29 de agosto de 2024

Aldeavieja: los centros de poder

 

          Es curioso observar cómo se van desplazando los centros de poder, riqueza, interés… dentro de una misma población con el paso de los años.

          Si hoy echamos un vistazo a nuestro pueblo comprobaremos que el punto más importante es la plaza, en ella está el Ayuntamiento (centro de poder político), la iglesia parroquial (centro de poder religioso) y, en sus cercanías, en el antiguo local del ayuntamiento, el centro médico-asistencial, el local de la asociación de ganaderos y agricultores y, junto a él, el local multiusos, para toda una serie de eventos de todo tipo, públicos o privados.

          Esta zona de centros de poder sigue funcionando como tal, aunque ha perdido parte de la importancia que ha tenido en años pasados: en la Plaza de la Constitución residían algunas de las familias más importantes (a nivel económico) de la población, así como la casa del cura párroco, también en ella vivía el guarda forestal y en ella estaba también el estanco y, en zona cercana, la casa del médico junto al consultorio y, en momentos determinados, la botica.

          De esta plaza sale la Calle Real, esta denominación se ha dado siempre a la vía más importante de una localidad, pero mucho me temo que esto ya no es así; por los restos se ve enseguida que en ella ha habido edificios importantes, de buena factura y tamaño, se dice que en ella estuvo un antiguo hospital (en época medieval y hasta el siglo XVII) en una de las casas que conforman un ensanchamiento a la derecha de la calle; igualmente, el edificio (ya no completo) que sirvió de horno y panadería hasta hace relativamente pocos años, tiene trazas de haber pertenecido a la baja nobleza de hidalgos que residió en Aldeavieja; está claro que ya no ostenta la primacía entre las vías del pueblo, aunque no por ello ha perdido la prestancia que la significa.

          La Calle Ancha recogió el testigo de arteria principal de la localidad; a partir del siglo XVI se levantaron en ella tres de los edificios más singulares del pueblo: la casa solariega de los Becerril (hoy en ruinas y de la que sólo se conserva la fachada con el escudo señorial), la otra casa, en la actual Calle Cuartel, con su escudo de nobleza, que se conserva tal cual por haber sido residencia de la familia Seco/Arpe que la restauró y engalanó y, por último, la que se considera como palacio de unos de nuestros vecinos más importantes: Luis García de Cerecedo, impulsor de importantes obras en la iglesia parroquial y en la ermita del Cubillo, aunque ha sido modificada recientemente, y que se encuentra frente a la salida de la citada Calle Cuartel; quizás se eligió, en esa época, este emplazamiento para la erección de estos tres edificios singulares por considerar la zona de la Calle Real, al estar más baja, receptiva de los olores producidos por el arroyo del Barranco o, simplemente, por estar en una zona más elevada, dando a entender así la importancia de sus moradores: “por encima de los simples mortales”.

   


               A partir del siglo XIX, el centro de poder económico sufre otro desplazamiento, esta vez hacia la zona de la Calle Segovia y la Calle Angosta. En confluencia con dichas calles se levantó el edificio que se ha venido denominando “de don Juan” por haber sido levantado por don Juan Moreno Esteban, notario de la ciudad de Toledo y emparentado con alguna de las familias del pueblo; cercano a él estaba el actual edificio de la “Casa Rural”, que fue residencia de Jerónimo Cabrero y Andray y de su mujer, Manuela de Andrés Blanco, uno de los mayores terratenientes del municipio; asimismo, cercano, estaba la última farmacia, o botica, oficial del pueblo y dos de los bares del mismo.

          Curioso es el caso del edificio del Ayuntamiento que, durante unos pocos años, se trasladó a uno de nueva planta en la Carreterilla (hoy Avenida de Ávila), pero desde el que volvió a su antiguo emplazamiento cuando éste fue restaurado por la empresa que ejecutó la autopista Ávila-Villacastín.       

          Hoy día, esos centros de poder están más repartidos: la Plaza sigue siendo el enclave del poder político, y allí sigue la iglesia; ya no hay vivienda para el médico, ni para el maestro, ni para el cura, ni el boticario, ni el veterinario; no hay cuartelillo de la Guardia Civil y los centros económicos, familias con un poder económico superior al normal, se encuentran desperdigados por todo el caso urbano.

9 de agosto de 2024

Guiso del país

 

          En 1900, acabando ya el siglo XIX, el periódico “El Diario de Ávila”, contaba, entre sus redactores, con un joven poeta que se especializó en la poesía satírica y costumbrista, se trataba de Francisco Delgado que, durante varios años, colaboró con ingeniosos poemas, bajo el título genérico de “Guiso del País”, que normalmente aparecían en primera página, sobre los más diversos temas, tanto políticos como simplemente relativos a las costumbres y festejos que se producían en la provincia.

          Como ejemplo de ellos, reproduzco dos de ellos, de finales de agosto de 1900, en los que nos cuenta sus vacaciones en Aldeavieja y su retorno a la capital; espero que os agraden.



 

Desde Aldeavieja

 

Con el fin de que no falte

entre vosotros mi firma,

escribo desde la era

este fajo de cuartillas;

me sirve de mesa el suelo

y como no tengo tinta,

con lápiz mal afilado

cuenta os daré de la vida

que hago por aquí.- A las ocho

 me tiro de la camita,

me desayuno y me voy

caballero en mi tordilla,

á San Cristobal ó bien

por la carretera arriba;

como á las doce y después

de dormir, cojo á la Lincla,

que es una perra de caza

que á los canes causa envidia,

y con el morral al hombro

y la escopeta y un guía,

por el Robledal alante

paso la tarde tranquilo,

y cuando el sol se despide

y la noche se echa encima,

vuelvo á mi casita, ceno

y después en la cocina

hablo con los labradores

de cosas de la familia,

subo á mi cuarto, me acuesto

y hasta que amanece el día

duermo á pierna suelta y no

pienso más que en las gavillas,

en el trigo y el centeno

y en otros granos que animan

el campo, y causan al ser

humano, contento y dicha.

 

 

 

Desconocido

 

El domingo por la tarde

de Aldeavieja regresé,

y en la ciudad de la Santa

por fin me encuentro otra vez.

Y digo por fin señores,

porque me llegué a temer

un naufragio, pues el agua

era ya tanta, ¡pardiez!

que crecieron los arroyos

y la carretera fue

un barrizal. Por supuesto

lo que dije anteayer

de cazar, fue guasa pura,

cualquiera caza con el

tiempo que se puso, digo;

primero un viento de P.

repetida y V doblada

y una forma de llover

del todo desconocida,

en fin todo estuvo bien;

pero ya que estoy de vuelta,

sin quebrantos y sin que

el físico y la moral

padeciera, les diré

que he vuelto mucho más gordo

y guapo que me marché,

y que estoy desconocido…

esa es la palabra ¡eh!