ser la fiesta de la Patrona y los frentes se han estabilizado; no se han vuelto a repetir las incursiones de las columnas republicanas y las fortificaciones de la Cruz de Hierro parecen detener cualquier tentativa enemiga; pronto Navalperal y sus alrededores caerán en manos de los sublevados y Aldeavieja se convertirá en lugar de paso de las tropas, lugar de descanso, campo de adiestramiento.

          La guerra terminará sin más sobresaltos, pero la paz, la posguerra, traerá todavía, más amargura, deportaciones, alejamientos; todos aquellos a los que se pudo demostrar que habían sentido, de una manera u otra, simpatía por la República, fueron deportados a las provincias del norte de España durante meses, incluso años, para lavar su culpa realizando trabajos de reconstrucción.


          Aldeavieja no guarda muchos recuerdos físicos de la guerra, aparte de los agujeros de bala en el chapitel de pizarra y plomo de la iglesia y los restos de las trincheras en lo alto de la Cruz de Hierro. Heridas morales las hubo, curiosamente los perseguidos, los fusilados, los denunciados, pertenecieron todos a la “izquierda”; pero esas heridas curaron… después de muchos años.

11 de febrero de 2016

Aldeavieja: siglo XX. la Guerra Civil. 3.

          Hay demasiada gente deseosa de escucharle y, lo que es peor, de creerle; los valientes muchachos falangistas que pasean sus uniformes recién planchados, sus correajes de cuero brillantes y sus pistolas al cinto le escuchan asintiendo; han sido demasiado pacientes, hasta ahora no se habían acercado a esa parte de la provincia por “no molestar las operaciones militares”, pero hay que dejar a un lado precauciones e ir a limpiar de rojos y antiespañoles esos pueblos de la sierra.
          La suerte está echada; los camaradas de Valladolid, junto con sus compañeros de Ávila, limpian sus pistolas, recortan sus finos bigotillos, lustran sus botas de montar y después de meterse en el cuerpo unas copas de coñac, se suben a sus coches, esos coches requisados que pertenecieron al alcalde, al gobernador o a esos intelectuales podridos que ya “se han llevado lo suyo” y se dirigen, fiera sonrisa en el rostro, firme el ademán, sin que les tiemble el pulso ante el peligro del enemigo armado de horcates y calzado de abarcas, por la carretera nacional hacia esos pueblos que permiten que vivan entre la gente de bien las alimañas rojas.

          Han llegado a Aldeavieja de madrugada, no quieren que las presas huyan y se encuentren con el nido vacío; han traído listas de los pertenecientes a algún sindicato o algún partido político de izquierdas que han sustraído de las sedes de los mismos en la capital; pero quieren que la gente se moje; van directamente a la casa del alcalde, cuatro ó cinco coches más una camioneta; quince o veinte camaradas, camisa azul, correajes negros, gorrilla cuartelera negra, banderas rojinegras con el yugo y las flechas ondeando a los lados de la cabina del camión; paran ante la puerta y la golpean con el puño cerrado mientras dan grandes voces.
          -¡Abre, camarada!, ¡Han llegado las escuadras del amanecer!.
          Los perros ladran al olor de los extraños y al ruido que los ha despertado; algún vecino tiembla al oir los gritos, pues sabe lo que le puede esperar; está ya levantado, tomando sus sopas en el tazón con café y leche, y, por un momento sus ojos se paran en los de su mujer que le interrogan asustada… él intenta sonreir, como queriendo quitar importancia al asunto, pero no la puede engañar; los dos saben lo que puede pasar y su pensamiento vuela a sus dos hijos, casi recién destetados, que duermen en la alcoba del fondo; hacia allí se dirigen las miradas de los dos… ¡tendría que haber marchado…!, pero… ¿cómo dejar a la mujer y a los chicos solos?. Ya es tarde para lamentarse… la puerta se abre con violencia y unos desconocidos le encañonan con sus fusiles y pistolas, gritando, rompiendo los cántaros que reposan junto a la puerta con las culatas… Benita se echa a llorar mientras intenta agarrarse a él, la mira, la sonríe, va a besarla cuando una mano incivil le golpea en la boca llenándosela de sangre, empujado, golpeado, le hacen subir a la caja del camión, donde ve a tres o cuatro vecinos más, las manos atadas con las mismas cuerdas que utilizan para formar los haces; mira fíjamente su casa, como queriendo grabarla en su memoria… ¡si hubiese podido ver por última vez a sus hijos…!
          -¡Me cago en Dios!, ¡Hijos de puta!, -susurra entre sus dientes partidos, al ver a su mujer agarrada a la puerta para no caer, mientras el camión se aleja del pueblo, en dirección a Ávila.
          El firme bacheado de la carretera los mece en una macabra nana... dejan de ver el pueblo, pasan por delante de la carreterilla que lleva a Blascoeles y de la entrada al caserío de Tabladillo; a la izquierda Silla Jineta, a mitad de la cuesta se paran...
          -¡Abajo!, ¡venga, abajo todos! Que hay trabajo que hacer...
          Los hombres se miran en silencio, la boca reseca, bajan de un salto y se agrupan, juntos, como para darse valor,  debajo de una encina... hay poca luz aún, la sierra cercana no deja ver el sol que, en ese mismo instante, debe de asomar por encima de Siete Picos... tras las encinas unos centenos crecidos comienzan a agostarse... -Habría que haberlos segado ya- piensa más de uno.
          -¡Poneos en fila!, tenemos que veros las caras bien, rojos de mierda...
          Obedecen, ¡qué remedio!, se oye el ruido de los cerrojos de los fusiles; alguno empieza a rezar en silencio, otro siente que la tierra gira, uno más echa un vistazo rápido calculando la distancia a los centenos...
          No hay más tiempo, suena una descarga, los cuerpos caen sobre la tierra rojiza acentuando su color, agujereados por las balas cobardes, una sombra corre, corre... ha podido llegar al campo de cereal y se tira a él de cabeza...
          -¡Allí, allí, en el trigal!, ¡Disparad, disparad, que se escapa!.
          La rabia les ciega mientras vuelven a cargar los Mausers y disparan allí donde creen que se ha metido el campesino; corren y a los pocos metros se dan cuenta de lo inútil de su búsqueda; aquello es una selva intrincada imposible de explorar; de pronto les entra una prisa inexplicable; vuelven corriendo donde los fusilados han caído y disparan de nuevo sobre ellos con saña y miedo... los disparos se habrán oído en el cercano pueblo de Ojos Albos y temen algo... no saben qué... montan rápidos en los vehículos y marchan hacia Ávila con el alma cubierta de una niebla de muerte.
          Ángel oye los motores que se alejan y, con mucha precaución, va saliendo del centeno y se acerca al lugar del crimen... tiene que apoyarse en un árbol para no caer al ver a sus convecinos a sus pies, muertos, cubiertos de sangre, con el miedo y la incomprensión en los ojos muy abiertos...

          Escondiéndose entre los campos no segados, apagando su sed en los manantiales, como un animal, tarda más de dos días en volver al pueblo, lo hace de noche y golpea la puerta de su casa suavemente, con miedo y esperanza a la vez... pasará más de tres años escondido en el sobrao de su propia casa, temiendo cada mañana ser descubierto, casi sin respirar los interminables días en que las tropas franquistas pernoctaban en la aldea; todo el pueblo sabía que estaba allí y todo el pueblo callaba; acabada la guerra comenzó a salir, poco a poco, con precaución... nunca nadie preguntó por él, nadie fue a buscarle, pudo vivir por azar.

9 de febrero de 2016

Aldeavieja: siglo XX. La Guerra Civil II.

          Les están llegando noticias de lo que está pasando en Villacastín, dónde el cura ha huído disfrazado a Ituero y unos soldados que estaban de paso a San Rafael han sido abatidos a tiros. Algunos, los que han ejercido algún cargo en la Casa del Pueblo local o han sido candidatos en las elecciones huyen, tanto de un signo como de otro, los de derechas se van a la capital, a Ávila, que parece un bastión seguro; los de izquierdas cruzan la sierra, emboscados, para llegar a Las Navas o a Peguerinos, aún en posesión de las tropas del Gobierno; los demás se quedan, unos con más miedo que otros, pero piensan que nada tienen que temer; el cura está allí, con ellos, y nadie le ha amenazado; el médico, el alcalde, son de derechas, pero no han sentido temor cuando los milicianos llegaron; nadie preguntó por nadie, ¿miedo de qué, si no son soldados?; a fin de cuentas es la época de la labor y hay que trabajar... la mayoría se queda; la guerra acabará pronto y si no se cosecha hoy no se come mañana.
          Parece que lo de Villacastín ha terminado, los milicianos se han retirado por la carretera de El Espinar de vuelta a sus bases, a Madrid, a reorganizarse para poder volver.
          Pasan unos pocos días, pasa la semana, con sus calores, sus trabajos... las noticias que llegan desde Ávila, de fusilamientos, paseos, cárceles hacen temer a alguno que el quedarse no ha sido tan buena idea; parece ser que bandas de falangistas venidos desde Valladolid pasan por los pueblos preguntando por los izquierdistas y se llevan a todo aquel que es denunciado, con razón y sin ella; nunca llegan a ningún juzgado ni a ninguna cárcel, a los pocos kilómetros del pueblo que sea les hacen bajarse con cualquier excusa y los fusilan en las cunetas para que sirvan de escarmiento... parece ser que andan como locos por vengarse de la muerte de uno de sus dirigentes: Onésimo Redondo, que, liberado de la cárcel de Ávila al sublevarse los militares, se topó, en uno de sus viajes al Puerto del León para animar a los suyos, con una de las partidas desgajadas de la columna Mangada, y en el pueblo de Labajos lo mataron unos anarquistas a los que confundió con gente suya.
          Las cosas pasan alrededor del pueblo, que vive todas estas noticias como algo ajeno, ha sido cerca, pero no ha sido aquí.
          Para el viernes comienzan a aparecer, de nuevo, soldados procedentes de Ávila; Guardia Civil, artillería de montaña... hacen noche en el pueblo; las casas de los más pudientes sirven de acomodo a los oficiales, mientras que los soldados y los números pernoctan en tiendas de campaña o al raso, es verano y el tiempo es benévolo; de todas maneras se está tratando con el párroco y con el alcalde para que se vacíe la ermita de San Cristóbal, que ya no tiene uso litúrgico y sólo sirve para guardar las imágenes de Semana Santa, y se la destine de depósito para la tropa.
          Hacía las diez, cuando la noche acaba de empezar, llega el jefe de aquella tropa variopinta, es el comandante de la Guardia Civil, Doval, amigo personal del general Franco, al que ayudó en la represión de los mineros asturianos hace dos años; su plan es madrugar y sorprender a los milicianos de Mangada en Navalperal de Pinares.
          Ese era su plan, pronto, antes de que amanezca aquel 1 de agosto, los vehículos donde va la tropa salen de la plaza, donde se les ha pasado revista, y enfilan la carretera del campo; pocos son los vecinos que a esa hora les ven marchar, sólo el alcalde, como máxima autoridad, ha salido a despedirles; algún soldado se persigna al pasar junto a la ermita del Cristo de la Luz, situada justo donde empieza la carretera, y algún otro lo hace en la primera curva, junto a la del Cristo de la Agonía:
          -¡Guárdanos de la muerte, Señor! –susurra alguno.
          Hace calor, es un verano inusualmente seco y cálido; la carretera, polvorienta, es un infierno a partir del segundo camión, y los hombres se tapan boca y ojos con los pañuelos para impedir ahogarse; maldicen en voz baja por no poder fumar, el miedo a lo que vendrá les reconcome, y no pueden ni hablar entre ellos...
          Han llegado al Puerto y ante ellos se abre al ancha llanura del Campo Azálvaro, enfrente el Puerto de las Lanchas, detrás... la gloria o la muerte, comienza a clarear por la izquierda y los picos de Guadarrama, y los de Navacerrada, adquieren un tono dorado; bajan por el Puerto, despacio, las curvas cerradas las sacuden de un lado para otro y ese revoltijo en el estómago no es un buen compañero... al ir más despacio pueden bajarse los pañuelos y echarse al coleto un trago de aguardiente, eso calmará las tripas y ayuda a vencer el miedo, se sonríen nerviosos entre sí y alguno mira con aprensión las alturas que les esperan al otro lado de la llanura; les han asegurado que los milicianos son cobardes y huirán en cuanto oigan el ruido de los motores de los camiones; eso esperan; Lisardo Doval es un jefe respetado, o por lo menos temido; poco se sabe de él excepto la saña que usó con los mineros asturianos hace dos años; es bueno que esté de su lado.
          Cruzan sobre el puente tendido sobre el río Voltoya, apenas un riachuelo en estas fechas de agosto; uno tras otro, los veinte o treinta camiones traquetrean por la estrecha carretera; no saben que justo delante de ellos, sobre la cima del Puerto de las Lanchas, les están observando... la carretera sube con grandes y cerradas curvas, ni un árbol, sólo tomillos y jaras; a la izquierda grandes rocas, como atalayas alzadas por gente antigua, amenazan su marcha; los hombres callan, miran nerviosos para todas partes; el enemigo puede estar en cualquier curva, tras cualquier roca y, efectivamente, cuando ya quedan como trescientos metros para coronar el Puerto, a la salida de una curva cae sobre ellos una lluvia de plomo; artillería apostada al otro lado de la cima vomita fuego y muerte sobre ellos, ametralladoras escondidas en las últimas rocas barren la carretera agujereando vehículos y hombres; los últimos vehículos tratan de dar la vuelta: algunos lo consiguen después de muchas maniobras, otros se atascan en las cunetas, otros arden al alcanzarles las bombas; la artillería enemiga adelanta su fuego y va cubriendo de muerte y sangre toda la columna; es inútil intentar un ataque, resistir, esconderse; hay quien tira fusil y mochila y echa a correr cuesta abajo sin pensárselo dos veces; otros empapan la tierra con su sangre; Doval ha podido dar la vuelta, su coche iba de los últimos y su tamaño, más pequeño que el de los camiones, le ha permitido maniobrar, es cierto que han tenido que empujar una camioneta, que estaba demasiado cerca, por el barranco, impidiendo así la rápida huída de sus ocupantes, pero el jefe es el jefe; su conducta criminal al llevar a sus hombres a una muerte segura sin ningún tipo de cobertura ni de precaución planeó sobre él en forma de consejo de guerra, pero su amistad con el que pronto va a ser elegido Caudillo, le permitirán librarse de la ignominia de verse acusado de cobarde y de inútil.
          Los restos derrotados de la columna van llegando poco a poco a Aldeavieja; alguno morirá por el camino, desangrado, aún sin comprender de dónde le ha llegado la bala mortífera o la metralla candente; las escuelas, vacías de niños, se han convertido en hospital de sangre. Durante semanas estarán llenas de cuerpos dolientes.

          Esta derrota se va a convertir en un punto de inflexión para el pueblo; va a haber un antes y un después de esta derrota, insignificante desde el punto de vista militar pero importantísimo para los “valientes” que, como Lisardo Doval, tienen que demostrar su pericia militar y su coraje en la retaguardia. El comandante ha llegado a Ávila y para allí de camino a Salamanca; cuenta a quien quiera oirle que ha habido traición, que hay emboscados en los pueblos de la sierra; que hay que hacer una limpieza de elementos indeseables que cuentan cuanto ven a sus camaradas comunistas; él no ha sido derrotado...¡Ha sido traicionado!.