Hoy voy a tratar un tema que no es muy conocido sobre la historia de
Aldeavieja: el bandolerismo. Unos hechos que ocurrieron en nuestra tierra a
finales del siglo XVIII y principios del XIX; es poco sabido que, a pesar de la
riqueza aparente de que se gozaba en esa época, esa riqueza estaba muy mal
repartida; eran muchos los que tenían poco o nada de lo que vivir y que se
ganaban la vida y el pan para sus familias con cualquier trabajo u ocasión que
se presentase, sin mirar, ni poco ni mucho en si era más o menos legal.
¿Cómo se llegó a esa situación? Pues, en nuestra localidad tuvo mucha
importancia la privatización del Campo Azalvaro, ocurrida en 1802. Las enormes
deudas que tenía la Ciudad y Tierra de Segovia con la Hacienda llevaron a que
los poderosos se aprovecharan de la situación y se hicieran con las tierras
comunales del Campo Azálvaro que, hasta entonces, constituían un lugar gratuito
donde todos los vecinos podían llevar a pastar a sus cabezas de ganado;
asimismo, la ampliación de los límites de los vedados reales, impidió que los
campesinos pudieran acceder libremente a otro de sus medios de subsistencia: la
caza y la pesca.
De todo esto
fueron víctimas, por ejemplo, Francisco Barroso, jornalero de 20 años, su hermano
Pedro, jornalero de 24 años y Pablo Moreno alias Chaparro, cuando fueron
a primeros de mayo de 1804 a llevar una carga a casa de Pablo Gordo, vecino de Aldeavieja.
Como no alcanzase para un pan con lo que les pagó, le pidieron trabajo en escardar
alguna tierra, si es que la tenía; Gordo les contestó: “si que la tengo,
pero no hay dinero”. La madre de los hermanos Barroso le insistió, “se
lo puede vm. pagar con lana peinada para unas medias, que está descalzos”,
sin lograr una respuesta positiva. Al día siguiente, una cuadrilla formada por
tres jornaleros y dos albañiles de la vecina Zarzuela del Monte asaltó al
embajador portugués en la corte rusa y varios coches que le seguían en el
camino real. Los hermanos Barroso y su vecino Tomás Núñez fueron los primeros
detenidos como sospechosos; no resultaron culpables del robo al embajador, pero
si les condenaron por otra media docena de asaltos cometidos en el camino y
cercanías entre diciembre de 1803 y mayo de 1804.
La movilidad y
radio de acción de estas cuadrillas eran bastante reducidos, pues habitualmente
carecían de monturas y se desplazaban a pie. Este factor condicionó su actividad,
ceñida a cortas distancias en torno a la localidad de origen, cuando no acometían
los robos aprovechando sus desplazamientos estacionales. Teniendo en cuenta la
preferencia de este tipo de cuadrillas por el robo en camino, y su limitada capacidad
de desplazamiento, no es extraño que aparezcan en zonas atravesadas por vías
terrestres con un volumen de tráfico de personas y mercancías aceptable, o en
las proximidades de núcleos de población importantes por su tamaño o su
actividad económica, incluida la celebración de ferias.
Las cuadrillas de
El Espinar (capitaneada por Esteban Capa alias Sabo), Zarzuela del Monte
(las de los Pichones, el Chancla o el Romo), Aldeavieja
(el noviciado de Francisco San Juan alias Faquillo, o los hermanos
Francisco y Pedro Barroso alias los hijos de la Granadera), Blascoeles
(encabezada por Esteban Frechel), etc, ofrecían ejemplos de salteamiento casi a
diario, tanto en la estela de la Carretera de Castilla como en los caminos que
unían Arévalo, Santa María la Real de Nieva, Nava de la Asunción, Sangarcía,
Sepúlveda, Cuéllar o Fuentidueña
Muchos de los
bandoleros de este perfil practicaron el robo en camino, sobre todo aquellos
que escogieron no separarse de su comunidad de referencia, beneficiándose de
las facilidades que ofrecía asaltar a viajeros de zonas que difícilmente volverían
a ver. En Segovia, los vecinos de pueblos aledaños al Camino Real encontraron
en el tráfico –regular, abundante y variado- una fuente de ingresos complementaria
o esencial en sus economías domésticas. Eran esos pueblos que frecuentemente
asaltan a los pasajeros, a quienes aludía la Provisión Secreta enviada a Villacastín
por la Chancillería, aludiendo a un bandolerismo ocasional y regular, en las proximidades
del Camino Real: Zarzuela del Monte, pero también Bascoeles, Rapariegos,
Hoyuelos, Maello, Aldeavieja, Nava del Rey, Madrigal, Carpio, etc. (no olvidemos
que, en estos años, tanto Aldeavieja como Blascoeles pertenecían a la provincia
de Segovia).
Un complemento a
esta investigación sería conocer los cargaderos o puntos de abastecimiento
de los géneros de contrabando, la conexión de esta actividad ilícita con los
respetables mercaderes vascos y portugueses, la interconexión que
proporcionaban los abastecedores pasiegos que hemos visto, mediando entre los
comerciantes y nuestros peculiares “repartidores”. Todo aquello, en fin, que
aquí y ahora sólo aparece sugerido. A primera vista, los cargaderos portugueses
estaban situados cerca de la raya. Lo que ocurría más allá de la frontera, solo
nos es dado conocerlo, por ahora, por boca de los procesados españoles, algunos
de los cuales no dejan de sorprendernos. Es el caso de Francisco San Juan,
alias Faquillo, natural de Aldeavieja, jornalero, casado, 29 años, herido
y preso tras una refriega en Vita (Ávila). En su confesión, desveló que solía meter
bayetas, lienzos, cintas y otros géneros de esta especie “de lícito consumo
en España, aunque por entrarlo por alto eran de contrabando; que los sitios de
donde los tomaba eran bien Santarem, Agualegana o en Lisboa, viniendo camino
recto a la entrada de quien tenía mejor noticia para introducirse en el reino.
(..) Solía llevar 2-3 caballerías según podía, y que su despacho lo hacía en
los lugares conforme se le proporcionaba (...) no ha andado en cuadrilla sino
bien solo o bien con cualquiera conocido que encontraba”.Lógicamente, nunca
–salvo cuando fue detenido- se había ejercitado con pana (género prohibido) ni
con tabaco. De la declaración de San Juan, y de otras alusiones esparcidas por
la documentación, se desprende que acudían también a cargaderos alejados
de la raya, en el interior de Portugal, cubriendo largas distancias.
Los datos necesarios para este artículo los he sacado de la tesis doctoral de Manuel Martín Polo “EL BANDOLERISMO EN CASTILLA DURANTE LA EDAD MODERNA. SEGOVIA, 1780-1808”, del año 2015.