8 de noviembre de 2024

Aldeavieja: las elecciones de febrero de 1936.

 

Vamos a rebuscar un poco en la historia y detenernos en un momento clave: febrero de 1936, las elecciones generales (últimas celebradas durante la Segunda República) y que fueron una de las causas de la posterior guerra civil (a sólo cinco meses de distancia).

Todos tenemos una idea, casi preconcebida, de que nuestro pueblo fue y es un pueblo de derechas, como casi todos los pueblos de Castilla, en aquella época gobernados por los caciques y con una pobreza galopante que era lo normal en muchos de sus habitantes.

Pero vamos a situarnos en el marco histórico; el presidente de la República disuelve las Cortes ante el clima de tensión que hace ingobernable el país, se espera que una rotunda victoria de una de las dos facciones: derecha o izquierda, lleve al país en una dirección u otra, pero que sirva para acabar con las huelgas, las amenazas involucionistas del Ejército y toda una serie de malas medidas (o quizás no tan malas) pero que no contentan a nadie.

Se convocan elecciones generales para el día 16 de febrero de 1936 y los partidos políticos se apresuran a realizar coaliciones entre ellos y a dar a conocer a los ciudadanos sus programas para una mejor gobernanza del país.

Hay que señalar que el sistema electoral vigente se basaba en el voto universal para mayores de 23 años (edad que se señalaba para la mayoría de edad) y que incluía a las mujeres. La circunscripción era la provincia, y cada una tenía un número de diputados de acuerdo con su población; en el caso de Ávila se jugaban cinco escaños y el sistema era de listas abiertas, lo que quiere decir que la gente no votaba un partido, sino una persona, y que podía elegir de diferentes doctrinas, mezclando elementos de derechas y de izquierdas; la papeleta sólo podía contener cuatro candidatos.

Los partidos que se presentaban en la provincia de Ávila eran, por la derecha, el Partido Radical, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), el Partido Agrario y Renovación Española; por la izquierda, Unión Republicana, Izquierda Republicana y el Partido Socialista; además, el Partido Progresista, que se podría considerar de centro.

Los candidatos eran:

Partido Radical: José Picón Meilhon

CEDA: Benito Dávila y Sánchez Monje,  Salvador Represa Marazuela.

Partido Agrario: Nicasio Velayos y Velayos.

Renovación Española: José de Yanguas Mesía.

Izquierda Republicana: Tomás Rodríguez González Cabrera y Claudio Sánchez Albornoz y Menduiña.

Unión Republicana: Francisco Agustín Rodríguez.

Partido Socialista: José Felipe García de Muro.

Partido Progresista: José Palmerino Sanromán.


Como era de esperar, la derecha obtuvo una gran victoria en la provincia, saliendo elegidos cuatro candidatos de la derecha y uno de la izquierda (hay que hacer constar que el sistema electoral beneficiaba grandemente a las mayorías, pero eso perjudicaba y beneficiaba a ambas facciones, dependiendo de cada provincia); fueron elegidos los candidatos del Partido Radical, los dos de la CEDA y el del Partido Agrario, además de Sánchez Albornoz por Izquierda Republicana. En toda la provincia había 126.515 electores, de los que ejercieron su derecho a voto 96.815, o sea un 76%, que representa un muy alto nivel de participación.

Y, ahora, vamos a ver qué es lo que sucedió en nuestro pueblo; en primer lugar había 297 electores (ya sabemos, mujeres y hombres mayores de 23 años), de los que votaron 240, un 80%.

La votación fue como sigue:

José Picón (Radical) 116 votos.

Benito Dávila (CEDA) 112 votos.

Nicasio Velayos (Agrario) 87 votos.

Salvador Represa (CEDA) 87 votos.

José de Yanguas (Renovación Española) 31 votos.

Tomás Rodríguez (Izquierda Republicana) 123 votos.

Claudio S. Albornoz (Izquierda Republicana) 113 votos.

Francisco Agustín (Unión Republicana) 116 votos.

José F. García (Socialista) 120 votos.

José Palmerino (Progresista) 49 votos.

Esto nos da una suma de 433 votos para los candidatos de la derecha y de 472 para los de la izquierda (el candidato de Izquierda Republicana Tomás Rodríguez fue el más votado), además de 49 para en centro. ¿Sorprendente, verdad?

(Hay que tener en cuenta que si 240 votantes realizaron 964 votos se debe a que hay que multiplicar por 4, número de candidatos elegidos, como máximo, por cada votante, por el número de electores).


¿Veis?, las cosas no son, ni fueron, como parecen.

28 de octubre de 2024

Ya no doblan las campanas de mi pueblo.

 

¡Escuchad….! ... nada, no se oye nada… ¡ya no doblan las campanas en mi pueblo!

¡Escuchad…! Nada, siempre nada, ya no suenan las campanadas del reloj de mi pueblo.

Duermes y en la noche te despiertas… ¿será tarde? Escuchas… escuchas… nada

Ya no suena aquel reloj…


Aún recuerdo a mi tío, el general, don Andrés, (llamadlo como queráis) el día que empezaba sus vacaciones salir de su casa, cruzar la plaza con la gran llave de la puerta de la iglesia en la mano y subir a la sala del reloj, engrasarle, darle cuerda, arreglar esta o aquella rueda o aquella pesa o el volante y oir, oir las campanadas del reloj…

Ya no suena ese reloj…



Es domingo, va a haber misa y a las doce y  media… ¡Tam!    ¡Tam!   ¡Tam!   toques espaciados de campana que te avisan: ¡tocan a primeras! ¡en media hora estará aquí el sacerdote… y después: ¡Tam, Tam!  ¡Tam, Tam!, las segundas… y a la una ¡Tam, Tam, Tam! ¡Tam, Tam, Tam! suenan mientras entras en la iglesia deprisa, volado, llegas tarde y ves que el cura sale de la sacristía… las campanas…

Campanas que te decían (triste y lúgubremente) que algún vecino había fallecido ¿Quién ha sido? ¿qué ha pasado? Y el día se vuelve gris y triste mientras escuchas la campana doblando a muerto…

¡Es fiesta ¡ y las campanas doblan y redoblan, empujadas por los mozos, voltean alegres, felices, llenando el aire y el día de sonrisas, risas y carreras, hay procesión o no la hay, pero suenan las campanas, ¡es fiesta!

Mediodía, el Ángelus te señala que es la hora de acabar la jornada, hora de volver al pueblo a comer, y las campanas te llaman después de sonar los doce toques…






Campanas, campanas, campanas, llenando los momentos tristes y los alegres.

¡Campanas de la iglesia de mi pueblo! ¡de todos los pueblos!

¡Escuchad!

¿Por qué no suenan las campanas en mi pueblo?


21 de octubre de 2024

Una leyenda sobre la ermita de San Cristóbal.

 

     La noche hacía horas que había cerrado, las estrellas se escondían y volvían a aparecer entre jirones de nubes que el viento desgarraba; Doroteo volvía al pueblo tirando del asno cargado de leña; el invierno se había presentado más frío de lo normal y las podas realizadas en el cercano robledal y en el pinar de la sierra no daban abasto para cubrir las necesidades de los vecinos; él mismo había tenido que recurrir a la fresneda del pueblo vecino para abastecerse, había aprovechado las horas en que el día moría para, al amparo de la oscuridad, cargar el borriquillo con la entonces preciada mercancía, sin riesgo a ser descubierto y denunciado.


     El camino se empinaba poco a poco hacia la aldea cuando llegó a la bifurcación, sin dudar se dirigió por el de la derecha, más estrecho y pino, pero que le cubriría más de las difíciles, pero no imposibles, miradas de algún vecino.

     Dio un tirón a las riendas del animal para que éste avivase el paso y poder subir con más comodidad la cuesta; delante suyo, a la derecha, destacaba sobre la nieve la oscura masa de la iglesia-convento, de la que sobresalía la triangular espadaña, como un reto, hacia el cielo. Apresuró el paso, se contaban cosas muy extrañas sobre aquella iglesia, que estaba bajo la advocación de San Cristóbal, desde que se construyó la nueva y los monjes habían ido marchando poco a poco; en esa época ya sólo quedaban dos o tres, que se habían resistido a abandonar el lugar donde habían permanecido toda su vida.

     Soplaba el viento silbando entre las ramas de los árboles que lindaban la parte izquierda del camino; Doroteo iba pensando qué calles escoger para llegar a su casa cuando algo le hizo levantar la vista del camino; se paró un momento, apretando fuertemente las riendas del animal con las manos; le había parecido escuchar algo; miró a su alrededor; a su izquierda la oscura pared de los árboles, a la derecha el montículo blanco coronado por el convento... sí, allí, sobre la nieve de la ladera, unos veinte pasos delante suyo, destacaba un bulto oscuro, una forma que se movía en extrañas contorsiones, como celebrando un rito oscuro y olvidado; Doroteo se arrimó a los árboles con el propósito de pasar inadvertido, fijó detenidamente la vista en aquella figura, sí, era un monje, la oscura capucha le cubría la cabeza y el blanco cordón destacaba atado a la cintura; ya Doroteo se disponía a acudir a su lado por si necesitase su ayuda, cuando lo que vió le hizo apretarse contra los árboles con la boca y los ojos abiertos por el asombro.

     El que le había parecido un monje se desprendió del hábito, sacándoselo por los hombros, y ante sus ojos atónitos quedó una mujer, desnudo el cuerpo, con larga cabellera rubia, que parecía bañada por una luz que emanaba de ella misma.

     Permanecía de espaldas a él, con los brazos levantados, y pudo escuchar una palabras, para él incomprensibles, pero que parecían taladrar la noche:

 

Quid loqueris et ubi, de quo, cui quomodo, quando...

 

     Sonaban como una pregunta, altanera, impertinente, y a Doroteo le pareció que, por un momento, así debían hablar las diosas paganas a las que algunas veces se referían sus abuelos.

     La mujer permanecía de espaldas, quieta, como indiferente al frío reinante; su cuerpo blanco parecía confundirse con la nieve; de pronto comenzó a andar, despacio, pero decididamente, hacia el convento, subió los escalones de piedra que llevaban a la puerta de la iglesia y golpeó ésta, repetidamente, con el puño cerrado; al cabo de un momento la puerta se abrió y la mujer desapareció de su vista...

     Todavía aturdido por lo que había visto, Doroteo parecía un árbol más junto al camino; se frotó los ojos, sobre la nieve permanecía el oscuro hábito que la mujer llevaba puesto, no había sido una visión...

     Al fin se decidió, ató el asno a un tronco y fue siguiendo las huellas que los pies de la mujer habían dejado sobre la nieve; pronto llegó hasta el portón, con precaución lo empujó, notando, sorprendido, que cedía ante su presión; despacio fue abriendo la hoja y se asomó al interior; reinaba la oscuridad más completa, sólo la lucecilla del sagrario arrojaba un pálido reflejo rojizo sobre el altar mayor. Pronto sus ojos se fueron acostumbrando y distinguió los borrosos perfiles de la arcada que separaba la nave mayor de la capilla de la entrada; avanzó hasta el refugio que le ofrecía la columna en la que descansaban los arcos y desde allí paseó, más cómodamente, su vista por el interior de la iglesia.

     Le resultaban completamente familiares todos y cada uno de los rincones y, después de una rápida inspección, dirigió su mirada a las únicas salidas que ofrecía la nave; a la izquierda la puerta del norte, nada indicaba que hubiese algo anormal; por el contrario, por la puerta que comunicaba con el monasterio a través de la sacristía, una pálida luz se filtraba por sus rendijas, y hacia allí encaminó sus pasos Doroteo.

     Abrió con cuidado la puerta, la sacristía estaba desierta, de sus paredes colgaban los hábitos sacerdotales y la incierta luz de una lamparilla hacía brillar oros y espejuelos; Doroteo la cruzó sigilosamente y con su mano derecha alzó con precaución la pesada cortina que daba acceso a la zona del monasterio... estaba en ello cuando detrás suyo, en la iglesia, oyó rezar a los monjes; ¿cómo habían llegado allí?, ¿cómo, si el único camino lo ocupaba él?, ¿no sería que estaban ya allí cuando él cruzó la soledad de las naves?

     Volvió sobre sus pasos un tanto atemorizado, entreabrió la puerta y sus ojos se cegaron momentáneamente pues el altar mayor brillaba iluminado por todas sus lámparas; a escasos metros de donde se hallaba vio tres monjes, devotamente arrodillados, musitando oraciones en latín; pero algo inusual le obligó a levantar la vista hacia el retablo, allí, en la hornacina central, en el lugar de la imagen del cristo crucificado, patrón de la aldea, se encontraba la mujer que poco antes había visto sobre la nieve; ahora podía contemplarla a placer, era de una gran belleza; su cuerpo, aún desnudo, era perfecto; la larga cabellera rubia le caía por los hombros velando sus senos; estaba de pie, sonriente, orgullosa de su belleza y Doroteo pudo leer en sus ojos la satisfacción de quien es adorada, sus piernas abiertas enseñando obscenamente el sexo; Doroteo no podía apartar sus ojos de ella cuando, repentinamente, sintió un fuerte golpe en la cabeza y todo se volvió oscuro.

     Cuando despertó aún era de noche, tenía frío, se incorporó del suelo; le dolían los huesos y la nieve sobre la que descansaba le había quemado la cara; miró a su alrededor, estaba a pocos metros de su casa, el asno cargado de leña a su lado; se llevó la mano a la nuca, le dolía mucho; no se explicaba cómo había llegado allí... y el monasterio, y la mujer, y los monjes...

 

*

 

     Al día siguiente Doroteo madrugó y fue a oir misa a San Cristóbal, el único motivo que le llevaba allí era contemplar de nuevo el escenario de su aventura de la noche pasada.

     Penetró en la iglesia con un cierto nerviosismo, se santiguó lentamente, dando un sonoro beso a la cruz formada por sus dedos; en aquel momento un fraile rezaba el Ofertorio; Doroteo levantó la vista y ¡sí!, allí estaba la mujer, desnuda en la hornacina del cristo, pero hoy le miraba a él, le sonreía, le hacía ademán con las manos de que se le acercase... Doroteo miró en torno suyo temblando, escudriñó los rostros de las pocas personas que asistían a la ceremonia, intentó leer en ellos un gesto de asombro o de escándalo, pero sus caras no reflejaban nada, recogimiento, fervor, indiferencia... se acercó a un hombre que, de pie, junto a la columna de la arcada, seguía la misa.

     -¿No os parece que la imagen del Cristo no está hoy como siempre, maese Antonio?- le interrogó entre temeroso y avergonzado.

     El hombre le miró, miró hacia la hornacina, se encogió de hombros... – A mí me parece que está como siempre- murmuró con voz opaca.

     Doroteo volvió a mirar, con terror y esperanza a la vez... la mujer le ofrecía sus senos, sus encantos, con gestos perezosos y lujuriantes.

     Pero...¿nadie se daba cuenta de aquello?, pensó Doroteo mirando de nuevo en torno suyo... ¿es que se estaba volviendo loco?

     La misa acabó y después que los aldeanos hubieran salido de la iglesia, Doroteo entró en la sacristía; allí, un monje anciano terminaba de quitarse los ornamentos sagrados con ayuda del monaguillo; esperó a que acabasen y una vez que el chiquillo hubo salido se acercó al monje.

     -Padre, ¿qué le ocurre a la imagen del Cristo?

     El fraile le miró con cara de extrañeza.

     -Y pues, hijo, ¿qué es lo que le ocurre?

     -Pero... ¿no os habéis fijado?

     -¿En qué tenía que fijarme?

     No está!, ¡En su lugar hay una mujer, una mujer desnuda, una mujer que me miraba, que me provocaba con su cuerpo...!

     El fraile le miró, sonriendo levemente.

     -¿Y has notado ese cambio hoy, hijo?

     -No, hoy no, fue ayer, por la noche, yo...

     Doroteo calló, dándose cuenta de que estaba hablando quizás más de lo que debía. El monje volvió a sonreir, se encogió de hombros, se le acercó...

     -¿Sabes que día es hoy, hijo?

     -Jueves, padre...

     -Sí, jueves, pero además hoy hace, mejor dicho, ayer hizo cuatrocientos años que se levantó esta iglesia y este monasterio; antes que él hubo, en este mismo lugar, otros templos dedicados unos al Dios verdadero y otros a falsos dioses –al decir esto el monje volvió a sonreir como si su observación le produjera un interior regocijo-; dicen que aquí hubo un templo a Artemisa, diosa pagana, y hasta hace poco algunos enemigos de Dios intentaban adorarla en este su santo templo, ¿no serás tú uno de ellos, hijo?

     -¡No, padre!, ¡yo no...!

     -Te creo, hijo, te creo.

     -Pero esa mujer está ahí...

     El monje calló, salió a la iglesia, Doroteo le siguió; los dos alzaron los ojos hacia la hornacina...

     -Es muy bella, padre... –musitó Doroteo después de breves instantes.

     -Sí, hijo, muy bella.

     -Luego... ¿vos también la veis?

     No tuvo respuesta, vio cómo se arrodillaba y entonaba un extraño cántico mientras elevaba sus ojos hacia la mujer que le escuchaba complacida desde lo alto; después se levantó, apoyó su mano en el hombro de Doroteo, le miró a los ojos...

     -¿Quién crees que es, hijo mío?

     -Yo... no sé...

     -Es ella, ¡Artemisa!

 

*

 

     El convento tuvo pronto un miembro más, otro fraile que se negó a salir de él, que murió allí y allí fue enterrado.

     Todo esto lo leí en unas borrosas huellas de pies menudos que, aún hoy, marcan el piso de la hornacina del altar mayor, unas huellas que tienen un color diferente del de la piedra y que, durante veinticuatro horas al año, en el solsticio de invierno, se llenan de un calor humano, de un olor a misterio, a luna llena, a esperanza de vida... (lástima que esa hornacina esté hoy tapiada).

 

 

11 de octubre de 2024

La Vuelta Ciclista a Ávila

 

Hoy vamos de deportes, específicamente de ciclismo; comentaremos la Vuelta Ciclista a Ávila, en su primera y en su segunda edición, allá por los años 1948 y 1949; y, por supuesto, todo lo relacionado con nuestro pueblo.

La Primera Edición de la Vuelta fue organizada por la delegación provincial de la Obra Sindical de Educación y Descanso, ésta era una organización de tipo cultural y recreativo, dependiente de la Organización Sindical Española (los famosos sindicatos verticales), que existió durante la época de la dictadura franquista, entre 1939 y 1977. Educación y Descanso estaba dedicada a promover y realizar todo tipo de actividades artísticas, culturales y deportivas por parte de los trabajadores.



Mapa de la I Vuelta Ciclista a Ávila

Se desarrolló en cinco etapas, del 2 al 6 de mayo de 1948; la primera etapa salía de Ávila (capital) y por la N-110 pasando por Aldeavieja y subiendo por los puertos de la Cruz de Hierro y de La Lancha (que era puntuable para el premio de la montaña) acababa en El Tiemblo. Durante los siguientes días pasó por Arenas de San Pedro, Puerto del Pico, Barco de Ávila, Arévalo (ver el mapa adjunto) y de allí, la última etapa que, atravesando Adanero, Labajos y Villacastín, reentraba en la provincia por Aldeavieja; en esta última etapa se decidió el premio de la montaña entre un tal Vargas y Bahamontes, que ganó el primero (por escaso margen) al imponerse en la subida a los altos de Calicanto.


Salida de la primera etapa, desde Ávila

Bahamontes, en esos años, empezaba su carrera como ciclista y ésta fue la primera prueba importante en la que corrió, dejando muy buen sabor de boca y adelantando lo que, años más tarde, iba a conseguir, pues fue 5º en la general y 2º en la montaña. (Para quien no sepa quién fue Federico Martín Bahamontes, sólo diré que fue el primer español que ganó un Tour de Francia, en 1959).

 

La segunda edición de la Vuelta a Ávila se realizó al año siguiente, 1949, por los mismos organizadores, del 22 al 26 de mayo y su recorrido fue bastante similar al de la primera (comparar mapas).


Mapa de la II Vuelta Ciclista a Ávila

El Diario de Ávila relató, día a día, las peripecias de la carrera; vamos a ver cómo relató las etapas primera y quinta, que fueron las dos en que se pasó por Aldeavieja:

22 de mayo. Primera etapa.

Ya en los seis primeros kilómetros, hasta el alto de Vicolozano, comenzó la criba… Cerca del citado pueblo comenzaron las averías de máquina, en las que ha sido esta jornada excesivamente pródiga… A la altura de Mediana de Voltoya va en cabeza un pelotón de unos quince corredores… a unos cincuenta metros otro pelotón parecido y en la cola, en pequeños grupos, los restantes.

En la bajada de Calicanto, que resulta muy espectacular, hay varios intentos de despegue, sin consecuencias, porque la subida acorta inmediatamente las distancias.

Dejamos la carretera general; la de Aldeavieja se inicia con una cuesta bastante pronunciada, en la que ya empiezan a fijarse las posiciones con alguna claridad.

En cabeza, un pelotón de 18 corredores, con Federico Bahamonde el primero…En la fuerte subida de la Cruz de Hierro se modifican las posiciones …

Aquí van estirándose más y más los grupos, y puede decirse que prácticamente no existe ya ninguno en el puerto puntuable de La Lancha.

Sigue  habiendo pinchazos y pequeñas averías que en muchos casos no podemos controlar…

He aquí los nombres de los diez primeros que son los que puntuarán para el premio de la montaña: 1º Bahamonde, 2º Casado…


Cartel anunciador de la Vuelta Ciclista

26 de mayo. Quinta y última etapa.

Por fin llegamos al cruce de la carretera vieja de El Espinar con la de Navalperal, donde comienza el último Puerto puntuable de la carrera (La Cruz de Hierro)… al comenzar la subida los corredores se decidieron a tomar la cosa en serio… los escaladores pronto tomaron la cabeza y por el alto cruzó el primero Bahamonde a media rueda de Ureña… en unión de un pelotón de doce, todos los cuales emprendieron la bajada vertiginosamente…por ello, al entrar en la carretera general toman una marcha entre 45 y 50 de la que resulta rezagado Bahamonde… pero la alegría duró poco en el grupo cuando vieron que después de Calicanto se incorporaba al pelotón… y pasado Berrocalejo se les unían otros…


Subiendo la Cruz de Hierro

Bahamontes ganó la etapa al sprint, quedando el quinto en la general y tercero en el premio de la Montaña (es curioso que la prensa de la época le llamase Bahamonde, quizás por ser apellido más conocido (pues Bahamonde era el segundo apellido del general Franco)).

Hay que imaginarse el esfuerzo de los ciclistas en aquella época, con aquellas bicicletas de hierro pesadas como losas; los pinchazos eran moneda corriente, pues las mitad de las carreteras no estaban asfaltadas (por ejemplo, nuestra carretera “del campo” era de tierra apisonada hasta bien avanzada la década de los cincuenta del pasado siglo) nuestros héroes iban, a menudo, con los tubulares de las ruedas en bandolera y poco les faltaba para que llevasen también la bomba para inflar las ruedas; los equipos, como hoy los conocemos, no existían y, muchas veces los corredores tenían que pagar, de su bolsillo, los gastos que tenían.


La Vuelta junto a las murallas

El Diario de Ávila de 21 de julio de 1999, se hacía eco, en sus páginas, de estas carreras; bajo el título “El Año en que perdió Martín Bahamonde” nos cuenta historias como, por ejemplo, la formación de la caravana:

“…estaba compuesta por tres motocicletas, cuatro coches ligeros, una rubia –lo que hoy conocemos como vehículo ranchera- con el equipo de retransmisiones, un camión taller y una ambulancia…”

O sobre el alojamiento de los corredores:

“…se resolvió no admitir a los corredores llegados de Torrelavega y Oviedo por dificultades insalvables de alojamiento en la ruta; estos corredores habían venido desde sus domicilios en bicicleta y emprendieron el viaje de regreso por el mismo procedimiento…”

En fin, eran otros tiempos.

6 de octubre de 2024

Campo Azálvaro III

 

          Y acabamos con esta pequeña historia de nuestro Campo Azálvaro;  al comenzar el nuevo siglo (y el nuevo milenio) parece que los principales enemigos de la integridad de esta zona van cayendo uno a uno: las obras de la macro-urbanización se paralizan y, aunque han sobrevivido algunos chalets, aquella empresa fue declarada ilegal ya que peligraba el abastecimiento de aguas para la capital.

          Asimismo, la construcción del gasoducto que, en principio, también se había programado que pasase por esta zona, se dirigió por la actual, paralela a la N-110.

          En cambio podemos ver cómo se ha recuperado la Cañada Soriana Occidental, que recorría todo el Campo Azálvaro de este a oeste, convirtiendo en senda peatonal, con carril para bicicletas, el tramo comprendido entre Ávila y Bernuy-Salinero, en el llamado “Cordel de las Moruchas”; el proyecto incluía el tramo hasta el embalse del Voltoya (veinte kilómetros), pero, en la realidad se quedó en doce, abandonándose su continuación.

          Todo el espacio ha sido declarado Zona Especial de Protección a las Aves (ZEPA), después de haberse localizado nidos de cigüeña negra y de águilas imperiales; además ha sido declarado Lugar de Interés Comunitario (LIC) lo que ha llevado a que formase parte de la Red Natura de la Unión Europea.

          El Campo Azálvaro se ha convertido en la cita anual de agrupaciones de astrónomos que luchan para su conversación al ser una zona muy especial para la observación del cielo, gracias a la casi nula contaminación lumínica del lugar.



          Como curiosidad citaremos que la zona aneja al pantano fue elegida, en 2007,  por el grupo musical Marlango, del que formaban parte Jorge Drexler y Leonor Watling, para grabar el video promocional de uno de sus grandes éxitos: Hold Me Tight.

          En 2021, la BBC inglesa y Amazon Studios, rodaron en el Campo Azálvaro todos los exteriores de la serie “The English”, basada en una historia en el lejano oeste americano y que constaba de seis capítulos; el lugar fue elegido por ser lo más parecido a las extensas llanuras que existían en Estados Unidos en el siglo XIX y que, ahora, se han perdido; una razón más para que el lugar no se contamine y se pierda.



          Esperemos que nuestros descendientes puedan gozar del paraje tal y como está ahora.

26 de septiembre de 2024

Campo Azálvaro II

 

Esta segunda entrega, dedicada al Campo Azálvaro, la quiero comenzar con un cariñoso recuerdo a todos aquellos familiares nuestros que, en algún momento de sus vidas, han trabajado en aquel lugar, sobre todo en la finca de El Alamillo que tan gratos recuerdos tenía para muchos de ellos, trabajando como vaqueros, pastores o guardeses; todos hemos tenido un padre, un tío u otro familiar que pasó algunos de sus años en aquella dehesa; también recordar, durante las fiestas del pueblo, la tarde en que los mozos subían al Campo a por los becerros primero, más tarde las vaquillas, con las que se jugaba a ser una figura del toreo; a ellos, y a vosotros, van dedicadas estas líneas.

El siglo XX comenzaba con la propuesta, aprobada en las Cortes Generales, de utilizar las aguas del Voltoya y de los arroyuelos que lo alimentaban en el Campo Azálvaro, para paliar el, ya por entonces, escaso abastecimiento de agua potable que se sufría en la capital de la provincia; el llamado “plan Aguinaga” que incluía la construcción de un embalse en la zona denominada “Los Callejones”, ya propuesto en 1890, fue retomado en los años 50 del siglo pasado, apareciendo como una fácil solución en diversos medios de comunicación; pero no fue, hasta 1975, que se hizo oficial el deseo de la construcción de dicho embalse, que fue construido en los primeros años de la década de los ochenta, cambiando, totalmente, el paisaje; pero, constituyendo, según mi opinión, una gran fuente de oportunidades que ha permitido que en 1989, la Fundación Gran Duque de Alba (de Ávila) hubiese censado a más de 3.800 aves de más de 31 especies diferentes (sobre todo ánades y cigüeñas); todo esto sirvió para que en el año 2000 fuese creado el Espacio Natural del Campo Azálvaro.


Pero hubo otros peligros para la supervivencia de esta zona; en 1976 la Academia de Artillería de Segovia, a través del (antiguo) Ministerio del Ejército solicitó que en el valle se creara un campo de tiro; menos mal que tanto autoridades locales como la sociedad civil en pleno, sin diferencias ideológicas, se opuso a tan descabellado proyecto, pero el peligro estuvo planeando sobre el Campo casi durante una década.

Otra de las muchas amenazas que  se cernieron fue la construcción de la autopista que, en un principio, se denominaba El Espinar-Ávila y que contaba con todos los permisos y el beneplácito de las autoridades provinciales y de los diferentes municipios a los que pertenece el Campo Azálvaro; también aquí triunfó la cordura y la autopista se construyó donde todos conocemos, paralela a la carretera N-110.

Y, por último, la postrer amenaza a la que se enfrentó, en el siglo XX, fue el intento de construcción de diversas urbanizaciones, a lo que se oponía el Ayuntamiento de la capital abulense, pero que satisfacía a los distintos Ayuntamientos de los pueblos de la zona; primero fue la denegación, en 1979, a la compañía de Juan Banús Hermanos, S.A. del permiso de construcción de chalets y de la utilización de las aguas del río Voltoya y, más tarde el intento de la Urbanización “El Castillo”, que preveía la construcción de más de 2.300 chalets unifamiliares que, además, en 1999, recibía la autorización del Tribunal Supremo para la edificación señalada a lo que se oponían casi todas las fuerzas vivas de la provincia.


Y así llegamos al fin del siglo XX, con la espada de Damocles de las urbanizaciones levantada sobre el futuro del Campo Azálvaro; en una tercera entrega (ya en el siglo XXI) veremos el final de esta historia.

16 de septiembre de 2024

Campo Azálvaro I

 

Una de las zonas menos conocida (o de la que se habla menos) del municipio de Aldeavieja es el Campo Azálvaro, parece que, allende la sierra, es otro mundo y que lo que pasa allí concierne poco o nada a los que habitan en el lado norte de la sierra; pero no siempre esto ha sido así; el Campo Azálvaro tiene una larga y movida historia y eso es lo que vamos a intentar contaros.



Esta extensa llanura de pastos rodeada de montañas y regada por el río Voltoya fue, desde el tiempo de los romanos, una zona muy apetecida por todos los pueblos que la rodean: Villacastín, Las Navas, El Espinar. Aldeavieja, Ojos Albos, Urraca…

Ya en el año 1313, el Arcipreste de Hita en su “Libro del Buen Amor” lo nombra, como uno de los lugares por los que pasa Don Carnal para encontrarse con Doña Cuaresma:

El campo de Alcudia e toda Calatrava

el campo de Fasalvaro, en Basaín entrava,

en tres días los anduvo, semeja que volava,

el rosín del rabí con miedo bien andava.

 

Desque l’ vieron los toros, irisaron los çerros,

Los bueyes e vacas repican cencerros

Dan grandes apellidos terneras et becerros

“¡Aba aba pastores, acorrednos con los perros!”

 

Haciendo mención, como no, de su uso por los pastores de los lugares cercanos a donde llevaban a pastar su ganado.

 

Por los mismos años, en el “Libro de la Montería”, escrito por encargo del rey Alfonso XI entre 1312 y 1350, como un tratado de caza, en el que se detalla qué y cómo se cazaba; detallando los lugares mejores para cada tipo de animal; señalando los sitios más indicados para colocarse las vocerías, que eran los ojeadores que llevaban la caza hacia los cazadores, a los que se denomina como  armadas, se lo nombra como lugar indicado para la caza del jabalí:

La Pared de Hazalbaro, et la Mata de Aldea Vieja es todo un monte; et es bueno de puerco en todo tiempo. Et son las vocerías por cima de Las Cabezas que llaman de las dos Hermanas; et por la vereda que vá faza el campo de Hazalbaro. Et son las armadas la una en la Atalaya, et la otra en el campo de Hazalbaro, desde el Iglejuela fasta la Hoz de contra el río.



Antes hablábamos de su uso en tiempo de los romanos y este dato viene apoyado en los vestigios hallados en el llamado “puente de las Merinas”, cuya utilización fue muy grande durante la Edad Media y la Edad Moderna, mientras existió la Mesta, aquella medieval sociedad creada para ayudar a la crianza y comercialización del ganado lanar.

El Campo Azálvaro está regado por el río Voltoya (llamado hasta el siglo XIX como Campo Azálvaro, igual que el paraje por donde pasa), que lo atraviesa de este a oeste y cruzado por la Cañada Leonesa (que va de norte a sur) y por uno de los cordeles de la Cañada Segoviana (desde El Espinar hacia el oeste)

La Mesta lo utilizaba como lugar de reunión de los ganados de Ávila y Segovia y gracias, entre otras cosas a esto, crecieron y se enriquecieron lugares como Villacastín, Aldeavieja, Navas de San Antonio y El Espinar; no olvidemos a nuestro paisano Luis García de Cerecedo que, gracias a sus ganancias con sus contrataciones de ganado con la Corona, embelleció notablemente al pueblo, pudieron llevar al mismo a grandes artistas como Benavente o Herrera el Mozo. Todos estos pueblos crecieron en población, ganados y economía, creándose, a su sombra, caseríos y aldehuelas de las que, algunas,han llegado hasta nuestros días, como Batanejos, El Alamillo, Serones, Ciervos, Navalvillar…

Otro de los momentos vitales en la historia del Campo Azálvaro fue el momento en que se decidió a qué Comunidad (Ávila o Segovia) pertenecía; había una lucha feroz por estos pastos entre las dos Comunidades, tanta que el propio rey Alfonso VII (1126-1157) tuvo que dirimir la disputa amojonando, personalmente, la línea divisoria entre ambas ciudades, atribuyendo Azálvaro a la Ciudad y Tierra de Segovia; unos años después Alfonso VIII ratificó la decisión y ya en 1389, doscientos años más tarde, se sentenció otra vez en favor de Segovia (hay que hacer hincapié que, por esas épocas, Aldeavieja pertenecía a la Comunidad de Segovia, afecta al Sexmo de Posaderas y no fue hasta principios del siglo XIX en que fue atribuida a la de Ávila, con lo que el Campo Azálvaro pasó, en parte, a pertenecer a dicha provincia).



Y, para rematar, contar que ya en dicho siglo, el XIX, con las Desamortizaciones, todos estos territorios, en gran parte afectos a la Corona y, por tanto, libres de condominios, pasaron a manos de particulares, que se lo repartieron por lotes, creando las inmensas fincas que todos conocemos, siendo sus nuevos dueños la nobleza y los ricos burgueses; de nada sirvieron las protestas de los municipios que, hasta entonces, se habían aprovechado de aquellas tierras para el pastoreo de sus cabañas; si bien es cierto que se mantuvieron algunos de los derechos de pastoreo, éstos se fueron perdiendo y con ellos los grandes rebaños que tanta riqueza habían creado en los pueblos limítrofes, entre ellos el nuestro; se perdieron, asimismo las cañadas y cordeles, ocupados por los particulares colindantes y se llevaron a cabo talas incontroladas de las zonas boscosas que aún subsistían.

29 de agosto de 2024

Aldeavieja: los centros de poder

 

          Es curioso observar cómo se van desplazando los centros de poder, riqueza, interés… dentro de una misma población con el paso de los años.

          Si hoy echamos un vistazo a nuestro pueblo comprobaremos que el punto más importante es la plaza, en ella está el Ayuntamiento (centro de poder político), la iglesia parroquial (centro de poder religioso) y, en sus cercanías, en el antiguo local del ayuntamiento, el centro médico-asistencial, el local de la asociación de ganaderos y agricultores y, junto a él, el local multiusos, para toda una serie de eventos de todo tipo, públicos o privados.

          Esta zona de centros de poder sigue funcionando como tal, aunque ha perdido parte de la importancia que ha tenido en años pasados: en la Plaza de la Constitución residían algunas de las familias más importantes (a nivel económico) de la población, así como la casa del cura párroco, también en ella vivía el guarda forestal y en ella estaba también el estanco y, en zona cercana, la casa del médico junto al consultorio y, en momentos determinados, la botica.

          De esta plaza sale la Calle Real, esta denominación se ha dado siempre a la vía más importante de una localidad, pero mucho me temo que esto ya no es así; por los restos se ve enseguida que en ella ha habido edificios importantes, de buena factura y tamaño, se dice que en ella estuvo un antiguo hospital (en época medieval y hasta el siglo XVII) en una de las casas que conforman un ensanchamiento a la derecha de la calle; igualmente, el edificio (ya no completo) que sirvió de horno y panadería hasta hace relativamente pocos años, tiene trazas de haber pertenecido a la baja nobleza de hidalgos que residió en Aldeavieja; está claro que ya no ostenta la primacía entre las vías del pueblo, aunque no por ello ha perdido la prestancia que la significa.

          La Calle Ancha recogió el testigo de arteria principal de la localidad; a partir del siglo XVI se levantaron en ella tres de los edificios más singulares del pueblo: la casa solariega de los Becerril (hoy en ruinas y de la que sólo se conserva la fachada con el escudo señorial), la otra casa, en la actual Calle Cuartel, con su escudo de nobleza, que se conserva tal cual por haber sido residencia de la familia Seco/Arpe que la restauró y engalanó y, por último, la que se considera como palacio de unos de nuestros vecinos más importantes: Luis García de Cerecedo, impulsor de importantes obras en la iglesia parroquial y en la ermita del Cubillo, aunque ha sido modificada recientemente, y que se encuentra frente a la salida de la citada Calle Cuartel; quizás se eligió, en esa época, este emplazamiento para la erección de estos tres edificios singulares por considerar la zona de la Calle Real, al estar más baja, receptiva de los olores producidos por el arroyo del Barranco o, simplemente, por estar en una zona más elevada, dando a entender así la importancia de sus moradores: “por encima de los simples mortales”.

   


               A partir del siglo XIX, el centro de poder económico sufre otro desplazamiento, esta vez hacia la zona de la Calle Segovia y la Calle Angosta. En confluencia con dichas calles se levantó el edificio que se ha venido denominando “de don Juan” por haber sido levantado por don Juan Moreno Esteban, notario de la ciudad de Toledo y emparentado con alguna de las familias del pueblo; cercano a él estaba el actual edificio de la “Casa Rural”, que fue residencia de Jerónimo Cabrero y Andray y de su mujer, Manuela de Andrés Blanco, uno de los mayores terratenientes del municipio; asimismo, cercano, estaba la última farmacia, o botica, oficial del pueblo y dos de los bares del mismo.

          Curioso es el caso del edificio del Ayuntamiento que, durante unos pocos años, se trasladó a uno de nueva planta en la Carreterilla (hoy Avenida de Ávila), pero desde el que volvió a su antiguo emplazamiento cuando éste fue restaurado por la empresa que ejecutó la autopista Ávila-Villacastín.       

          Hoy día, esos centros de poder están más repartidos: la Plaza sigue siendo el enclave del poder político, y allí sigue la iglesia; ya no hay vivienda para el médico, ni para el maestro, ni para el cura, ni el boticario, ni el veterinario; no hay cuartelillo de la Guardia Civil y los centros económicos, familias con un poder económico superior al normal, se encuentran desperdigados por todo el caso urbano.