Me voy a referir hoy a uno de los tesoros perdidos del pueblo: el retablo
de la ermita de San Cristóbal.
Quien más, quien menos, todos
conocemos la historia más cercana de la ermita: primero una ruina, pero una
ruina gloriosa, que sirvió de cuartel durante la Guerra Civil y que, un buen
día, ante la sorpresa del pueblo entero, presenció cómo lo poco que quedaba en
su interior era desmantelado, por orden del Obispado de Segovia, y a pesar de
la oposición de las gentes, que tuvieron que ser tenidas a raya por la Guardia
Civil, se subía a camiones en dirección a un destino desconocido.
Después la ruina total, el
desmantelamiento para poder ser utilizado como escenario para la película
“Marcelino Pan y Vino”, lugar de juegos y de guarda de ganados; su venta a un
particular y, finalmente, su restauración, su corta vida como museo y escenario
de conciertos y su posterior abandono para pasar, otra vez, a convertirse en
vivienda privada.
Pues bien, la ermita conservó, en mejor o peor estado, el retablo desde,
aproximadamente, 1674 hasta principios de los años cincuenta del pasado siglo.
El retablo, como no, se debió
a una donación de Luis García de Cerecedo, nuestro ilustre mecenas y su
ejecución a Sebastián de Benavente, artífice de los otros tres que ya hemos
comentado en pasados artículos.
En el testamento de García de
Cerecedo se puede leer:
“los retablos que tengo hechos y puestos de madera, uno en la iglesia y otro el
principal de la hermita del señor san Cristóbal, se doren y encarnen los santos
conforme al trato que tengo hecho con Pedro del Oyo, dorador, y se a de
encarnar el Santo Christo de San Cristóbal y se ha de hacer un árbol al santo
Cristo de la Oración del Huerto”.
Existe una estampa de 1726, en cuyo pie se
puede leer: “Verdadero retablo de la milagrosa imagen del Santísimo Cristo de
la Serenidad, que se venera en la ermita de San Cristóbal del lugar de
Aldeavieja. Año de 1726”.
En esta estampa se puede ver cómo era el
retablo: sobre el banco se asientan dos columnas salomónicas con hojas, racimos
y pámpanos en sus espirales que enmarcan la imagen del Cristo de la Serenidad y
hacia el exterior dos cabezas de querubines de las que pende un largo festón
con frutos y telas. En la parte superior, en el ático, un cuadro de San
Cristóbal portando al Niño Jesús y en lo más alto una cartela con una S y un
clavo (es-clavo) emblema de la “esclavitud” (cofradía) que veneraba al Cristo.
Lo único que se conserva, que sepamos, de
este retablo, es el Cristo de la Serenidad; efectivamente es la imagen del
crucificado que se conserva en la iglesia parroquial, el mismo que se saca en
las procesiones de Semana Santa y que sale a las calles del pueblo para
presidir la fiesta del 14 de septiembre; es, en fin, “el Cristo de los Mozos”
al que se festeja con cohetes y besamanos una semana después de la festividad
de la Virgen del Cubillo.
El cuadro de San Cristóbal y lo que quede
del retablo, seguramente se conservará en alguno de los almacenes en los que el
Obispado segoviano guarda todo aquello que perteneció a iglesias y ermitas que
desaparecieron; ¿No habría sido más justo que se hubiera guardado en la propia
iglesia parroquial de Aldeavieja a la que, a fin de cuentas, pertenecía?
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