Vamos a ocuparnos
hoy de la descripción del retablo de la capilla funeraria de San José en la
iglesia parroquial de Aldeavieja.
Ya hemos visto
cómo fue Sebastián de Benavente el
que se hizo cargo de la construcción del retablo de la Capilla de San José,
como un encargo de Luis García Cerecedo;
se supone que el contrato para esta obra se realizó en 1660, pues era una obra
que duraría más de un año y en abril de 1662 Benavente contrataba al pintor Alonso González para que dorase el
retablo; el coste total de la obra sería de uso 15.000 ducados, de los que
5.500 fueron el pago para el dorador.
El retablo se
asienta sobre un zócalo de piedra y se compone de dos cuerpos y un banco de
bastante altura.
En el banco, que es
la parte inferior, justo encima del zócalo, hay unos pedestalillos que tienen
en los extremos unos adornos de dos frutos de los que cuelgan frutas y en su
cara interior dos cuadros estrechos, uno de la Estigmatización de San Francisco y el otro de San Antonio con el Niño; continua con otros paneles que contienen
frutas y, seguido, niños que sujetan sobre sus cabezas unas cartelas;
continuando hacia el centro otros dos cuadros: una Adoración de los Magos y la Transverberación
de Santa Teresa; en el centro la custodia, de la que ya hemos hablado en la
anterior entrada.
Estos cuatro
cuadros se han atribuido al pintor Francisco
Camilo, que nació en Madrid en 1615 y falleció en la misma ciudad en 1673;
era hijo del pintor florentino Doménico Camilo, que intervino en la decoración
del Monasterio de El Escorial; aprendió el oficio de su padrastro, Pedro de las
Cuevas, y decoró con varias pinturas salas del Real Alcázar de Madrid; sus
cuadros penden en las paredes del Museo del Prado y en distintas iglesias de
casi toda España; su obra de la Transverberación
de Santa Teresa fue expuesta en la última edición de Las Edades del Hombre, celebrada en Lerma. Camilo representa la
unión del manierismo con los nuevos gustos barrocos.
En el primer
cuerpo nos encontramos con el Sueño de
San José, que es la gran joya de este retablo, rodeado de adornos en los
laterales y la parte superior y encima, un tarjetón con manzana dentro de un
marco ligeramente curvado hacia arriba. A cada lado hay un murete con dos
columnas estriadas, las de los extremos incrustadas en la pared; en los
intercolumnios dos cartelas de flores y frutos y, encima de cada una, unas
esculturas de angelotes; este cuerpo está cubierto por una gran cornisa
profusamente adornada.
El Sueño de San José, es obra del gran pintor Francisco de Herrera el Mozo, nacido en
Sevilla en 1627 y que acabó su vida en Madrid en 1685; fue hijo de Francisco de
Herrera el Viejo, también pintor, y fue unos de los introductores del estilo
barroco en España, pintó grandes obras para la catedral de Sevilla y fue
nombrado pintor de cámara de Carlos II, participando, como arquitecto, en el
diseño de la Basílica del Pilar, en Zaragoza.
(El sueño de San José que está en el Museo del Prado)
El cuadro que aquí
vemos y que da nombre a la capilla, fue un encargo especial de su cliente, Luis
García Cerecedo, que tenía una gran devoción por este santo y que conocía un
cuadro del mismo tema, pintado por Herrera para el convento de Santo Tomás, en
Madrid (y que hoy se puede admirar en el Museo del Prado); el artista cambió la
posición de los personajes al tener este cuadro forma vertical y cambiando
totalmente los colores con respecto al primero.
Ya en el segundo
cuerpo, encontramos en el centro otro cuadro de Herrera: La Asunción de la Virgen; al estar en lo alto no se distinguen bien
ni el tema ni los colores, lo cual es una lástima; a los lados, dos esculturas:
a la izquierda San Luis Rey de Francia
y, a la derecha, Santo Domingo (al
que le falta la mano derecha); San Luís aparece porque es el patrón del
fundador de la capilla, se pueden atribuir a Manuel Correa, por encargo del propio Benavente que se ocuparía,
personalmente, de las figuras de los cuatro niños o angelotes que aparecen en
el banco y en el primer cuerpo, al igual que talló la pequeña imagen de la Fé de la custodia.
Manuel Correa, nacido en Oporto hacia el año 1600 y fallecido en Madrid en 1667, fue un escultor español de origen portugués, discípulo y colaborador de Manuel Pereira, dedicado a obras religiosas y funerarias en distintas localidades españolas, conservándose muy pocas de sus obras.
Y esto es todo, como veis este retablo tiene una riqueza sin igual en cuanto a los maestros que trabajaron en él, siendo un ejemplo casi único en lo referente a retablos del siglo XVII en toda España, sobre todo porque se conserva tal y como se diseñó y creó, cosa que de muy pocos retablos se puede decir en nuestro país.
Lo que necesita es una buena restauración (como a toda la capilla) que lo ponga en valor y le dé a conocer más ampliamente y que sirva para sentirnos orgullosos de que esté en nuestro pueblo.
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