Hoy os voy a contar la
historia de uno de los hombres que, en su momento, más hizo por el adelanto de
Aldeavieja y que consiguió, gracias a sus artículos, poner el nombre del pueblo
en el lugar que le correspondía en su época; la mayoría de vosotros no le
conoceréis, ni habréis oído hablar de él, pero no importa, eso pasa con muchos
grandes hombres que son o han sido; me es un personaje muy querido pues, además
de las cosas que hizo en su no demasiado larga vida, fue, también, mi
bisabuelo, se trata de Gregorio Perlado Sacristán, y os lo intentaré mostrar en
las siguientes líneas.
Gregorio nació en Segovia
el 12 de marzo de 1856, en la calle Cabritería (una callejuela corta y estrecha
a espaldas de la Plaza Mayor), su padre, Patricio Perlado Tarragato, regentaba
una abacería (algo parecido a lo que hoy sería una pequeña tienda de
comestibles, vamos lo más cercano a un “chino” que existía entonces; lo mismo
despachaba un kilo de garbanzos, que un litro de aceite o unos arenques
ahumados o te refrescabas con un vaso de tinto); tendrá tres hermanos que le
sobrevivirán: Atanasio, dos años menor, Victoriana, diez y Mariano trece.
A los 16 años acaba sus
estudios de bachiller y marcha a Madrid, a la Universidad Central para estudiar
la carrera de Farmacia; como no anda muy sobrado de dinero, se ayuda ejerciendo
el oficio de practicante en la Beneficencia madrileña, mientras que, cuando
regresa a Segovia por vacaciones, ejerce de secretario en el Ateneo Escolar del
Instituto Provincial; como vemos es un muchacho trabajador y que le gusta estar
ocupado, curioso de todas las cosas, todo le gusta, todo lo estudia y de todo
entiende un poco, esto le servirá de mucho en los años venideros.
En 1880, a los
veinticuatro años, el 30 de junio, se gradúa como farmacéutico y comienza la
búsqueda de un lugar para trabajar, mientras tanto ha conocido a una muchacha
de la buena sociedad segoviana, hija de uno de los concejales del Ayuntamiento
y que, con el tiempo, llegará a teniente-alcalde: Manuel Frege; la joven,
Adelaida, es cuatro años mayor que él, lo cual no impide que intimen y se
complementen a la perfección; cinco años más tarde, Gregorio ocupa la vacante
que se ha producido en la farmacia de Aldeavieja y allí se marcha con la que
ahora ya es su mujer, pues ese mismo año, al encontrar por fin un lugar a su
gusto, la ha pedido en matrimonio y lo han efectuado en la segoviana iglesia de
San Millán.
Los primeros años son de
consolidación en el puesto y en el lugar; Gregorio es un hombre abierto y
pronto se siente como en casa en compañía de las fuerzas vivas de la localidad:
el médico, el cura, el alcalde… su primera vivienda, donde tiene la botica,
está situada en la calle Ancha, en el número 2. Su familia pronto se amplía,
tres niños: Ciriaco, Vitorina y el pequeño Gregorio, que fallecerá pronto, a
los cinco años y medio y también fallecerá su padre, a los 64 años.
Es en 1891 cuando empieza
su vida pública, tanto en su profesión como en su faceta como escritor y
divulgador. Está suscrito a varias publicaciones profesionales, entre ellas “La
Farmacia Moderna” y es en sus páginas en las que publica “Las Igualas en
Farmacia” como un paso adelante para defender la profesión que malvive en las
zonas rurales, siempre en peligro por el intrusismo o la mala praxis de colegas
que “pescan en río revuelto”; asimismo, como segoviano que lleva a su ciudad en
la sangre, escribe un “Almanaque y Efemérides Segovianas para 1896”, que dona
al Ayuntamiento de la ciudad y que, ante el poco caso que hacen de ella, publicará
por entregas en las páginas del “Diario de Avisos de Segovia”, primer periódico
de la ciudad y antecedente de “El Adelantado”.
Es por estos años en los
que se convierte en colaborador del "Diario Médico Farmacéutico" y, también, en redactor de “El Amigo del Pueblo”, semanario que
se autodenomina “católico-tradicionalista” y en él, como corresponsal en
Aldeavieja, se dedica a relatar las pequeñas cosas que ocurren: colocación de
las nuevas campanas en la iglesia parroquial, estado y situación de las
cosechas así como su precio en el mercado de Ávila, previsión del tiempo
climatológico y, también, una serie de recetas caseras para la elaboración de
licores con diferentes hierbas de la zona, así como sus utilidades y virtudes.
Hemos de hacer constar
que Gregorio es un “hombre de orden”, como se decía entonces; católico y
profundamente religioso, practicante y que, aunque ve las cosas desde un prisma
conservador, en sus escritos se ve su evolución hacia un liberalismo moderado
que le aleja del carlismo primitivo desde el que comienza su andadura.
Así, en 1899, cuando el
siglo va tocando a su fin y el país sale de un sueño para verse tal y como es:
una potencia de segundo orden que poco cuenta en la política internacional,
cuando creía que todavía era un imperio, con sus colonias americanas y
asiáticas. La guerra de 1898, contra los Estados Unidos, les quita la venda y
les hace preocuparse de cosas más terrenas y más cercanas.
Este año, el convento del
Corpus Christi, de Segovia, antigua sinagoga, es víctima de un tremendo
incendio, tras el que sólo quedan las paredes desnudas; nuestro hombre, a
través de la páginas del “Diario de Avisos” inicia una colecta, entre todos los
lectores, para ayudar a su recuperación; en septiembre del mismo año, publica
un extenso artículo describiendo la Romería de la Virgen del Cubillo, así como
comienza a dar las primeras entregas de una serie describiendo los meses del
año, con sus características climatológicas, sus anécdotas, el origen de su
nombre, etc…
Termina el siglo y
Gregorio continúa y da fin a la serie indicada anteriormente; lanza otro
artículo sobre el origen de la festividad del Corpus Christi y relata, con
pluma ágil y detallista, la visita pastoral del obispo de Segovia a nuestro
pueblo.
Profesionalmente
participa en las labores de la Junta de Farmacéuticos de Ávila y en ella da
lectura a un escrito/memoria sobre “Las Igualas en Farmacia”, que da mucho que
hablar en la profesión y, enseguida, encuentra numerosos seguidores.
Entramos en el nuevo
siglo y el corresponsal en Aldeavieja da cuenta de la creación de una “Escuela
para Adultos” y poco después nos relata la “Boda de Justo Muñoz García con la
señorita Fernanda Gordo Moreno”; más tarde considera la necesidad de crear una
sepultura digna para Andrés Laguna, segoviano ilustre y médico de cabecera que
fue del emperador Carlos V. Es la época de las exposiciones y, como no, en
Segovia también se celebró una; Gregorio que, ante todo, no olvida su
procedencia, gana una medalla de plata en ella gracias a una de sus creaciones
farmacéuticas: el “ungüento vejigatorio para veterinaria”.
En 1902 aparece en el
“Diario de Avisos” una extensa relación sobre los resultados de los exámenes
escolares en Aldeavieja.
En 1903, expone un
detallado trabajo sobre la necesidad de la creación y puesta en marcha de una
línea de coches-correo entre Ávila y Segovia; participando, además, en el
Congreso Agrícola Provincial en representación de Aldeavieja.
Así continua los años siguientes,
alternando sus escritos profesionales, que le llevan a representar a los
farmacéuticos abulenses en la Asamblea Nacional de 1909, como a seguir narrando
las curiosidades que acontecen en su pueblo de adopción: la creación de una,
malograda, liga anti-tabaco o el impulso que llevó a la población a interesarse
por un eclipse solar.
Mientras, su vida
continúa, su hijo mayor Ciriaco consigue la Licenciatura de Farmacia y se
prepara a seguir los pasos de su padre (será el último boticario oficial de la
zona); recibe con alegría el viaje exploratorio que estudia la creación del
coche-correo tan anhelado por él y cuando todo le sonríe y parece que todo va a
ser tal y como él ha esperado y por lo que ha trabajado, fallece, a los 55
años, un trece de enero, de una hemorragia cerebral en su domicilio de
Aldeavieja de la calle Segovia, nº 27.
Su mujer, Adelaida, no le
sobrevivió mucho, el ocho de julio del mismo año fallecía y ambos fueron
enterrados en el cementerio del pueblo que los acogió y en el que criaron a sus
hijos y desarrollaron su vida.
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