Se estaba bien en aquel
refugio, calentito, seco, después de haber comido… no había nada como, una vez
terminada la jornada, echarse y descansar. Antonio estaba un poco más allá,
junto al fuego, calentándose las manos y tallando, siempre tallando en sus ratos
libres; estuve un rato junto a él, mirándole trabajar, pero… había sido un día
muy largo y me apetecía más cerrar los ojos y dormitar; digo dormitar porque
nunca te duermes del todo, siempre estás atento, cualquier ruido anormal te
hace abrir un ojo y mirar si todo sigue igual, si todos siguen dormidos,
tranquilos; en fin, es mi trabajo, hacer que todo vaya bien, que todo esté como
tiene que estar: cada uno en su sitio y yo allí, vigilando, cuidando o
durmiendo, como voy a hacer dentro de un rato, cuando deje de dar vueltas en la
cabeza a las cosas que han pasado hoy, o
ayer, sopesar si todo lo hice bien, si hice lo que se esperaba que hiciera, ¡en
fin!, esas cosas que nos pasan a todos cuando la jornada ha sido larga y tienes
los pies, y el alma, cansados.
Antonio me mira y sonríe,
es como si supiera qué estoy pensando con sólo echarme un vistazo, ¡nunca pensé
que fuera tan transparente!, pero es cierto que casi siempre sabe lo que estoy
cocinando en la cabeza; también a mí me pasa eso con él; le miro a los ojos y
enseguida sé si ya es la hora, o si nos vamos a parar o… cualquier cosa que
debamos de hacer; es lo que tiene el llevar tanto tiempo juntos.
¿Cuánto tiempo?, no sé,
es difícil calcularlo cuando los días pasan y pasan unos iguales a otros, a ayer,
a anteayer y, además, sabes que mañana es muy probable que sea un poco como
hoy; sí, quizás en otro sitio, con otro paisaje, pero… lo que vamos a hacer va
a ser casi una repetición de hoy; ¡en fin!, ¡así es la vida!
Míralo, ahora se va a
poner a fumar; sacará esa vieja petaca de cuero… creo que un día me dijo que
había sido de su padre; sí, creo que dijo eso; bueno, luego sacará el librillo
de papel, lo mantendrá abarquillado entre los dedos y, con un golpecito de
muñeca dejará caer las hebras de tabaco dentro… lo enrollará con habilidad y se
lo acercará a los labios para humedecer el borde y cerrarlo apretando
suavemente; después cerrará un poquito los extremos y se lo colgará de la boca;
siempre hace eso, como un ritual; meterá las manos en la bolsa y sacará un
mechero de esos que tienen una rueda que, al girarla, sacará chispas de una
piedra pequeña, prenderá en la mecha amarilla con una franja roja, soplará en
ella para que se avive bien y acercará la punta del cigarro a la vez que aspira
para que se encienda y penetre el humo en sus pulmones… después mirará fijo
delante suyo, como si viera algo, aunque sé que en esos momentos no ve nada, y
expulsará una nube de humo por la nariz que tapará por un momento su cara… es
curioso cómo me gusta verle hacer eso, sé que él se siente bien, le gusta y… si
a él le gusta no tiene por qué disgustarme a mí.
Todo esto me hace
recordar a mi madre, ella trabajó en esto también y me enseñó todos los trucos
que hay que saber para ser bueno en lo que hacemos; creo que conoció a Antonio
en algún momento, aunque de eso no estoy totalmente seguro; yo la acompañaba
mientras hacía su tarea y me fijaba bien; ahora esto, luego lo otro… ahora
esperas, ahora corres… cuidado con esas piedras, vigila esas matas… nunca sabes
lo que puedes encontrar, aunque a veces sí, sí lo sabes, un movimiento, un
olor… si hay peligro lo sientes y, sin querer, te pones en guardia; en fin,
¿para qué os voy a aburrir con estas cosas?; el caso es que así aprendí lo más
básico, luego, como todos, hasta que no te quedas solo y no tienes a quien
seguir, a quien preguntar, hasta ese momento no aprendes de verdad y luego,
pues ya se sabe, pasa un día, y otro día, y así vas aprendiendo, convirtiéndote
en más sabio, más fuerte, más atento…
Antonio se va a dormir,
le estoy viendo, bosteza y los ojos se le cierran sin querer; no importa, él
puede descansar tranquilo, hemos hecho una buena jornada y todo ha sido como
debiera; ahora… ya sólo queda descansar, nada va a romper esta tranquilidad,
este sosiego… si pasara algo… ya lo solventaría yo.
Bueno… yo también echaré
una cabezadita, me arrimaré a Blanquita y así se me templará un poco el cuerpo,
¡tiene una lana tan amorosa…! De todas maneras sé que mis orejas me indicarán
cualquier ruido fuera de lo normal y mi olfato me señalará la cercanía de
cualquier intruso, podremos dormir todos tranquilos… mañana será otro día y nos
esperan vastas praderas verdes como esmeraldas o, por lo menos, eso decía
siempre mi madre antes de dormir.
Buenas noches ovejitas…
buenas noches Antonio,
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