Otro de los ríos que
cruzan el municipio es el Cardeña. Realmente apenas roza el término municipal,
pero por motivos históricos y de cercanía es muy nuestro.
El Cardeña nace en la
sierra de Villacastín, en el borde oeste del Campo Azálvaro, a los pies de Peña
Morena y va discurriendo siempre muy cercano a los límites de Aldeavieja,
paralelo a sus lindes; hoy día, como nuestro Tijera, discurre junto a una
cantera que aprovecha sus menguadas aguas hasta casi la extenuación, menos mal
que va recibiendo aguas de los múltiples arroyuelos que bajan de la sierra, el
Sabuco, el del Marqués, del Asperón, el mismo Tijera y corre por el borde
occidental de La Fresneda en donde, en tiempos, servía de fuente motriz para
diversos molinos construídos en sus orillas: el de la Tía Herradora, el de La
Balsa y alguna más sin nombre.
El molino de La Balsa, junto al camino que conducía a Villacastín, estuvo, durante muchos años, servido por nuestro vecino Faustino (Faustino el molinero), que después levantaría uno propio en las traseras de su casa y junto a uno de los bares con más solera del pueblo que, además, es el único que subsiste.
Después, siempre en el
término de Villacastín, hace un giro de 90º a la izquierda, justo cuando recibe
las aguas del Tijera y, un poco más adelante, roza el término de Aldeavieja
para entrar plenamente en el de Blascoeles; se podría decir que, hoy día, con la
unión de ambos municipios en uno solo, ya es un poco más nuestro, y así se ha
considerado siempre.
Y los cangrejos… ¿nunca habéis ido, por la noche, con los reteles, a coger esos cangrejos negros, de hermosas pinzas? Y, al día siguiente, con la paella, o al ajillo, rojos y sabrosos como ellos solos; eso, ya, pasó a la historia; en verano, si no está completamente seco, poco le falta… y aquellos pececillos fritos…
Estamos en las llamadas
Laderas del Cardeña, allí el río se desliza por una planicie y, en primavera,
se ensancha inundando las praderas limítrofes; en estas laderas y junto a este
río nació Aldeavieja y nació Blascoeles; aquí se levantaron las primeras casas
de nuestros antepasados y, como símbolo, quedan aún los restos (cada vez menos)
de la iglesia de San Miguel de Cardeña, del siglo XII, al sur de las aguas, al
pie de las cárcavas rojas de crean un paisaje bello e imposible.
El Cardeña, en esa
época, era llamado río Viejas y de ahí, de ese apelativo, nació el nombre de
nuestro pueblo: Aldea Vieja, así, separado; la aldea que nació junto al Viejas;
allí, al pie de la iglesia, en la pequeña llanura junto al río, se celebraban,
hasta finales del siglo XVIII las fiestas y la romería de San Miguel, patrón de
nuestros antepasados; luego se abandonó, ya como ermita, hasta que fue
desmantelada y vaciada y sus piedras se utilizaron para crear cercas; hoy sólo
queda (¿y por cuánto tiempo?) parte del ábside, semicircular, y los cimientos
de las paredes, poco más.
Ya falta poco, unos
kilómetros más y el Cardeña muere
entregando sus aguas al río Voltoya, de él nos vamos a ocupar ahora.
El río Voltoya nace en
la sierra de Guadarrama, a los pies de Cabeza Renales, en el término de El
Espinar, va encajonado por montes y cerros hasta que se abre a la llanura del Campo
Azálvaro, ya en tierras de Villacastín; una vez allí cruza la Cañada Leonesa
pasando bajo el Puente de las Merinas, obra medieval levantada por La Mesta
para controlar el paso del ganado y más adelante, pero ya en el término de
Aldeavieja, otro puente por el que discurre la carretera AV-501.
Es muy poco, apenas dos
kilómetros, la distancia que recorre el Voltoya en tierras aldeaviejanas; y,
enseguida, se convierte en un pantano, el de Serones, que sirve a Ávila capital
y que se ha convertido en lugar de paso a múltiples tipos de aves: patos,
cigüeñas, garzas… también se ven saltas peces enormes que sirven de alimento a
estas aves y que dan vida y alegría a estas aguas. También, a sus orillas,
vienen a calmar su sed las vacas del cercano caserío del Alamillo, en el que
tantos paisanos del pueblo han trabajado.
Después del pantano
discurre rápido entre rocas, pero su caudal es mínimo y si el tiempo ha sido
seco, muy poco agua lleva cuando llega a la zona de Calicanto, donde el puente
romano; allí, en tiempos, había grandes y profundas pozas donde se podía nadar
un poco y bañarse un mucho… y se veían veloces barbos zigzaguear entre los
juncos y podías tomar un buen conejo al ajillo con unas frías cervezas en el
bar que había arriba, junto a la carretera, servido por un paisano de Ojos
Albos, uno de los Garzón.
Hablando del puente
romano y del trozo de calzada que se conservaba con él hay que lamentarse que
con las obras de construcción de los viaductos de la autopista AP-51 se
destrozaran hasta casi hacerla desaparecer, aunque se haya arreglado (mal) el
puente, que era una hermosa ruina.
Eran otras épocas,
ahora, el río, breve y tranquilo se va deslizando durante muchos kilómetros,
recogiendo las menguadas aguas que otros arroyos le van cediendo hasta llegar a
la Urbanización de Puenteviejo, que hace años se llamaba La Ponderosa (como
aquel rancho de la serie de TV “Bonanza”), allí unas piscinas se sirven de sus
aguas para solaz de los veraneantes; muchos kilómetros más pasa por Juarros del
Voltoya y después de más recorrido va a morir en las afueras de Coca aumentando
las aguas del río Eresma que viene de Segovia.
Me ha encantado Javi, es interesantísimo .... y tan cerca de todos nosotros!enhorabuena por el blog.....cada vez mejor!
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