-Con las piedras se hará lo que dijo el
señor alcalde –señaló Salvador- era su voluntad y, además, conviene al pueblo;
cubriremos dos fuentes, una en la Cabezuela y la otra ahí mismo, al final de la
calle Real.
Los hombres del Concejo se miraron y
asintieron en silencio; era mala fortuna
lo que había pasado, pero todos entendían que aquello había que hacerlo. Bien
es verdad que algunos creían que lo ocurrido era un castigo por haber utilizado
piedras sagradas en el campanario y después quitarlas de allí para hacer algo
tan profano como unas fuentes, pero…
--Y la piedra, la que…
-Nada, se la quita la señal y se la
utiliza, ¿o vais a creer en cuentos de viejas?
Creer…. Creían, pero no lo iban a
reconocer, y menos en público, así que… se acordó seguir con lo proyectado por
el difunto don Justo.
…..
Así, poco a poco, se llevaron todas las
piedras del antiguo campanario a los dos sitios en que se pensaba construir las
fuentes, bueno, construirlas no, las fuentes ya existían, pero estaban viejas,
algunos decían que desde el tiempo de los moros y otros que si desde los
romanos; no es que supieran muy bien
cuando había sido eso, pero… sí que estaban allí desde antes de sus abuelos y
eso, ya, era mucho tiempo.
En la de la Cabezuela se aprovecharon las
piedras que habían servido en el campanario para formar los huecos de las
campanas, y con ellas dieron forma a las dos “ventanas” por las que sacar el
agua, separadas por una de las columnillas que fueron adorno en la anterior
construcción.
La de la calle Real fue más pequeña y
sencilla, sobre todo por falta de espacio, pues estaba entre las casas y no se
podía hacer de otra manera; fue una fuente austera, casi un pozo, eso sí, con
bóveda de piedra que sirviera para que el agua que manaba no se ensuciara
demasiado.
La gente estaba muy contenta cuando el
nuevo alcalde que, por supuesto, fue Salvador, inauguró junto al cura las dos
fuentes; todos se felicitaron por el trabajo bien hecho y la comodidad que les
traía; pero… hubo voces… murmullos, palabras en voz baja o comentarios entre
vecinos que hablaban, se preguntaban… en cual de las dos fuentes estaría
aquella piedra maldita que, manchada de sangre, había matado al bueno de Justo;
alguno pensó que no se habría utilizado y hubo quien no iba nunca a la fuente
de la Cabezuela, aunque le pillaba peor que la otra, pensando que estaba allí,
por haberse hecho aquella con las piedras más altas…
Pero… ¿quién sabía? Y aquello se fue
olvidando poco a poco al ver que nada extraño ocurría… hasta que ocurrió.
…..
Una mañana, unos gritos desgarradores
alarmaron a todo el vecindario de la calle Real, acudieron los vecinos al lugar
de donde procedían, que no era otro que la fuente de abajo, allí pudieron ver,
inclinado sobre el pretil y con la cabeza machacada, el cuerpo de un chico; la
sangre manaba debajo de una piedra de
grandes proporciones… nadie se atrevía a acercar, pensando que hasta allí había
llegado la maldición de la losa del antiguo cementerio, hasta que llegaron el
alcalde y el cura…
-¡Apartad, apartad…! ¿qué ha pasado aquí?
-El pequeño de don Justo, que en paz
descanse.
-¿Alguien ha visto cómo fue?
Y una chiquilla, toda llorosa, se acercó
gimoteando.
-Yo lo vi, señor, yo lo vi.
-¿Cómo pasó?
-Justinín estaba acabando de llenar el
cántaro, señor, se agachó para subirlo y entonces… entonces le cayó encima esa
piedra…
Salvador la echó un vistazo y, como temía,
allí, en el centro de la misma se veía perfectamente, a pesar de las manchas de
sangre, una calavera con dos tibias cruzadas debajo…
-Es la piedra…. ¡es la misma piedra que
mató a su padre!
Y sí… el alcalde mandó que aquella piedra
fuera machacada hasta que no quedase de ella más que pura arena; además, mandó
desmontar aquella fuente que allí quedo, ya solo como un oscuro manantial que,
con el tiempo, se ocultó bajo las paredes de la casa que se convertiría en el edificio de las
escuelas.
¿Fue así? También he oído decir que no,
que no se deshizo la piedra, que se llevó al interior de la iglesia de San
Sebastián y se puso en el suelo, como una más de las que allí hay.
Aunque también hay quien dice que se
volvió a llevar a San Cristóbal, y que allí permanece, oculta o… quizás no
tanto, ¿no se utilizaría cuando la ermita fue restaurada y se convirtió, por
unos pocos años, en un museo? Un museo que…. ya no existe.